La realidad de la iglesia en Latinoamérica, sobre todo en zonas rurales, es que gran parte del trabajo ministerial es desarrollado por hermanos muy sacrificados que después de desempeñar jornadas laborales extenuantes practicando diferentes oficios y en algunos casos con más de un trabajo (formal e informal), hacen «de tripas corazón» para también cumplir con un ministerio en su iglesia local: unos de levantan más temprano y otros se acuestan más tarde, pero logran con mucho sacrificio conseguir su sustento sin dejar de servir a su Señor. Esto no es algo excepcional, particular u ocasional, es la realidad de nuestras iglesias, que contrasta con la forma en que se hace el ministerio en otros contextos. Se les llama «ministros bivocacionales» a quienes aparte de su trabajo en la iglesia tienen que hacer otros trabajos para buscar su sustento y «ministros a tiempo completo» a quienes pueden dedicar todo su tiempo al trabajo en la iglesia y desde él pueden ser sostenidos. Son conceptos muy mencionados en la literatura cristiana, aunque pueden resultar extraños para muchos de nosotros, pues en Latinoamérica no se tiende a ver el ministerio como un «trabajo», como esta ha sido desde siempre nuestra realidad no tenemos otro punto de comparación. Lo mismo pasa con el término «voluntario», muy común en organizaciones que tienen empleados para referirse a quien desarrolla un trabajo sin recibir remuneración: es poco usado en nuestras iglesias porque frecuentemente todos lo somos. Tenemos una rica herencia de ministros (pastores, maestros de escuela bíblica, músicos y hasta personal de mantenimiento) que no solamente cumplen su ministerio con alegría y compromiso, sino que se agencian ellos mismos los recursos para hacerlo.
No escribo esto para hacer una apología del trabajo bivocacional como que fuera la única opción, o superior, cada vez hay más iglesias a las que el Señor les ha dado los medios y la sensibilidad para sostener con dignidad a sus obreros, sobre todo en entornos más urbanos, y cada obrero debe servir a su Señor con alegría según los medios que su Señor le haya dado. Escribo esto para animar a mis hermanos, pues la disponibilidad de los medios masivos de comunicación ha permitido que por primera vez en la historia una iglesia local en el paraje más remoto tenga acceso a ver cómo se hace el ministerio en algunas partes del mundo más desarrollado, con recursos suficientes y hasta con «vacantes» de trabajo ministerial bien remunerado esperando que llegue alguien para ocuparlas. Reconozco que escribo desde una posición relativamente «cómoda», pues desarrollo mi ministerio pastoral —casi once años— en una de las iglesias más generosas y desprendidas que conozco, pero también puedo hacerlo con mucha empatía, pues aunque tengo más de veinte años dedicando la mayor parte de mi tiempo en a la iglesia local, aún sigo siendo un ministro bivocacional.
Recomendaciones para ministros bivocacionales
Pido al Señor que permita que con estas recomendaciones llegue algo de ánimo para quienes, aunque lo desean, no trabajan en el «ministerio a tiempo completo». Sí este es tu caso, sigue leyendo. Estoy seguro de que podrías encontrar oportunidades para hacer más agradable el trabajo bivocacional. Al final comparto también otras recomendaciones rápidas para quienes siente que realmente el ministerio a tiempo completo es el llamado de Dios para sus vidas.
- Acepta tu realidad. Casi todo el que ama el trabajo para el Señor anhelaría tener la oportunidad de dedicar a este todo su tiempo, sin embargo, por asuntos demográficos (el número de miembros de una iglesia, la economía particular de cada ciudad) y prácticos (el momento de la vida en el que se encuentran los obreros, el alto costo de la vida en una gran ciudad, la tolerancia que tiene cada familia al riesgo y las limitaciones y sobre todo, la medida de fe de cada uno) esto no estará al alcance de todo el mundo. Muchos hermanos nuestros muy dedicados llegaron a trabajar para el Señor en momentos de sus vidas en los que por la cantidad de compromisos ya adquiridos les sería muy difícil asumir un salario que, aunque puede ser el más agradable del mundo (por venir de la casa del Señor y representar una compensación del trabajo que hacemos para Él) sería imposible de comparar con el que podría pagarle otra organización, junto a otros beneficios (seguro médico, una vacaciones anuales que bien podría dedicar en parte a su ministerio, un plan de retiro que podría hacer aún más útil su servicio al Señor en la vejez y un seguro médico y de riesgos laborales con cuál afrontar situaciones que podrían alejarle del ministerio), beneficios que le colocarían en mejor posición para sostener a los suyos, cumplir con sus compromisos y hasta ayudar a su iglesia local. Si este es tu caso, no te amargues, acepta tu realidad. Esto no es ser débil o tener falta de fe, sino, ser responsable, maduro y buen mayordomo.
- Ten expectativas realistas. Cuando has aceptado tu realidad, ya estás en condiciones de ajustar tus expectativas. Es esperable que un siervo del Señor demuestre un nivel de diligencia y sacrificio en su servicio que esté a la altura de su llamado, pero debe hacerlo responsablemente; sin defraudar ni a su empleador ni a su Señor, pero también sin engañarse a sí mismo. ¿Cuántas son las horas a la semana que realmente le podrías estar dedicando a tu ministerio? Si tienes un empleo de ocho horas diarias y una familia —sobre todo si tienes niños pequeños—, con toda seguridad no serán más de cuatro a la semana. Sería mucho mejor dedicar y comprometer intencionalmente una cantidad de horas realistas a tu ministerio y hacerlo por muchos años que pretender operar como si tuvieras en el ministerio a tiempo completo y terminar quemándote. Una gran debilidad de nuestras iglesias es que tenemos hermanos muy sacrificados, pero a la vez muy desordenados en el uso de su tiempo. En cualquier caso deberías serlo, pero al trabajar en forma bivocacional debes ser aún más cuidadoso en cómo estimas el tiempo ministerial, planificar con antelación antes de hacerlo y muy intencional para aprovecharlo (evitando las distracciones). Si eres un predicador quizás sea más sencillo, pues la preparación la puedes hacer desde tu casa y el trabajo mismo en un ambiente muy controlado como lo es un culto, pero ministerios que requieren trabajo de campo indeterminado (como el evangelismo, las misiones o la consejería) o trabajo de equipo (como el ministerio con los niños o el ministerio musical) requerirán muy buen juicio y mucha previsión.
- No te engañes. Encuentro pastores y otros obreros que se dicen a sí mismos que están en el ministerio a tiempo completo, lo dicen porque tienen oficios con demandas no continuas de tiempo (como los consultores, dueños de pequeños negocios, proveedores independientes, inversionistas o amas de casa). Aparentemente estás completamente disponible para el ministerio; siempre y cuando un cliente no te llame en forma imprevista para un trabajo que no puedes rechazar, siempre y cuando las inversiones estén rindiendo los resultados esperados, siempre y cuando no tengas compromisos familiares que te impidan cumplir con el trabajo ministerial al que te comprometiste. Estar en el ministerio a tiempo completo no es tener tiempo disponible, sino el compromiso (horarios, expectativas, honradez) y la expectativa de compensación (salario) que te permitan efectivamente bloquear consistentemente partes importantes de tu agenda diaria sin el temor de tener que reaccionar a otros imprevistos o a no tener los medios para honrar tus compromisos. También está la tentación de subestimar el trabajo que hace un miembro de una iglesia para una organización para-eclesiástica: ese es un trabajo, tan demandante como cualquier otro y en algunos casos aún más, con el agravante de que por tratarse de una organización cristiana tendrás la tentación de «disculparte» al pensar que puedes incumplir en tu iglesia local para cumplir allá pues de todos modos se trata de la obra del Señor. Estas organizaciones tienen objetivos, agendas y metas —muy desafiantes— que no siempre se pueden compaginar con los de la iglesia local y un trabajo arduo que te dejará tan agotado como cualquier otra empresa, al asumirlo, deberías ajustar también tus expectativas de disponibilidad (ver punto #2). De hecho, quien hace un trabajo más general, queda en mejor posición para servir a su iglesia local que quien trabaja para una organización para-eclesiástica, pues al asumir el trabajo ministerial, quizás al final de su jornada, está emprendiendo una tarea nueva, diferente y estimulante, una para las que sus recursos mentales y emocionales aún no se han agotado.
- Mira las oportunidades. Desarrollar un trabajo general y también un ministerio en la iglesia local es un gran reto, pero al mismo tiempo está lleno de oportunidades. Si eres un pastor, participar activamente de una ciudad —fuera del templo— te ayudará a entender mejor a su gente, con sus luchas y necesidades y aunque eventualmente el Señor te permita dedicar todo tu tiempo a la iglesia local tendrás buen testimonio «de los de afuera»((1 Timoteo 3:7)), que es una de las cualificaciones de un pastor. Cualquiera que sea tu ministerio un trabajo junto a no creyentes te ofrecerá grandes oportunidades para dar testimonio de Cristo e invitar amigos a tu iglesia local. Si eres un maestro, estoy seguro de que tus aplicaciones serán más pertinentes, tu comunicación mucho más empática y tu mensaje aún más intencional. Tener un verdadero creyente en cualquiera de las organizaciones de este mundo (empresas privadas, organizaciones gubernamentales, escuelas) es un gran activo para el reino: será sal y será luz((Mateo 5:13-1)), una lámpara encendida en lugares que sin su presencia serían muy oscuros. Un escenario en el que todos los miembros de una iglesia abandonaran la ciudad para desarrollar un trabajo estrictamente eclesiástico no sería viable, pero tampoco deseable.
- Hazlo como para el Señor. Ocho horas diarias desempeñando cualquier oficio es una parte importante de toda tu existencia, no ocupes el tiempo en lamentarte de no poder hacerlo para tu ministerio, empéñate en hacer todo para la gloria de tu Señor. ¡Sé bueno en lo que haces! Que si entraras al ministerio a tiempo completo el mundo sienta que el Señor se llevó un príncipe, no un mendigo, que entre ellos se sienta un lamento por tu partida, no un descanso. Ya sea que se trate dar clases de escuela bíblica, desarrollar el ministerio musical, pastorear a tus hermanos, mantener el edificio de la iglesia o dar la bienvenida, o que se trate de trabajar como servicio al cliente en un call center, reparar autos, preparar comida en un restaurante o atender a tus clientes, puedes hacerlo como para el Señor, con el mismo gozo e igual recompensa. No siempre es posible hacerlo en la iglesia local, pero siempre podemos trabajar como para el Señor a tiempo completo.
¿Realmente quieres trabajar para la iglesia local a tiempo completo? Como ves, tener una perspectiva positiva sobre el ministerio bivocacional puede hacer las cosas más llevaderas y hasta abrirte a posibilidades que no estabas mirando. Aún así, muchos hermanos realmente deberían considerar sacrificarse para trabajar a tiempo completo desde la iglesia local: este es un trabajo tan digno como cualquier otro y mucho más necesario que cualquiera. Así como una sociedad necesita hospitales y doctores está necesitada también de iglesias y ministros. Si sientes que ese es el llamado de Dios para tu vida aquí hay algunas cosas que puedes hacer: habla al respecto con el Señor de la obra (oración): comparte con él tus planes y tu intención. Si estás a tiempo, resuelve hacerlo antes de casarte y conversa al respecto con tu futuro cónyuge, pues es una decisión que afectará a toda la familia. Controla al máximo tu nivel de gastos, evita atarte a compromisos financieros postergables (financiamientos de autos y casas, por ejemplo). Comprende que estarás haciendo un trabajo único, muy particular, y siguiendo el llamado de Dios para tu vida, evita compararte con otras personas o estar pensando en cómo sería tu vida si eligieras otro oficio. ¡Tu principal recompensa está en otra parte! Dedica tanto tiempo como te sea posible y prudente a tu ministerio y trabaja en forma muy ordenada (anotando lo que haces, cuándo lo haces y el fruto). Conversa con otros ministros que trabajan a tiempo completo o están por hacerlo.
Un asunto prioritario
Termino con un llamado a cada iglesia local. Aunque ciertamente nuestro legado es el del trabajo esforzado, sería injusto no reconocer que ha habido mucha indolencia al respecto del trabajo de los obreros; sobre todo de los obreros locales, pues los misioneros que trajeron el evangelio generalmente fueron, bien sostenidos por quienes los enviaron. Los impíos acusan a ministros del Señor de vivir en medio de lujos haciendo un trabajo relativamente cómodo, y aunque puede ser cierto en determinados casos, y lamentables, con toda seguridad esa es la excepción, no la norma: la mayor parte de los pastores latinoamericanos son bivocacionales, contribuyen ellos mismos financieramente con sus iglesias locales y quienes trabajan a tiempo completo lo hacen a un sacrificio personal y familiar enorme: al final de sus ministerios la mayoría termina dependiendo de la benevolencia de sus relacionados, pues ni sus salarios alcanzan para hacer patrimonio ni tienen un plan de retiro. ¡Ese es el caso de la mayoría de nuestros obreros, y no la opulencia, como quiere hacernos ver el mundo! Son como el buey que trilla con la boca atada para que no pruebe del fruto de su trabajo. Dejemos a los impíos con sus prejuicios, pero abramos nosotros los ojos a la siguiente realidad: la iglesia debería priorizar el sostenimiento de sus obreros.
Aún las organizaciones de este mundo entienden que antes de invertir recursos en maquinaria, equipos o planta física necesitan cuidar su mano de obra, pues sin obreros de nada sirve la mejor infraestructura. En muchas iglesias frecuentemente sucede lo inverso: se atienden todas las necesidades, se priorizan los proyectos de construcción y luego las remodelaciones; entonces, si queda algo y alguien se lo pregunta, miran a ver si sus obreros tienen alguna necesidad. Es poco sabio, y hasta vergonzoso, que una iglesia local no tenga a sus ministros (según el nivel de compromiso de cada uno) en la primera partida de su presupuesto. He participado con tristeza en inauguraciones de templos preciosos cuando me consta que el pastor que motivó y dirigió la construcción, y sobre todo, el que allí estará ministrando, posiblemente no tiene los recursos para llegar a fin de mes. La obra del Señor necesita obreros bivocacionales, pero también obreros completamente dedicados. Que no se ponga la carreta por delante de los caballos. Si la iglesia local no tiene recursos materiales para sostener a sus obreros, que por lo menos los sostenga con sus oraciones, afecto sincero, gratitud y palabras de ánimo: son cosas muy poco costosas, ¡pero llenan mucho!
Gracias por colocar este escrito aquí.
Dios le bendiga grandemente.
gran claridad, le agradezco a Dios altísimo por su vida y su ministerio.
Dios te bendiga Elio. Que bueno que te resultó útil. Saludos desde Santo Domingo.
Que buen artículo, práctico, bíblico y concreto, Dios te pague, bendiga y siga usando grandemente hno.