Razón para el estudio
Las organizaciones paraeclesiásticas son tantas (su número), han estado junto a la iglesia por tanto tiempo (su permanencia), tienen un nivel de presencia tan elevado (su visibilidad) que se hace necesario su estudio dentro de la doctrina de la iglesia. Sólo en los Estados Unidos de Norteamérica el número de ellas se estimó al 2007 en unas 58,000, un 7% de toda las organizaciones de caridad, con un crecimiento del 190% desde el 19951. Su origen puede rastrearse a los principios mismos de la cristiandad, con influencias más antiguas y recientes. Son ellas probablemente la cara más visible del cristianismo en la actualidad, a un punto tal que gran parte de la población mundial podría reconocer más rápidamente el nombre de una de estas organizaciones que el nombre de una iglesia local. Pero más allá de los tres primeros factores mencionados anteriormente para justificar su estudio (su número, su permanencia y su visibilidad), está el fruto (su utilidad), algo que está por encima de cualquier crítica: más allá de escándalos, de desórdenes o de mal testimonio, el balance tiende a ser positivo, tanto así, que se podría afirmar que Dios ha utilizado este tipo de organizaciones en momentos muy puntuales de la historia como instrumento para extender y preservar su iglesia.
Alcance
Este estudio pretende responder cuatro preguntas puntuales: ¿Son las organizaciones paraeclesiásticas un peligro para la identidad o la misión de la iglesia? ¿Son las organizaciones para eclesiásticas una respuesta posterior a necesidades que la iglesia dejó sin atender o por el contrario, tienen un origen concomitante al origen de la iglesia? ¿Tienen las organizaciones paraeclesiásticas un sustento bíblico o por el contrario, son una imitación desde la iglesia de iniciativas que tienen su origen en otra parte? ¿Se podrían esbozar algunas recomendaciones prácticas para el desarrollo de estas organizaciones? Procederemos a continuación de la manera siguiente: elaborando en primer lugar una definición de organización paraeclesiástica con el fin de establecer una frontera entre estas y la iglesia de Cristo (iglesia local), esto nos permitirá resolver el problema de la identidad. Luego trataremos de buscar sus raíces desde ocho puntos distintos y posibles: (1) Israel antiguo, (2) diáspora judía en el período intertestamentario, (3) la enseñanza de Jesús, (4) la iglesia apostólica, (5) la iglesia medieval, (6) la reforma protestante, (7) la post-reforma y (8) los tiempos modernos. Esto nos permitirá resolver el problema del origen. Concluiremos presentando algunas propuestas prácticas para el desarrollo de este tipo de organizaciones.
Definición y Diferencias
Una iglesia local se define en términos bíblicos como (1) una asamblea de creyentes que permanece fiel a la enseñanza apostólica, la comunión y la ayuda mutua, la adoración a Dios y la evangelización2; (2) por llegar a tener características identificables tales como proceso de membresía formal, liderazgo cualificado según términos bíblicos, cultos regulares y procesos de disciplina y restauración, así como por (3) administrar las ordenanzas del Señor: bautismo y comunión. Las organizaciones paraeclesiásticas trabajan junto a la iglesia local como soporte en áreas específicas, regularmente de cara a la sociedad. A diferencia de las iglesias locales, no tienen miembros, sino empleados o colaboradores, sus directivos no necesariamente reúnen las cualificaciones que debería reunir el liderazgo de una iglesia local —aunque según argumentaremos más adelante deberían reunir por lo menos los de un diácono— ni administran las ordenanzas. En sus procesos administrativos tienden a ser más similares a una empresa que el de una iglesia local, pero se diferencian de las empresas por su vocación no lucrativa y su patrimonio común3. También son distintas a otras instituciones de servicio social en que trabajan de formas distintivamente cristianas. El hecho de que no existan paralelos bíblicos directos para organizaciones formales de este tipo, por lo menos tal y como las conocemos hoy (edificios, juntas directivas, presupuestos) podría llevar a conclusiones erróneas o desproporcionadas o a la preocupación de que las mismas socaven la identidad de la iglesia local, pero entendemos que en la práctica lo que ha sucedido es justo lo contrario: este tipo de organizaciones le ha permitido a la iglesia interactuar con la sociedad sin tener que abandonar sus características distintivas y de hecho, en vez de diluir su identidad única como cuerpo de Cristo, la protege. Lo hace de la manera siguiente:
- Puente. Como un puente entre la iglesia y la cultura; evitando que la iglesia se aísle y al mismo tiempo evitando que se exponga innecesariamente.
- Centro de aprendizaje. Gracias a estas organizaciones el liderazgo y los miembros de las iglesias han entrado en contacto con necesidades y oportunidades de servir a la sociedad que desconocían o estaban reacios a asumir y con técnicas y métodos que de otro modo serían más reacios a implementar, haciendo una labor saludable de renovación en los aspectos prácticos del ministerio. El trabajo misionero, por ejemplo, fue retomado por las agencias misioneras y al ver el fruto de su trabajo, luego lo retomó también la iglesia local.
- Ayuda material. Respondiendo a necesidades materiales que de otro modo quedarían desatendidas, pues la prioridad del liderazgo de la iglesia local es el ministerio de las necesidades espirituales. Las organizaciones paraeclesiásticas lo hacen con un nivel de alcance que supera por mucho el alcance de la iglesia misma como asamblea de creyentes.
- Expresión de dones. La diversidad de dones y vocaciones entre los miembros siempre superará la capacidad de las iglesias locales para aprovecharlos en la extensión del reino. Las organizaciones paraeclesiásticas permiten canalizar estos dones y vocaciones de forma tal que puedan ser expresados. Esto simplifica la operación de las iglesias locales y también multiplica el aprovechamiento de esos dones.
- Unidad. Las organizaciones paraeclesiásticas han permitido la unión en la diversidad, en ellas es común el trabajo interdenominacional: miembros de iglesias de diferentes trasfondos y posiciones doctrinales trabajen juntos por un mismo fin, lo que permite dar una imagen de cuerpo ante el mundo a pesar de nuestras particularidades. Así, cada iglesia local puede retener su herencia histórica y posiciones particulares sin limitar la obra.
La ausencia de paralelos bíblicos directos puede ser suplida al estudiar otras instituciones de la antigüedad que realizaron labores similares y su desarrollo histórico.
Organizaciones paraeclesiásticas, sus raíces
Israel Antiguo
A lo largo de todo el Antiguo Testamento (ley, salmos, profetas) se mencionan tres grupos de personas desamparadas que deberían ser ayudadas: (1) las viudas, (2) los huérfanos y (3) los extranjeros, que tendían a ser los más pobres entre ellos.
El pueblo de Israel es paradigmático en cuanto al cuidado de los más necesitados, tuvo desde sus orígenes como nación el más elaborado sistema de asistencia social del mundo antiguo. A lo largo de todo el Antiguo Testamento (ley, salmos, profetas) se mencionan tres grupos de personas desamparadas que deberían ser ayudadas: (1) las viudas, (2) los huérfanos y (3) los extranjeros, que tendían a ser los más pobres entre ellos. Se nos dice que Dios hace justicia al huérfano y a la viuda y «que ama también al extranjero dándole pan y vestido4». Israel es llamado5 a no torcer el derecho del extranjero ni del huérfano y a evitar tomar en prenda (garantía para un préstamo) la ropa de la viuda. Aparte de los asuntos a evitar, se les instruye para ser proactivos en asistirles: «cuando siegues tu mies en tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos. Cuando sacudas tus olivos, no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti; serán para el extranjero, para el huérfano y para la viuda. Cuando vendimies tu viña, no rebuscarás tras de ti; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda». Este llamado a la asistencia se justificaba tanto en la autoridad de Dios como en la propia experiencia del pueblo: «te acordarás que fuiste siervo en Egipto, y que de allí te rescató Jehová tu Dios; por tanto, yo te mando que hagas esto». Uno de los diezmos de la tierra estaba destinado específicamente para ellos6. La consistencia de dichas menciones más allá de Deuteronomio es muy alta7, lo que indica lo fuertemente arraigada que estaba la idea de la asistencia en la mente judía; y el hecho de que se mencione en la ley apunta a la fuente de tal arraigo. La ley no era solamente un instrumento normativo, sino pedagógico: les indicaba que tenían que hacerlo, pero también los judíos eran formados desde su temprana edad para que lo hicieran; esto era parte del buen testimonio8. Cuando se dejaba de asistir a los necesitados, algún profeta recordaba al pueblo su responsabilidad: «y vino palabra de Jehová a Zacarías, diciendo: así habló Jehová de los ejércitos, diciendo: juzgad conforme a la verdad, y haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre; ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano9». Más tarde, en el período del exilio, Israel recibió de Dios el llamado a trabajar por el bienestar no solamente de ellos, sino de la ciudad en la que habitaban10 (Babilonia) —«procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz—, algo que puede relacionarse directamente con las organizaciones paraeclesiásticas. Israel ya no solamente trabajaba para su bienestar interno, sino que por primera vez comenzaba a mirar hacia afuera.
Se podría afirmar que aunque Israel recibió un llamado para ir más allá de sus propias fronteras (siendo «sobre todos los pueblos» «un reino de sacerdotes»), al desatender su llamado Dios se proveyó de otros instrumentos para cumplir su propósito.
Hemos visto que la asistencia al necesitado tenía un lugar importante en Israel, y que cuando el pueblo descuidaba esta obra algún profeta le recordaba su responsabilidad, esto es afín a uno de los componentes de las organizaciones paraeclesiásticas (la asistencia), pero está por verse el hecho de que existieran en el Antiguo Testamento otras instituciones paralelas al sacerdocio o a la monarquía, algo que sería afín a otro de los componentes de estas organizaciones (estructura autónoma diferenciada del gobierno de la iglesia local o el gobierno civil). El período de los jueces y la forma organizativa que en determinados momentos adquiría el ministerio profético puede traer luz en este sentido. A diferencia de lo que sugiere su nombre, estos no eran jueces en el sentido romano que conocemos hoy (magistrados), pues aunque de hecho juzgaban los asuntos entre sus hermanos, eran más bien líderes políticos utilizados por Dios para liberar a su pueblo. Que ejercieran una función didáctica regular no está claro, aunque Débora es llamada profetiza11. Quizás la enseñanza más que en los labios de los jueces estaba en sus propias vidas: hechos dramáticos con lecciones espirituales. También estaban los profetas, que aparecían de forma más puntual, en algunos casos daban asistencia a las instituciones regulares (sacerdocio y monarquía) y en otros las confrontaban, esto, siempre en formas distintivamente religiosas (en nombre de Dios). Estos pudieron llegar a tener cierta institucionalidad con las escuelas de profetas, pero a diferencia de los sacerdotes, los levitas o los reyes, no había una ordenanza explicita de Dios para su estructura u operación. Entre las posibles funciones de las escuelas de profetas estaba la instrucción y el consejo, algo que también hacían los sacerdotes —y descuidaban o corrompían, al enseñar por dinero12—, pero no queda claro con qué frecuencia. La forma institucional de la labor profética estuvo presente en tiempos de Samuel en la ciudad de Ramá13 y en tiempos de Elías y Eliseo en las ciudades de Betel14, Jericó15 y Gilgal16. Una evidencia fuerte a favor de la institucionalidad de estos grupos es el hecho de que habitaban juntos en lugares específicos y hasta construían edificios para su operación: «los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: he aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho. Vamos ahora al Jordán, y tomemos de allí cada uno una viga, y hagamos allí lugar en que habitemos. Y él dijo: andad17». Esto nos da una imagen mucho más completa de organizaciones de asistencia en el antiguo Israel, vemos que las mismas daban un servicio social de una forma distintivamente religiosa, que lo hacían en forma independiente —aunque complementaria— a las instituciones regulares y que llegaban a tener cierta institucionalidad, trascendiendo a las personas. Precisamente la independencia o interdependencia de las organizaciones paraeclesiásticas es tema de discusión en la actualidad, algo que veremos más adelante.
También está el aspecto foráneo del ministerio profético, pues ellos no limitaron su campo de acción a las necesidades internas de su pueblo. Elías fue enviado a una viuda de Sarepta y Naamán el sirio fue traído desde su tierra hasta donde el profeta Eliseo, hechos estos muy significativos por tratarse de pueblos paganos. Siglos después Cristo se refirió a estos casos y con su referencia encolerizó a la sinagoga, a un punto tal, que quisieron arrojarlo por un despeñadero, una fuerte evidencia de lo subversivas que fueron para la mente judía las labores proféticas foráneas. Pero su accionar fue más allá de la alimentación y la salud, al final de su ministerio Elías fue enviado para ungir a Hazael por rey de Siria18, más adelante Jonás fue enviado a Nínive y Daniel ejerció su ministerio principalmente ante reyes caldeos. Se podría afirmar que aunque Israel recibió un llamado para ir más allá de sus propias fronteras (siendo «sobre todos los pueblos19» «un reino de sacerdotes20»), al desatender su llamado Dios se proveyó de otros instrumentos para cumplir su propósito. Pero si este fuera el caso (la desatención de una misión foránea), entonces las organizaciones paraeclesiásticas estarían en la misma situación que los profetas —muchas de ellas, como es el caso de las agencias misioneras modernas, comenzaron al desatender la iglesia su misión más amplia21— y del mismo modo quedarían justificadas para atender las necesidades prácticas (alimentación y salud) y espirituales (proclamación) más allá de la iglesia local.
Diáspora judía
Al encontrarse separados de su tierra, del templo y del sacerdocio, los judíos en el exilio (judíos de la dispersión o diáspora), en especial los de la tribu de Judá, dieron origen (aproximadamente en el siglo IV A.C.) a un nuevo tipo de institución que ofrecía servicios religiosos y no estaba atada geográfica (monarquía) ni legalmente (sacerdocio): la sinagoga. Lo hicieron en un esfuerzo por mantener su identidad particular en medio de otros pueblos. Los judíos que regresaron del exilio para volverse a establecer en su tierra —período del segundo templo— tendieron al nacionalismo o al aislamiento y dieron origen a tres grupos principales: los fariseos (especialistas en interpretar la ley), los saduceos (muy influyentes en las altas esferas de la sociedad y con mucha incidencia en el templo) y los esenios (comunidades monásticas extremadamente austeras), pero grandes grupos de judíos permanecieron en el exilio sin abandonar su identidad y pasaron de la resistencia hasta llegar a tener una vocación mucho más expansiva (buscaban intencionalmente hacer prosélitos22) y en vez de rechazar la cultura la abrazaron. La sinagoga, a diferencia del templo, era una expresión no atada lugares santos o a rituales de sacrificio. Era también un centro de servicios comunitarios y de expresiones culturales. Según Paul Johnson, «los judíos de la diáspora eran personas expansivas, ricas, cosmopolitas, bien adaptadas a las normas romanas y a la cultura helénica, conocedores de la lengua griega, cultos y mentalmente abiertos23». Y a diferencia de sus hermanos, que estaban sumamente fragmentados en las particularidades de sus sectas (fariseos y saduceos, por ejemplo), la diáspora judía tendía más a la generalización que a las discusiones sobre temas espinosos particulares, y por ende, estaba relativamente más cohesionada. Se podría decir que las discusiones particulares entre judíos, discusiones que escapaban al alcance de sus interlocutores extranjeros (resurrección, libre albedrío y predestinación, interpretación de la ley, solamente la Torá o también la tradición oral) se tenían el núcleo de Judea, pero en la periferia, gracias a la diáspora se proyectaban con relativa unión. Algo similar a lo frecuentemente sucede en las organizaciones paraeclesiásticas: cada quién discute temas particulares en su respectiva iglesia local y se une para trabajar junto a otros (de cara a la sociedad) en los asuntos generales24. El ideal de la unidad de la iglesia cristiana ha florecido más en estas organizaciones convergentes que en cualquier otra parte.
Adicional a esto, la diáspora era dada a poner sus recursos económicos, sus conexiones e ideas al servicio de su misión; un paralelo indiscutible con la forma en que comienzan y operan la mayoría de las organizaciones para eclesiásticas: personas convencidas de la relevancia de una causa que ponen al servicio de la misma su patrimonio, sus relaciones y su intelecto. La mayoría de las organizaciones paraeclesiástica han nacido en momentos históricos en que una causa previamente existente resulto catalizada con esos tres componentes: recursos, relaciones y conocimiento. El avance misionero mundial, la traducción de las Escrituras, la abolición de la esclavitud, el nacimiento de la universidad, la asistencia a los más necesitados han sido sus preciosos resultados. La diáspora judía fue el rostro más visible del judaísmo hacia el mundo y presumiblemente lo que hizo que el imperio asumiera excepcionalmente una política de tolerancia hacia los judíos:
Se admiraba a los judíos por la estabilidad de su vida familiar, por su adhesión a una castidad que coexistía con la prevención de los excesos del celibato, por las relaciones impresionantes que mantenían entre hijos y padres, por el valor peculiar que asignaban a la vida humana, por su aborrecimiento del robo y su escrupulosidad en los negocios. Aún más sorprendente era su sistema de beneficencia comunitaria. Siempre habían mantenido la costumbre de remitir fondos a Jerusalén para ayudar al mantenimiento del templo y el auxilio a los más pobres. Durante el período de Herodes también desarrollaron en las grandes ciudades de la diáspora, complicados servicios e bienestar social para los indigentes, los pobres, los enfermos, las viudas y los huérfanos, los prisioneros y los incurables. Se comentaban mucho esas actitudes e incluso se imitaban; por su puesto, se convirtieron en un rasgo general de las primeras comunidades cristianas y en una razón principal de la difusión del cristianismo en las ciudades25.
En aquellos tiempos muchos hombres piadosos fueron atraídos hacia el judaísmo: parte de la multitud presente el día de pentecostés26, Nicolás, prosélito de Antioquía27, y los llamados «temerosos de Dios» entre los cuales estaban Justo28 y Cornelio29. De modo que no debería extrañarnos el hecho de que esta cara visible de la iglesia hacia la sociedad que llamamos organizaciones paraeclesiásticas sea un instrumento frecuentemente utilizado por Dios para que la iglesia goce del favor de pueblo y quede en mejor posición para cumplir su misión. Así mismo sucedía en la iglesia primitiva: «y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos30».
Enseñanza de Jesús
Por parábolas y por instrucciones directas, desde los comienzos de su ministerio y hasta el final, gran parte de la enseñanza de Jesús estuvo orientada hacia el cuidado de los más necesitados. Comenzó su ministerio público leyendo en el rollo de Isaías: «Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor31». Si Jesús al hablar de pobres, quebrantados, cautivos y ciegos se estaba refiriendo a una realidad espiritual o material es algo debatible, me inclino por la primera opción (realidad espiritual), lo que de todos modos tendría implicaciones sobre realidades materiales. Lo mismo ocurre con los milagros, que no deberían ser tenidos principalmente como obras sociales, sino como demostraciones de su deidad y enseñanzas dramatizadas. Aun así, hay mucho contenido social en las enseñanzas de Jesús: «guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee32», al joven rico le dijo «una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo33», y cuando Zaqueo afirmó —al escuchar la murmuración de la gente porque Jesús entró en su casa— «he aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres», Jesús no lo reprendió, sino que dijo: «hoy ha venido la salvación a esta casa», reconociendo su intención de ayudar a los más necesitados como un fruto de su arrepentimiento. (La salvación no llegó a esa casa por la obra social de Zaqueo, sino que la obra social evidenció que la salvación había llegado.) También está la parábola del buen samaritano y su llamado final de «Ve, y haz tú lo mismo34». Se podrían citar numerosos ejemplos del cuidado amoroso de Cristo hacia los más necesitados, pero prefiero poner todas las referencias posibles entre dos barras paralelas: Jesús no usó el dar a los pobres como propaganda para su misión (al enterarse que después de verle multiplicar los panes y los peces pretendían hacerlo rey evitó que tal cosa sucediera, retirándose al monte solo35) y nos advirtió que siempre tendríamos a los pobres entre nosotros36, lo que debería matizar cualquier idealismo: la completa eliminación del hambre, de la enfermedad o las injusticias no debería ser nuestra aspiración en este momento. Pero el otro extremo, la indiferencia, tampoco debería ser nuestro lugar: sabemos que siempre tendremos pobres entre nosotros, pero podemos trabajar para que no sean siempre los mismos. Deberíamos hacerlo por amor y convicción, aun sabiendo que nuestro mejor esfuerzo nunca será suficiente. Las enseñanzas de Jesús con toda seguridad han impulsado la carrera las organizaciones paraeclesiásticas, sus enseñanzas previsoras —evitar la propaganda y el idealismo— podrían evitar que se salgan del camino.
Iglesia Apostólica
La «ayuda social» en la iglesia apostólica estaba limitada casi exclusivamente a lo interno, surgió de forma espontánea —no como obligatoriedad— y aunque en su actitud es un precioso ejemplo, en cuanto a su eficiencia dejó mucho qué desear: intentos de usar el sistema para la simulación, injusticia en la distribución y distracción de los apóstoles de sus responsabilidades principales. Aun así, por haber comenzado de forma tan temprana y por la forma en que se gestionó (con relativa independencia al llamado principal de las iglesias), tiene mucho que decir sobre las organizaciones paraeclesiásticas. Antes de avanzar en su estudio, es sabio recordar que el libro de los Hechos es más descriptivo que normativo, nos dice cómo vivieron los primeros cristianos en su contexto histórico particular, no necesariamente cómo tendríamos que vivir todos los creyentes en otros momentos de la historia. Por Hechos sabemos que los primeros cristianos —por lo menos en Jerusalén— practicaron un desprendimiento radical con el siguiente resultado: «no había entre ellos ningún necesitado37». Una lectura superficial podría trasmitir la idea de que la iglesia primitiva eliminó la pobreza (todos fueron enriquecidos), pero en realidad lo que sucedió fue lo contrario: los que más tenían se desprendieron de su abundancia (se empobrecieron voluntariamente) para suplir las necesidades básicas. Para hablar de eliminación de pobreza deberíamos estar ante un sistema sostenible y en vez de nivelar hacia abajo debería hacerlo hacia arriba. La reducción de la pobreza por el asistencialismo es un pensamiento relativamente moderno, intentar aplicarlo a la iglesia del libro de los Hechos, que muy probablemente estaba guiada más por asuntos escatológicos38 que sociales, sería un anacronismo.
El primero desprenderse de sus bienes al parecer fue Bernabé, quien vendió un terreno y puso el dinero «a los pies de los apóstoles39», luego le siguieron —quizás en una competencia carnal— Ananías y Safira40, utilizando estos últimos el engaño para aparentar desprendimiento y generosidad. Con esto se suplían las necesidades básicas de los creyentes necesitados, principalmente los alimentos. Al parecer no se acostumbraba a guardar nada, sino que se usaba lo recibido inmediatamente, a un punto que al encontrarse los apóstoles Pedro y Juan con un cojo de nacimiento que pedía limosna pudieron Pedro pudo decirle: «no tengo plata ni oro41». Inicialmente eran los mismos apóstoles que administraban esta ayuda, pero al aparecer los primeros conflictos (primero la simulación de Ananías y Safira y luego la murmuración por la supuesta parcialidad en la distribución diaria entre las viudas hembreas y griegas) entendieron que esa no era una de sus responsabilidades esenciales y la delegaron: «entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: no es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas42». Aquí se puede identificar una progresión muy reveladora: la asistencia pasó de ser una responsabilidad apostólica (el equivalente al liderazgo de la iglesia en ese momento atendía a las viudas) a una responsabilidad congregacional (hermanos de buen testimonio elegidos por la congregación atendía a las viudas), pero eventualmente pasó a ser una responsabilidad personal (las viudas con familiares deberían ser atendidas por estos): «pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios43». Años después una hambruna afectó la región de Judea y los hermanos de otras partes hicieron lo propio para asistir a los de Jerusalén, lo que evidencia que no había allí un «sistema», los creyentes estaban tanto o más expuestos como el común del pueblo: «entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo44».
A este punto podemos ir extrapolando algunos principios desde la iglesia primitiva a las organizaciones paraeclesiásticas: (1) no hay en el libro de los Hechos tal cosa como un modelo exitoso para la eliminación de la pobreza, como mucho, se evidencia una respuesta ante la pobreza extrema de los creyentes, por ende las organizaciones para eclesiásticas deberían proceder con cuidado al trazar sus metas y propósitos; (2) la iglesia suplió sus necesidades de acuerdo a su perspectiva escatológica, contexto y recursos, así mismo deberíamos proceder nosotros en este tiempo; (3) el sistema se convirtió en una distracción para el liderazgo de la iglesia en sus responsabilidades principales y terminaron desligándose, nosotros deberíamos ser sabios para evitar cargar al liderazgo de la iglesia local con las tareas administrativas de otras organizaciones; (4) la responsabilidad de asistir a los necesitados gradualmente pasó de ser tarea de los lideres a ser tarea de la congregación y luego tarea de cada creyente, del mismo modo, la principal tarea de la iglesia debería recordarles a sus miembros estas responsabilidades, aunque el liderazgo de la iglesia local pueda animarles y aconsejarles para formar entre ellos organizaciones de ayuda auto-gestionadas; (5) fue algo exclusivamente interno sin evidencia de que fueran incluidos los no creyentes o de que se usara la ayuda social como apalancamiento del evangelismo: «así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe45», las organizaciones paraeclesiásticas deberían funcionar también en ese orden de prioridad. El libro de los Hechos demuestra que el fin del evangelio no es eliminar la pobreza, sino la avaricia, y que cuando la avaricia se elimina, se mitiga la pobreza.
El ministerio del apóstol Pablo es otro ejemplo desde la iglesia apostólica muy pertinente a las organizaciones paraeclesiásticas. Él estaba en contacto con la diáspora46 y en algunas de sus prácticas ministeriales su influencia se hace evidente: conocía bien el mundo judío y también el imperio romano, con sus diferentes rutas y medios de transporte. Era políglota: conocía el hebreo antiguo, útil para leer las Escrituras; el arameo, que era hablado por los judíos de palestina y le permitía comunicarse con ellos como su igual, sin despertar la xenofobia; el griego, que era el lenguaje del imperio romano y el de muchos judíos de la diáspora y probablemente el latín. Impresionó al tribuno romano (Claudio Lisias) al hablarle en griego, la lengua del imperio, he inmediatamente después a unos judíos de provenientes de Asia al referirse a ellos también en la suya (probablemente arameo). Era ciudadano romano y supo utilizar ese privilegiado estatus en favor del evangelio. Entendía también la necesidad de la comunicación para evitar el aislamiento y fue el instrumento utilizado por Dios para llevar el cristianismo más allá de las fronteras judías. Pablo puso todos sus recursos para poner la fe de Cristo en las principales ciudades hasta llegar a Roma47. Provenía de Tarso, una de las grandes ciudades del mediterráneo oriental —junto a Alejandría y Éfeso— en la que la diáspora tenía fuerte influencia. Con esto vemos que los viajes de Pablo guardan cierta similitud con las organizaciones paraeclesiásticas modernas. Son muchos los lugares del mundo en los que la para-iglesia preparó el camino que eventualmente recorrió la iglesia. Hay una de las resoluciones del Concilio de Jerusalén que también debería ser tomada en cuenta. Cuando les escribe a los gálatas Pablo describe que más allá del beneplácito para la obra entre los gentiles los hermanos de Jerusalén «nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer48». Vemos aquí que tanto la iglesia como institución como las organizaciones paraeclesiásticas nacieron juntas. Los viajes de Pablo eran al mismo tiempo misiones para establecer iglesias como misiones para canalizar ayuda material; formaba sus propios equipos de trabajo, desarrollaba sus propias prácticas ministeriales, su propia agenda y gestionaba sus propios fondos49, sin embargo, la evidencia apunta a que tenía como base la iglesia de Antioquía: ellos le impusieron las manos a (él y a Bernabé) para comisionarle50 y al final de su viaje a esa iglesia regresaron y rindieron el debido informe: «de allí navegaron a Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido. Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles51». El ministerio de Pablo podría ser considerado como una organización paraeclesiástica primigenia: (1) trabajaba con la iglesia y para la iglesia, sirviendo a las necesidades materiales y espirituales, (2) con relativa libertad de acción, pero estando sus integrantes sujetos a determinadas iglesias locales.
Buenas obras y testimonio personal
Deberíamos buscar un sano balance entre instituciones y testimonio personal, evitando dar delegar totalmente el trabajo a las organizaciones paraeclesiásticas o mostrándolas como el único camino. Regularmente se menciona cómo la iglesia conquistó a Roma, pero no fue que las iglesias locales comenzaron a hacer obra social, sino que el cambio en las convicciones de los cristianos (predicación) los llevo a comportarse de manera diferente (testimonio) y ese fue un instrumento utilizado por Dios para atraer a los hombres.
El tercer capítulo de la carta de Pablo a Tito describe cuál será la evidencia de que la sana doctrina está transformando la vida de los creyentes, ahora no solamente en sus relaciones más cercanas, como se describe en el capítulo dos, sino también ante las autoridades civiles y los ciudadanos en general. Pablo primero da instrucciones sobre cómo cultivar nuestro testimonio público ante ellos (V1-2), luego nos recuerda cómo era nuestra vida antes de venir a Cristo (V3), la forma en que fuimos cambiados (V4-7) y termina con el resultado de este cambio (8-11). Este capítulo demuestra que el testimonio de la iglesia no solamente debe ser cultivado entre sus miembros y sus relaciones más primarias (esposo-esposa / padres-hijos), sino también entre los de afuera. Los primeros dos versículos son especialmente apropiados para las organizaciones paraeclesiásticas. La expresión clave es «dispuestos a toda buena obra» y el contexto no es la iglesia local, sino la sociedad en la que ellos se desenvolvían. Esto significa que como cristianos estamos llamados no solamente a trabajar por el desarrollo de la iglesia local, sino también a toda buena obra para el bienestar de la sociedad. En el original, el término que se traduce aquí buena obra tiene dos fuertes connotaciones: en primer lugar la bondad y en segundo lugar la utilidad. Buenas obras significa obras útiles. La iglesia de Cristo debería formar los mejores ciudadanos de esta tierra, personas que abunden en obras buenas y útiles, que se ocupen por el bienestar del lugar en el cuál Dios los puso. Hay diferentes medios por los cuáles esto puede encontrar expresión: el trabajo productivo, la iniciativa empresarial y la participación activa en el gobierno de las ciudades podrían ser buenos ejemplos, sin embargo, trabajar junto a la iglesia desde una organización con fundamentos eminentemente cristianos, cuya vocación sea directamente el servicio y opere de forma distintivamente cristiana para la gloria de Dios puede ser una opción aún mejor.
Iglesia Medieval
El Israel Antiguo, la diáspora judía, las enseñanzas de Jesús y el ejemplo de la iglesia apostólica pueden ser tenidas como las fuentes conceptuales de este tipo de organizaciones, pero su arquetipo estructural tiene que ser buscado en el medioevo, con los monasterios y las órdenes religiosas. A diferencia de la iglesia, que sirve a la sociedad en los asuntos eternos (espirituales), el monasterio se ocupó de los asuntos más temporales (materiales), pero lo hizo desde una perspectiva distintivamente cristiana. El monasterio tuvo dos momentos, un primer momento, con comunidades monacales primitivas, compuestas en su mayoría por hombres analfabetos o excéntricos deseosos de llamar la atención (viviendo en condiciones en extremo precarias, evitando los alimentos innecesariamente, habitando en columnas, creando fábulas sobre ellos mismos o desarrollando grandes proezas físicas) y un segundo momento con órdenes más organizadas. Este segundo momento responde al patrón de una organización para eclesiástica. La institucionalización del monasterio puede atribuírsele a San Juan Casiano (360 o 365 – 435 A.C), pues fue él quien tomó estas expresiones excéntricas y carentes de propósito productivo y las puso al servicio de la sociedad. Después de vivir él mismo siete años como ermitaño en el desierto de Egipto fundó la Abadía de San Víctor, compuestas por un monasterio para hombres y otro para mujeres con el doble propósito de convertir y educar. Sus Instituciones y Conferencias sentaron el fundamento para la vida en el monasterio y fueron la fuente principal que utilizó eventualmente Benito de Nursia para componer su Regla Benedictina.
El monasterio llegó a ser la institución más innovadora de su tiempo: desarrollando las más avanzadas técnicas agrícolas, diversas artesanías, demostrando una gran capacidad de administración (del tiempo, del talento y del dinero) y espíritu científico, todo esto, con gran organización y disciplina. Ellos fundaron ciudades, mercados para comercializar la producción y crearon el concepto de empleo que eventualmente remplazaría la esclavitud. Eran la casa de la cultura: pusieron la herencia clásica en resguardo durante el medioevo —conservando y trascribiendo libros— y fueron el puente que eventualmente permitió el renacimiento. Las innovaciones prácticas del monasterio eran llevadas hacia afuera, contribuyendo así a la reforma social. El monasterio tenía autonomía con relación a la iglesia, pero era una institución de carácter eclesiástico. Se podría afirmar que las organizaciones paraeclesiásticas modernas en muchos sentidos emulan la obra del monasterio, pero en vez de servir la sociedad «desde afuera», lo hacen «desde adentro». De entre las muchas lecciones que las organizaciones para eclesiásticas pueden rescatar del monasterio esta es la que encuentro más útil: demostró que es posible desarrollar determinadas labores que no necesariamente son parte del ministerio de las iglesias locales (ciencia, agricultura, artesanía) en formas distintivamente cristianas y hacerlo sin cargar a la iglesia local, con un nivel de organización tal que contribuya a la gloria de Dios (mayordomía) y al testimonio de la iglesia ante los hombres.
Reforma Protestante
Durante la reforma protestante hubo un énfasis mayor en la eclesiología, tratando de devolverle a la iglesia su verdadera identidad, que en el desarrollo de organizaciones para eclesiásticas. Esto es entendible, pues la iglesia romana en el medioevo llegó a convertirse en una organización virtualmente omnipresente, con incidencia en casi cualquier aspecto imaginable de la vida. Si se debe considerar como organización paraeclesiástica el trabajo de los reformadores magisteriales52 es algo debatible, pues ellos mismos entendían la reforma magisterial como la expresión de la iglesia misma y no algo aparte. Lutero, por ejemplo, inicialmente anidaba ciertas pretensiones idealistas de volver a la sencillez de la iglesia del Nuevo Testamento (reuniones de creyentes verdaderos para orar, leer las Escrituras, celebrar la Eucaristía y compartir sus necesidades con un fondo para la ayuda mutua), pero eventualmente llegó a atar el progreso de la reforma en Alemania al éxito de los príncipes, llegando a ser esa la expresión de la iglesia en Alemania. Calvino predicaba la separación de la iglesia y el estado, pero llegó a tener en Ginebra una influencia tan grande que él mismo de facto era la autoridad civil, esa fue la expresión de la iglesia en Ginebra. Lo mismo podría decirse de Zwinglio en Zúrich. Más allá de lo anterior, se puede hablar con seguridad de una fuerte actividad paraeclesiástica en este tiempo y sin lugar a dudas encontrar los cimientos de muchas organizaciones que emergieron eventualmente. El protestantismo llevó a los hombres a considerar por ellos mismos —sin ningún intermediario— las Escrituras y luego a examinar sus propias conciencias, esto dio como origen la libertad aplicada a cualquier otra esfera de la experiencia humana: si ya podíamos ser libres en el aspecto más alto, que era el religioso, solamente había que esperar un poco de tiempo para comenzar a ejercer otras libertades más terrenales. Sin la reforma protestante no hablaríamos hoy de «derechos civiles». Otro aspecto en el que la reforma tuvo fuerte incidencia fue en la ética del trabajo, haciendo que los países en los que el protestantismo incidió tuvieran un mayor desarrollo: los protestantes tendían a la laboriosidad, a buscar conocimientos y aplicarlos a la industria y —principalmente los calvinistas— a ver el progreso económico como señal de un carácter piadoso y la pobreza como perversidad. Max Weber resumió esto de la manera siguiente: «los protestantes se lanzan en un número mucho mayor a la fábrica, en la que escalan los puestos superiores del proletariado ilustrado y de la burocracia industrial53». La reforma protestante propicio la revolución industrial. Lo mismo podría decirse del espíritu científico, pues a diferencia del catolicismo, que quedó atado dogmáticamente a la escolástica aristotélica, los protestantes, al responder el llamado bíblico a administrar la creación, asumieron un modelo empírico guiado por las Escrituras. Isaac Newton, por ejemplo, se movía con total naturalidad entre las ciencias físicas y la teología, siendo el ejemplo más vistoso, aunque no el único. ¿Qué tiene que ver lo anterior con las organizaciones paraeclesiásticas? Los derechos civiles, la ética del trabajo y el espíritu científico produjeron tantas de estas organizaciones (universidades, movimientos, medios de comunicación) que rastrear sus historias particulares o incidencias escapa al alcance de este estudio, por eso apuntamos solamente a su génesis.
Post-Reforma
Si al describir las organizaciones paraeclesiásticas en los tiempos de la reforma apuntamos solamente a su génesis en tres grandes fuentes —derechos civiles, ética del trabajo y espíritu científico— en la post-reforma pasaremos directamente a mencionar las instituciones que nacieron de la semilla que anteriormente se sembró. Dado un paso al frente y en confrontación con las prácticas ministeriales de su tiempo, Juan Wesley (1703 – 1791) comenzó a predicar por las calles de forma itinerante y dio origen al Movimiento Metodista (una organización paraeclesiástica durante la mayor parte de su existencia, pues, Wesley se resistía a dejar la Iglesia de Inglaterra). Se estima que anduvo a caballo a lo largo de su vida más de 410,000 kilómetros, llegando a los lugares más recónditos. Fue también pionero en el uso de los laicos en el ministerio. En 1780 Robert Raikes, comenzó la primera Escuela Bíblica, una organización paraeclesiástica que al día de hoy aparenta haber estado junto a la iglesia desde siempre. Él era un periodista cristiano e inicialmente estas escuelas estaban orientadas a dar educación básica a los niños pobres de Inglaterra. En 1793, respondiendo a la desatención de la iglesia a la labor misionera, Guillermo Carey y su familia emprendieron un viaje a la India, dando comienzo al movimiento misionero moderno y la primera Agencia Misionera: la Sociedad Misionera Bautista. En 1804 se fundó en Londres la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, precursora de las Sociedades Bíblicas Unidas. El caso más paradigmático de organización paraeclesiástica es la veintena de iniciativas emprendidas en Inglaterra por William Wilberforce (1759-1833): Sociedad Bíblica Británica Extranjera, Sociedad Misionera de la Iglesia, Sociedad para los Pobres Fabricantes, Sociedad para la supresión del vicio, Sociedad por una Mejor Observancia del Domingo. Iniciativas desde la Cámara de los comunes para controlar el trabajo de los niños, la reforma agraria, la reforma de las prisiones, controles para la aplicación de la pena capital y medidas para evitar la crueldad con los animales. Adicional a lo anterior está la lucha de toda su vida hasta lograr la abolición de la esclavitud, tarea que vio concretada justo al final de sus días.
Tiempos modernos:
Filantropía y Organizaciones paraeclesiásticas
La filantropía54 y la acción de las organizaciones paraeclesiásticas son muy distintas en sus orígenes y motivaciones, pero en los tiempos recientes han tendido a entremezclarse. Presentamos a continuación una diferenciación en sus orígenes y motivaciones.
- Orígenes distintos. La filantropía nació en medio de la abundancia, la acción social de la iglesia en medio de la precariedad: «asimismo, hermanos, os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad55». El primer filántropo moderno fue Johns Hopkins (empresario, abolicionista y cuáquero). Se dice que le dijo a su jardinero que «como el hombre de la parábola, he tenido muchos talentos que me han sido dados y siento que estoy en deuda. No voy a enterrarlos, voy a dárselos a los muchachos que aspiran a una mayor cultura». Sin embargo, el representante más paradigmático de la filantropía como la conocemos hoy, fue Andrew Carnegie, que documentó sus ideas en el libro El evangelio de la riqueza (1901). Afirmaba: «¡Me propongo asignarme un sueldo no mayor de 50.000 $ al año! ¡Aparte de esto necesito cada ganancia, sin hacer ningún esfuerzo por incrementar mi fortuna, para gastar el superávit de cada año para causas nobles! Dejemos a un lado los negocios para siempre, excepto para los demás». Y su cita más célebre: «¡El hombre debe tener un ídolo y amasar fortunas es una de las peores especies de idolatría! ¡Ningún ídolo es más envilecedor que la adoración al dinero!». Sus ideas fueron muy influyentes entre los ricos de su tiempo, Rockefeller, por ejemplo, le escribió una carta con elogios e hizo lo propio con su fortuna.
- Motivaciones distintas. La filantropía es individual, y parte de un compromiso del hombre con la visión del mundo que él mismo creó o asumió (un lugar más educado, más incluyente, más pacífico). Por el contrario, la acción de la iglesia y las organizaciones paraeclesiásticas parte de una visión compartida: llegar a ser parte del reino (haciéndose como niños) y participar junto a Cristo en su acercamiento temporal mientras esperamos su consumación escatológica; consumación que no depende de nuestro esfuerzo, sino que aguardamos con paciencia56. El filántropo realmente cree que con los recursos adecuados tarde o temprano determinados problemas de este tiempo se pueden llegar a resolver —asume la carencia como la fuente de los problemas—, los ciudadanos del reino trabajamos de forma realista, sabiendo que mientras el pecado este presente —la verdadera fuente—, las injusticias, la maldad, la violencia (y toda la pobreza acarreada) pueden y deben ser combatidas, pero no serán completamente resueltas57. Trabajamos por el reino aquí y ahora mientras decimos «venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra58». La filantropía moderna es impulsada —aunque no exclusiva— por un fenómeno netamente norteamericano: el hombre que se hizo a sí mismo (Self-Made Men) es idealista en cuanto al potencial humano, cree que otros hombres dados los medio y las oportunidades también podrán llegar a hacerse a sí mismos. Así, la motivación principal del filántropo puede llegar a ser él mismo: su ejemplo y su legado. Es revelador el hecho de que aquellos que hicieron sus fortunas ellos mismos (fortunas no heredadas) regularmente estén tan dispuestos desprenderse de ellas para el avance de la humanidad en aquella área más consecuente con su propia visión59: Bill Gates y Warren Buffet (36,300MM para salud y educación), George Soros (8,000 MM para derechos humanos, libertad de expresión), Gordon Moore (6,800MM para conservación ambiental y ciencia), Carlos Slim (4,000MM para educación y salud)60. Slim es un caso revelador, pues lo hace a pesar de ser un crítico de la filantropía. En sus palabras: «estoy convencido de que la pobreza no se combate con donaciones, caridad, ni siquiera con el gasto público, pero la combates con salud, educación y trabajo61». Cabría preguntarse si la meta de la filantropía realmente da respuesta a las necesidades más profundas del ser humano; los cristianos sabemos que no. Ni Gates ni Buffet (los dos más grandes filántropos contemporáneos) son cristianos, lo que podría dar la imagen de que aquellos que no tienen su vista puesta en el más allá son más generosos en cuanto a las temporalidades, sería así, si no se contrastara con el ejercito de ciudadanos del reino que se desprenden a nivel mundial de forma recurrente de una parte de su patrimonio relativamente más significativa para ponerlo al servicio de una causa común, pues el 10% de un pobre es mucho más que el 99% de un rico. En palabras de Jesús, al elogiar el desprendimiento de una viuda: «de cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento62». Así, hemos visto que el origen de la filantropía es la abundancia y el de las organizaciones paraeclesiásticas no necesariamente (bien podría hacerse desde la más profunda carencia); que la filantropía es motivada por la visión optimista del mundo y la acción cristiana en una visión del mundo moldeada por la revelación de Dios.
Esta diferenciación no debería restar mérito a la filantropía, se puede diferenciar sin detrimento; el propósito no es restar mérito a la iniciativa personal de compartir lo propio —sea cuál sea la motivación—, sino solamente separar lo que es eclesiástico de lo que no lo es.
El abandono de la labor social en el siglo XX
A pesar del fuerte arraigo del trabajo social en la iglesia cristiana, desde el siglo pasado ha perdido cierto impulso entre los evangélicos, ralentización que John Stott63 atribuye a tres causas principales: (1) en primer lugar una reacción al liberalismo teológico, de forma tal que las iglesias concentraron sus esfuerzos en la defensa de la fe desde el fundamentalismo teológico. En segundo lugar (2) los evangélicos reaccionaron al evangelio social que proponía el comunismo o el socialismo cristiano. Y en tercer lugar (3) la desesperanza y el pesimismo que dejó la primera guerra mundial, rompiendo con el idealismo de la transformación social. De estos tres posibles factores, el primero parece ser el de mayor peso: un enfoque en los fundamentos que llevó toda la atención hacia adentro, llevando a desatender la periferia.
Otro factor a considerar es cómo las posiciones escatológicas prevalecientes en determinado momentos histórico pueden afectar la labor social. El post-milenarismo, por ejemplo, proponía que Cristo retornaría luego de que el milenio fuera establecido sobre la tierra, y trabajaba con optimismo por su implementación. Sin embargo, después de la primera guerra mundial perdió impulso y las demás perspectivas escatológicas como son el pre-milenarismo o el amilenarismo no son tan optimistas con respecto al final de la historia, esto puede haber reducido también el interés de los creyentes por participar en organizaciones paraeclesiásticas.
Conclusiones
Concluyo esbozando algunas recomendaciones prácticas para el desarrollo de organizaciones paraeclesiásticas.
- Orientación a la convicción, no a la «solución». Sin importar nuestra escatología o la aparente posibilidad que tengamos de solucionar completamente los grandes problemas sociales, sabemos por las Escrituras que la causa raíz de todos los males es la naturaleza caída del ser humano. La fuerza impulsora de las organizaciones paraeclesiástica no debería ser el optimismo desenfrenado, sino la convicción de que como cristianos estamos llamados a vivir en el mundo de forma diferente, a pesar del pecado. El hambre, la enfermedad y la pobreza deben ser mitigadas como mitiga el jardinero la mala hierba, pero sabemos que la semilla del mal aún está en el corazón. A menos que la convicción nos impulse podemos ser presa del desánimo y terminar paralizados.
- Principalmente a los hermanos de la fe. Que dentro del pueblo del Señor hayan unos pocos con abundancia y muchos en la más absoluta precariedad es una afrenta para el nombre de Cristo. El mundo no puede solucionar este problema, pero nosotros sí. Quizás no sea sabio proceder como lo hizo la iglesia de Jerusalén, pero deberíamos buscar oportunidades creativas y prácticas para desaparecer la pobreza dentro de los contornos de la iglesia. Cuando esto suceda, este es un poderoso testimonio que podemos dar al mundo65.
- Ni el fin ni los medios. La reforma social no es el fin de la iglesia ni tampoco su medio, sino la consecuencia natural (no mecánica) de que la iglesia alcance su fin por medios legítimos. Cuando el evangelio es predicado (medio) las personas son convertidas a Cristo (fin) y su nueva manera de pensar consecuentemente produce una manera de vivir que impacta la sociedad. Cuando la iglesia intenta impactar la sociedad por medios no legítimos, esto es, sin la predicación del evangelio, deja de ser iglesia y se convierte en fundación; su misión pierde el impacto y llega a igualarse con cualquiera de las otras organizaciones de este mundo. La ausencia de «obra social» en la gran comisión dada por Cristo es muy elocuente: no hacía falta incluir un llamado a alimentar al pobre, atender la viuda o al extranjero, pues cuando el evangelio es predicado tales cosas se evidencian naturalmente. Aquí también hace sentido el llamado de Pablo a la iglesia de creta: si realmente han creído, abunden entonces en buenas obras.
- Evitar el utilitarismo. También se debería evitar utilizar la obra social como anzuelo del evangelismo. No deberíamos alimentar al pobre para colocarlo en una posición favorable hacia el evangelio, lo haremos aunque no produzca un resultado aparente. Lo mismo sucede con la educación: enseñar a leer puede ser un buen móvil para que estudien las Escrituras, pero deberíamos hacerlo aunque aparentemente no veamos el fruto. Nuestras convicciones son la fuerza que deberían estar empujando la organización, de forma tal, que quienes sean atendidos puedan buscar algo más más allá de nosotros y encuentren a Cristo. En este sentido una limitarte de las organizaciones para eclesiásticas contemporáneas es que regularmente promueven una marca : cuando la comida llega en una caja con logo es más difícil que las personas vean a Cristo. Aquí deberíamos recordar que el principio de la mano izquierda funciona a nivel personal, local y también a nivel corporativo.
- Las organizaciones degeneran. Todas las organizaciones degeneran, pero comparativamente es más fácil hacer volver al camino a una iglesia local que ha perdido el rumbo que a una organización para eclesiástica. Las iglesias tienen declaraciones de fe (objetivas), liderazgo establecido según cualificaciones bíblicas y sobre todo, la promesa de Dios que ni aún las puertas del hades prevalecerán contra su iglesia. Es más difícil restaurar una organización paraeclesiástica que una iglesia local. Muchas han terminado desvirtuadas o hasta siendo contrarias a las iglesias66. Algo que podría remediar este mal es mantenerse la organización misma cerca de alguna iglesia local o conjunto de ellas, siguiendo el ejemplo del apóstol Pablo, buscar que sus líderes reúnan por lo menos las cualificaciones de un diácono (servidor) y que sus colaboradores estén sujetos a alguna iglesia local. Admito que estas tres cosas no siempre son posibles, pero en la medida de lo posible podemos intentar acercarnos.
- Evitar la simulación. Muchas iniciativas privadas y fundaciones con intereses particulares se presentan de forma incorrecta como organizaciones paraeclesiásticas, en algunos casos hasta como iglesias. Sospecho que detrás de esa práctica puede haber una buena intención: anunciar que deseamos servir desde nuestro negocio. Sin embargo, esto es contraproducente y en algunos casos da lugar a prácticas de corrupción como la evasión fiscal o la canalización de donaciones para fines personales. Otra causa podría ser cierto prejuicio hacia el lucro, ignorando que es algo loable que un cristiano tenga negocios lucrativos —como podría ser un colegio—, aún más, que lo administre de forma tal que sea una luz en esa industria o sector. Por la definición que anteriormente esbozamos, las organizaciones paraeclesiásticas no buscan un lucro67 y tienen patrimonio común, si ese no fuera el caso, estaríamos ante una empresa (lucro) o una iniciativa filantrópica (patrimonio particular).
Si lo anterior no es suficiente para demostrar la utilidad de las organizaciones paraeclesiásticas cuando son desarrolladas con sabiduría, agregaré lo siguiente: los propósitos de Dios no están atados a las instituciones, evidentemente en cada período de la historia ha actuado principalmente por unos medios determinados, pero no limitado a ellos. Circunscribir el accionar de Dios a instituciones puntuales en cada momento histórico llevaría innecesariamente a un dispensacionalismo institucional. En su momento se intentó limitar la obra de Dios a alguna de estas instituciones —Israel, por ejemplo— pero el propósito de Dios no puede ser contenido. De hecho, para interactuar con la sociedad casi todas las iglesias contemporáneas tienen que valerse de algún componente para-eclesiástico: constituciones legales, juntas directivas o afiliación a otras organizaciones. Esos elementos no son esenciales a las iglesias según los términos bíblicos, pero si muy útiles para su desenvolvimiento.
- Scheitle, Christopher P. (2010). Beyond the Congregation: The World of Christian Nonprofits. USA. Oxford University Press. [↩]
- Hechos 2:42-47 [↩]
- 2 Corintios 8:18-19 [↩]
- Deuteronomio 10:17-18 [↩]
- Deuteronomio 24:17-21 [↩]
- Deuteronomio 26:12-13 [↩]
- Salmo 146:9, Proverbios 15:25, Isaías 1:17, Jeremías 7:6-7, y Zacarías 7:9-10. [↩]
- El relato de Rut, Booz y Noemí es un buen ejemplo de esto. [↩]
- Zacarías 7:8:10 [↩]
- Jeremías 29:4-7 [↩]
- Jueces 4:4 [↩]
- Miqueas 3:11 [↩]
- 1 Samuel 19:19-20 [↩]
- 2 Reyes 2:3 [↩]
- 2 Reyes 2:5 [↩]
- 2 Reyes 4:38 [↩]
- 2 Reyes 6:1-2 [↩]
- 1 Reyes 19:15 [↩]
- Éxodo 19:5 [↩]
- Éxodo 19:6 [↩]
- Es famosa la reprensión que recibió Guillermo Carey cuando en una reunión de pastores bautistas habló de la necesidad de llevar el evangelio a las naciones paganas: «¡Joven, siéntese, siéntese! Usted es un entusiasta, pero cuando a Dios le complazca convertir a los paganos, Él sabrá hacerlo sin consultar ni a usted, ni a mí». [↩]
- El proselitismo también estuvo presente entre las sectas judías de palestina. Una evidencia de esto es que Cristo reprendió a los fariseos por su proselitismo sin compasión. Mateo 23:15. [↩]
- Johnson, Paul. (2010). La historia del cristianismo. Barcelona, España. Ediciones B. [↩]
- Aunque entiendo que el punto se sostiene a modo general, es necesario tener presente que la diáspora, aunque más abierta a los extranjeros, también podía ser muy celosa de sus doctrinas y costumbres: con ellos fue que Pablo más frecuentemente entró en confrontación. [↩]
- Ibíd., p. 6 [↩]
- Hechos 2 [↩]
- Hechos 6:5 [↩]
- Hechos 18:7 [↩]
- Hechos 10:22 [↩]
- Hechos 2:46-47 [↩]
- Lucas 4:18-19 [↩]
- Lucas 12:15 [↩]
- Marcos 10:21 [↩]
- Lucas 10:30-37 [↩]
- Juan 6:15 [↩]
- Juan 12:8 [↩]
- Hechos 4:34 [↩]
- Al esperar el inminente regreso de Cristo lo más natural no era pensar en la sostenibilidad, sino en la subsistencia. [↩]
- Hechos 4:36 [↩]
- Hechos 5:1-2 [↩]
- Hechos 3:6 [↩]
- Hechos 6:2 [↩]
- 1 Timoteo 5:4 [↩]
- Hechos 11:29-30 [↩]
- Gálatas 6:10 [↩]
- Este es un hecho debatible, algunos autores afirman que pertenecía a ella y otros lo contrario: que Pablo era un judío de Jerusalén, pues allí estudió a los pies de Gamaliel y pertenecía a la secta de los fariseos. Ver Vidal, César. (2002). El legado del cristianismo en la cultura occidental. España. Editorial Espasa. Me inclino a pensar que efectivamente provenía de una familia judía helenizada que le había enviado a formarse en Jerusalén. [↩]
- La iglesia en Roma no fue fundada por Pablo, pero se hace muy evidente su intención de trabajar porque el testimonio de Cristo prosperara en la primera ciudad del mundo antiguo: deseaba viajar a Roma y les escribió una carta. [↩]
- Gálatas 2:10 [↩]
- 2 Corintios 8:19 [↩]
- Hechos 13:2 [↩]
- Hechos 14:26 [↩]
- Para fines de estudio los reformadores pueden ser divididos en dos grupos: radicales y magisteriales, los primeros impulsaban la reforma sin la ayuda del magisterio (autoridades civiles) y los segundos entendían que la reforma debía desarrollarse desde el magisterio (con el respaldo de las autoridades civiles). [↩]
- La ética protestante y el espíritu del capitalismo, introducción y edición crítica de Francisco Gil Villegas, FCE, 2003. [↩]
- Por filantropía nos referimos aquí a su expresión más moderna y presente, la idea de que los ricos —en especial aquellos hombres que hicieron su fortuna ellos mismos en el mundo de los negocios— deberían poner su patrimonio al servicio de la sociedad. El origen del concepto como tal es mucho más antiguo, viene de la antigua Grecia. [↩]
- 2 Corintios 8:1-2 [↩]
- Santiago 5:7 [↩]
- Un caso a considerar son los lemas optimistas de algunas organizaciones cristianas, los cuales riñen con las enseñanzas de las Escrituras. Compassion: «Liberando a los niños de la pobreza en el nombre de Jesús». [↩]
- Mateo 6:10 [↩]
- Bill Gates y Warren Buffet lanzaron en el 2010 la campaña The Giving Pledge, con la misión de «invitar a las personas y familias más adineradas de América a que se comprometan a donar la mayor parte de su fortuna con fines filantrópicos». Ese mismo año 50 multimillonarios se adhirieron, comprometiéndose a donar al menos el 50% de sus fortunas. [↩]
- Datos al 2013, obtenidos de un artículo de BBC Mundo y contextualizados con los proyectos de sus fundaciones. (Acceso 8 Septiembre 2014). [↩]
- Declaraciones para USA Today. [↩]
- Marcos 12:43-44 [↩]
- Stott, John R. W. (1991). La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos. EE.UU. Libros Desafío. [↩]
- Ibíd. [↩]
- Juan 13:35 [↩]
- En República Dominicana tenemos el caso de PROFAMILIA, una organización fundada por la iglesia (el misionero Donald Dodd y su esposa Anabelle junto al pastor Alejandro Figueroa de la Iglesia Evangélica Dominicana) que al día de hoy en vez de servir a la iglesia o edificarla, ha abandonado sus orígenes y de hecho se opone a la iglesia. Lo mismo ha sucedido en los EE.UU. con varias universidades. [↩]
- Evitar el lucro no significa que no pueda vender. Algunas organizaciones paraeclesiásticas aplican la mayordomía para vender y usar las ganancias en extender su misión. [↩]