Aprender a trabajar mejor
Uno de los primeros trabajos que tuve fue para una empresa relativamente grande. Había tenido otros anteriormente, más informales, pero en este me llamó la atención que no solamente se ocuparon de mostrarme el trabajo que esperaban que hiciera, tomaron también algún tiempo para enseñarme cómo hacerlo de la manera correcta, buscando el aseguramiento de la calidad (la excelencia) y la reducción del ausentismo (la continuidad). Aprendí allí cosas como la importancia de trabajar en un ambiente bien iluminado, en un entorno ordenado y bien señalizado y con la postura correcta del cuerpo. No pretendo haber integrado ya todas esas cosas, sigo luchando con algunas y trabajando para hacerlo, pero agradezco al Señor haberme llevado allí y exponerme a esa experiencia. Ahora quisiera implementar en el trabajo que mis hermanos y yo hacemos para el Señor las mejores prácticas que estén a nuestro alcance: no solamente servir a los demás con nuestros dones, sino hacerlo como buenos administradores.
Buenas prácticas ministeriales
(Como buenos administradores)
- Documenta tu trabajo. Aunque seas actualmente el único miembro del equipo hazlo como si muchos otros necesitaran estar al tanto. Una buena práctica en este sentido es tomar una tarea y anotar en un cuaderno todos los pasos necesarios (checklist) que se deben dar para completarla en el mejor orden posible. La tarea que aparenta ser más sencilla podría requerir una gran cantidad de pasos que por la fuerza de la costumbre completas en modo automático. Cuando te acostumbras a documentar llegas a entender que el primer paso para completar una tarea es precisamente documentarla y que ninguna tarea está realmente completa hasta que no se ha documentado. Tener un diario para documentar nuestro trabajo ministerial y eventualmente poder ir con él ante el Señor —mira el último punto— podría ser un gran avance. (Cuando trabajé como programador de computadoras siempre agradecí al encontrar que el programador que anteriormente trabajó con el código fue lo suficientemente diligente en documentar su trabajo.)
- Ordena tu espacio. El principio aquí es que el entorno condiciona la conducta. Cuando una tarea se desarrolla en un entorno desordenado el resultado tiende a ser así mismo. Llegar unos minutos antes al espacio donde servirás —para asegurarte que todo está en su lugar— y quedarte unos minutos después para dejar el espacio listo para la siguiente actividad puede hacer la diferencia. La experiencia de llegar a tomar una clase bíblica o a adorar en un lugar que se siente ordenado es muy superior a hacerlo en medio del desorden. Para que esto sea sostenible en el tiempo hace falta interiorizar el principio (el entorno condiciona la conducta) no solamente la tarea (el lugar tiene que estar ordenado). Cuando llegamos a entender que al Señor no solamente le importa nuestro sacrificio, sino la manera y el lugar en el que este será presentado, el entorno donde trabajamos para él llega a tener otro valor, y lo cuidamos más. Leer las prácticas de adoración del Antiguo Testamento puede enseñarnos mucho al respecto del orden en el lugar donde servimos al Señor. Cuando nuestra iglesia comenzó nos reuníamos en el estacionamiento de un taller de autos. Ordenar nuestro espacio a veces significó llegar temprano para ayudar a recoger las herramientas y limpiar la grasa que dejaban los mecánicos. Cuanto más deberíamos hacerlo ahora, siempre para la gloria del Señor. (Titulé este punto como «tu espacio» intencionalmente, pues aunque más de un ministerio lo utilice debes asumirlo como tuyo para que quieras cuidarlo.)
- Piensa en la sostenibilidad. Nuestro deseo es serles útiles a nuestro Señor (continuamente y por muchos años), queremos hacer de nuestro ministerio nuestra carrera y no solamente un hobby. En el campo de la música, quienes la asumen como carrera no solamente ejecutan el instrumento, sino que lo ejecutan de forma tal que puedan hacerlo por muchos años, con niveles de excelencia crecientes. Eso les hace ser más cuidadosos de su cuerpo y del instrumento mismo. Enfermase de forma tal que no puedan alcanzar un calendario de presentaciones o lesionarse de forma tal que no puedan continuar con su carrera sería una gran pérdida para ellos. Asuntos como las horas de preparación y ejecución que requiere nuestro trabajo y las correspondientes horas de descanso posterior deberían ponernos en alerta. La única manera de servir al Señor por muchos años en ciclos constantes de trabajo y reposo es ser muy disciplinados. Tener una agenda y aprender a seleccionar con cuidado nuestros diferentes compromisos es un primer paso. Pregúntate: ¿por cuánto tiempo más podría seguir haciendo este trabajo para el Señor y qué podría hacer para que sea más sostenible? ¿Tengo ahora la disciplina necesaria para cumplir un ministerio con fidelidad o frecuentemente me veo faltando a mis compromisos? ¿Qué tiempo me toma prepararme, hacerlo y reponerme (descansar)?
- Mejora continuamente. Es esperable que año tras año crezcan tus habilidades, conocimiento y experiencia, lo que repercutirá en mayor fruto y gloria para el Señor. Un buen administrador evalúa continuamente el año actual a la luz de los años anteriores y cuando encuentra que la producción se estanca toma las medidas de lugar. Es triste ver como el conformismo abunda en las iglesias, hermanos cuyo nivel de fruto se encuentra en el mismo punto desde hace mucho tiempo. Sería entendible si fuera el caso de que llegaron a su nivel de fruto más alto o de que para que el trabajo sea sostenible necesitan ir más despacio, pero realmente podría tratarse de pereza, negligencia o haberse dejado rodear por las distracciones. Mejorar requiere entrenamiento, capacitación, ser expuestos a mejores prácticas ministeriales de forma tal que podamos imitarlas. Lee los mejores libros sobre tu ministerio, busca entrenamiento adicional, cultiva relaciones con otros ministros y practica constantemente. En algunos deportes los atletas acostumbran a grabar sus entrenamientos para luego poder ver qué cosas deberían hacer mejor, hazlo, si te es posible, en tu ministerio particular.
- Prepárate para rendir cuentas. Comienza pensando en el final: ¿qué quisieras poder llevar como resultado ante tu Señor? En cuanto a esto, un buen siervo debería tener como práctica ir frecuentemente en oración a la presencia del su Señor a resumirle aquello que ha estado haciendo para él. Tenemos dos razones para hacerlo: recordarnos a nosotros mismos que trabajamos para Él y con la expectativa de recibir un nivel de responsabilidad aún mayor: más recursos, más área de trabajo, más colaboradores. Así mismo, un día todos rendiremos la cuenta final delante del tribunal del Señor, y conviene que hayamos sido lo suficientemente diligentes, tanto al hacer el trabajo como al documentarlo y mejorarlo. En el trabajo que mencioné al principio teníamos reunión de seguimiento todos los lunes: quien no había sido diligente durante la semana en documentar su trabajo frecuentemente al llegar su turno —aún habiendo trabajado— se encontraba sin palabras, pues no tenía nada para compartir, ¡sería reprendido! Nos mueve poder recibir esta evaluación: «bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor»1.
- Mateo 25:23 [↩]