Cuatro (4) motivaciones para trabajar en equipo

Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

Hechos 13:1-3

Dos cosas llaman mi atención al leer la vida de la iglesia que estaba en Antioquía tal como se detalla en Hechos 13: primero la abundancia de dones que estaban allí presentes y después que en todas las descripciones estos hermanos se ven juntos, como un equipo, y no como entes individuales: servían y ayunaban juntos, eran guiados juntos por el Señor, oraban juntos para enviar a sus hermanos, y no los enviaban solos, sino de a dos. ¡Muchos dones y trabajo en equipo!

Difícil y necesario

Trabajar en equipo no será fácil la mayoría de las veces, se generarán conflictos y malos entendidos. El trabajo puede que resulte ser mucho más lento, sobre todo en equipos nuevos o no muy bien coordinados. De todos modos, vale la pena trabajar en equipo, y para hacerlo conviene tener presente las motivaciones que nos llevaron a dejar de trabajar solos. Si estás luchando para integrarte a un equipo o mantenerte dentro, espero que alguna de estas cuatro motivaciones te sea de utilidad. Son cortas, puedes leerla ahora y releerlas cuando vuelvas a necesitarlo, verás que trabajar en equipo es difícil, pero necesario.

  1. Dios me hizo para trabajar en equipo. Esta es la razón más importante que puedo encontrar en medio de las dificultades (conflictos, malos entendidos, diferencias de temperamento, de prioridades o decepciones) para resistir y no volver a trabajar en soledad. Dios es bueno, Dios es sabio, Dios es poderoso, y si fui diseñado por Él para operar corporativamente, no solamente como un ente individual. Aunque en este momento no pueda percibirlo sé que es lo mejor para mí, que me conviene y que puedo por él ser ayudado a dar fruto trabajando junto a otros. Todas las imágenes con que se describe la iglesia en el Nuevo Testamento son comunitarias, colectivas, plurales: un cuerpo, una familia, un edificio, un jardín y un rebaño. Si Dios me hizo para trabajar en equipo me puede ayudar para que logre trabajar así.
  2. Otros tienen dones que yo no tengo. Con el don que he recibido puedo hacer algo, pero el trabajo será mucho más grande y mejor si unimos nuestros diferentes dones. Aún con mi mejor esfuerzo no podré tener los dones que Dios en su soberanía no puso en mí, sino en ellos, mis hermanos. Tengo que desear tanto los dones de los otros, y habituarme a ellos, hasta el punto que encuentre satisfacción en ir más lento o un poco menos cómodo para poder sentir el beneficio de tenerlos. Es como un músico que paga el precio de lidiar con otros músicos para poder juntos interpretar una pieza musical. Quiere estar con ellos porque ya sus oídos se habituaron a la música que pueden hacer juntos, él solo puede hacer alguna música, pero nunca será igual. Dios en su soberanía nos hizo abundantes de una cosa y al mismo tiempo carentes de las otras para que amemos más la compañía que la soledad.
  3. Mis dones pueden ser desarrollados en la soledad, pero mi carácter crece en compañía. La meta no es solamente servir bien a otros, llegar lejos o más rápido, sino que el carácter de Cristo sea formado en mí, y para que esto suceda, tengo que trabajar junto a otros. De hecho, son las dificultades que se generan en la interacción con nuestros hermanos los medios más frecuentes que usa nuestro padre para moldearnos. Así lo dice Proverbios 27:17 «Hierro con hierro se aguza; Y así el hombre aguza el rostro de su amigo». Sería una gran pérdida alcanzar un alto nivel de excelencia en el uso individual de nuestros dones mientras nuestro carácter permanece en el mismo lugar de siempre. Trabajar en equipo nos permite crecer en ambas direcciones: hacia adentro (carácter) y hacia afuera (dones).
  4. Trabajar en equipo es más seguro. El ego y la vanagloria están atados a la soledad. Hay un momento al cuál todo siervo del Señor le debe temer y es a quedar en la situación de haber hecho algo tan grande o excelente que tenga que lidiar él sólo con el reconocimiento de los hombres. ¡Qué seguro está el siervo que trabajó junto a otros, el que puede decir «hemos sido usados por nuestro Dios para avanzar esta gran obra»! No solamente tiene más deleite, al tener con quien celebrar, sino que está mucho mejor protegido, pues los reflectores nunca estarán directamente o solamente sobre él. Evitar la vanagloria debería ser una razón de peso para trabajar siempre por lo menos junto a uno más.

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