Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. Proverbios 6:6-8
Por la misma condición de la creación después del pecado, tarde o temprano tendremos que enfrentar tareas fastidiosas, rutinarias o poco óptimas, asuntos que no se resolverán con inteligencia, sino con sudor.
El primer paso para combatir un pecado es reconocerlo, que incluye llamarlo por su nombre e identificar que está presente, aunque sea de manera oculta y velada, pues el pecado se esconde y se disfraza, en formas tan elaboradas que hay que estar muy atentos, y en verdad querer vencerlo, para poder verlo. Pasa así con la pereza, que podría convivir con nosotros por años disfrazada de virtud. Estas son las maneras en las que la he encontrado oculta: confundiendose con emprendimiento, con optimización, con creatividad, con esperar oportunidades ideales y con una falsa idea de lo que es «el éxito». Trataré de describirlas en la forma más vívida que esté a mi alcance para ayudar a identificarlas, para mi beneficio y el tuyo. Estos son asuntos para considerar cada cierto tiempo, pues lo que antes nos visitó puede volver a visitarnos.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: he aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. Eclesiastés 1:8-10
Si lograste optimizar una tarea no te duermas, utiliza los recursos ahorrados para ser aún más diligente.
La pereza que se confunde con optimización. Son aquellos que huyen del trabajo repetitivo, monótono o rutinario, quienes no ponen la mano en la tarea hasta haber encontrado la manera más óptima de resolver ver el problema, empleando la menor cantidad de recursos (principalmente esfuerzo). Es cierto que Dios nos ha dado la inteligencia para lograr que por medio de herramientas (físicas o intelectuales) la mayordomía de la creación sea un trabajo más llevadero, pero por la misma condición de la creación después del pecado, tarde o temprano tendremos que enfrentar tareas fastidiosas, rutinarias o poco óptimas, asuntos que no se resolverán con inteligencia, sino con sudor: «con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás(A)». Si Dios te ha dado la capacidad de optimizar hazlo, pero evita esconderte en esa habilidad para practicar la pereza, aún en los sistemas más pulidos existe un poco de entropía (desorden), y aún los más sagaces tarde o temprano terminarán sudando. Los problemas de optimización en la creación son un lamentable recuerdo de que el pecado tiene consecuencias. ¡Tendremos que sudar! (Y si lograste optimizar una tarea no te duermas, utiliza los recursos ahorrados para ser aún más diligente.)
Los más grandes creativos de la historia no «recibieron» sus grandes ideas mientras se esparcían, las «generaron» mientras trabajaban.
Aunque el final del mundo sea mañana, hoy plantaré manzanos en mi huerto. Martín Lutero.
Si hemos vivido diligentemente habremos acumulado un tesoro —sobre todo de sabiduría— que debemos dedicarnos a administrar bien, para el beneficio de las nuevas generaciones.
La pereza que se confunde con el éxito. ¿Será verdad que la mayor realización en la vida del hombre es la inoperancia? Éxito, para un cristiano, es vivir cada etapa de su vida para la gloria de Dios. Es esperable que con el paso del tiempo determinados trabajos sean reemplazado por otros, pero lo que el Señor nos ha indicado no es el retiro, sino ciclos constantes de trabajo y reposo. Ser muy diligentes durante una etapa de la vida para al final terminar entregándonos en los brazos de la pereza es fracasar. Debemos estar alerta para rechazar esos falsos modelos de éxito muy difundidos que se podrían robar una de las etapas más valiosas de nuestras vidas. Cuando lleguen las canas y se agoten las fuerzas, si hemos vivido diligentemente habremos acumulado un tesoro —sobre todo de sabiduría— que debemos dedicarnos a administrar bien, para el beneficio de las nuevas generaciones. ¡Así mismo termina el libro de Eclesiastés!
Y cuanto más sabio fue el predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Eclesiastés 12:9, 13
Éxito, para un cristiano, es vivir cada etapa de su vida para la gloria de Dios.
Tenemos la ayuda del Espíritu Santo, que nos confronta, nos hace sentir contrición y nos lleva a la verdad; el consejo de la Palabra, que nos muestra la voluntad objetiva de Dios y ejemplos positivos y negativos de practicarla o ignorarla; y la ayuda de nuestros hermanos, que al vernos desde fuera nos estimulan al amor y a las buenas obras. Pero hace falta también la voluntad de identificar, reconocer y apartarse para encontrar nuestra satisfacción en la provisión legítima de Dios. Que con la ayuda del Señor, de su Palabra, de nuestros hermanos y con mucha diligencia podamos tener victoria sobre la pereza.
Jun 14, 2018Relacionado Artículo: Cómo aprovechar mejor tu tiempo.