Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Mateo 5:7
La misericordia es la expresión intencional del amor, impulsada por el EspÃritu Santo y expresada ante aquellos que de forma natural no entrarÃan en nuestro radar.
Serie de ArtÃculos Este artÃculo es la quinta parte de una serie más extensa (ocho artÃculos en total) sobre las bienaventuranzas. Pueden leer la introducción (Introducción al estudio de las Bienaventuranzas), la primera parte (bienaventurados los pobres en espÃritu) la segunda (Bienaventurados los que lloran), la tercera (Bienaventurados los mansos) y la cuarta (bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia). Inicialmente esta fue una serie de sermones predicados en nuestra iglesia entre Febrero 2015 y Febrero 2016.
Somos conocidos como el pueblo del libro (la predicación, las escuelas bÃblicas, la literatura), pero deberÃamos usar también las manos.
Ahora el Señor presenta una actitud, una disposición del corazón, y deja abierta la puerta para diferentes actos de misericordia. En vez de limitar la bienaventuranza a los que alimentan al pobre, socorren a la viuda o protegen al extranjero, la encamina, al igual que las anteriores, hacia lo general, no a actos puntuales, sino a la disposición. Tengo que introducir esta quinta bienaventuranza con una autocrÃtica: al cristianismo evangélico le harÃa bien un poco más de misericordia, más intencionalidad, somos conocidos como el pueblo del libro (la predicación, las escuelas bÃblicas, la literatura), pero deberÃamos usar también las manos. Sospecho que al huir de la doctrina católico-romana de la salvación por obras y al enfocar nuestros esfuerzos en el siglo pasado en enfrentar el liberalismo, terminamos descuidando este aspecto también necesario de la vida cristiana que son las obras de misericordia. He utilizado intencionalmente la palabra necesario, para llamar la atención. ¿Necesario para qué, acaso para alcanzar la salvación? No, de hecho, ninguna de las bienaventuranzas conducen a la salvación, pero ellas todas la evidencian. Santiago 2 es un contundente llamado en este sentido: una fe que no se evidencia en obras concretas, incluida la misericordia, está muerta. La misericordia es la expresión intencional del amor, impulsada por el EspÃritu Santo y expresada ante aquellos que de forma natural no entrarÃan en nuestro radar. Misericordioso no es aquel que puede proveer para su familia y amigos, o para quien podrá eventualmente retribuirle, sino aquel que lo hace ante quienes no se sentirÃa obligado o comprometido a hacerlo.
Cuando estuvo en medio nuestro no solamente ofreció discursos, señales y prodigios y cumplimiento profético, de Él se desprendÃan corrientes de amor que alcanzaban a los más necesitados.
La misericordia estuvo muy presente en el ministerio del Señor, siendo frecuentemente «movido a misericordia»: tocaba personas, interactuaba con ellas, se interesaba por escuchar su necesidad animándoles a expresarla, aunque Él conocÃa los pensamientos de cada hombre sin tener ellos que vocalizarlos, siendo este detalle muy revelador. No te pregunto para conocer lo que necesitas (de hecho ya lo sé), te pregunto porque mi imagen está en ti, eso te hace digno de recibir no solamente la respuesta pragmática a tu necesidad puntual, sino también algunos minutos de mi tiempo, la atención de alguien que se preocupa no solamente porque camines sino que está interesado genuinamente en ti y en tu historia. Cuando estuvo en medio nuestro no solamente ofreció discursos, señales y prodigios y cumplimiento profético, de Él se desprendÃan corrientes de amor que alcanzaban a los más necesitados. Es el caso de la viuda de NaÃn, que mientras caminaba con la multitud a enterrar a su único hijo se encontró con el Maestro: «el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: no llores1». Luego levanto al difunto de entre los muertos. Este no fue solamente un milagro dramático del tipo de Juan llama «señales» (convertir el agua en vino para mostrar la superioridad del nuevo pacto, multiplicar el pan para enseñar que Él es el pan de vida), sino un acto de amor, motivo principalmente por la misericordia. Genuina compasión.
Más allá del prejuicio hacia lo que podrÃa devolvernos a la salvación por obras o el enfoque de nuestra atención en otras áreas, existen barreras puntuales para la expresión de la misericordia que hacemos bien en conocer para que podamos saltarlas o bordearlas cuando se presenten.
El énfasis desmedido en el potencial alimenta más la competencia que la colaboración y en vez de crear espacio para la misericordia, prevalece la actitud agresiva y despiadada.
La creación de escaleras. La misericordia ha quedado algo afectada con la popularización de las teorÃas sobre el desarrollo humano y el potencial del individuo, la tendencia no es a socorrer, sino a crear oportunidades. Sin embargo, por muchas oportunidades que pudieran crearse, en la sociedad siempre tendremos personas desposeÃdas («siempre tendréis pobres con vosotros2»), entre otras cosas, por la realidad general del mundo caÃdo y la presencia puntual del pecado. Los economistas han mostrado cómo el aumento en la riqueza de una nación (PIB) no es suficiente para eliminar la pobreza extrema, sino que naturalmente —sin intervención— tienen a ampliar la brecha de injusticia: los ricos llegan a ser más ricos y los pobres más pobres. El énfasis desmedido en el potencial alimenta más la competencia que la colaboración y en vez de crear espacio para la misericordia, prevalece la actitud agresiva y despiadada. Debemos trabajar para crear oportunidades, pero que la oportunidad no ponga en pausa esta bienaventuranza: bienaventurado aquel que levanta tantas escaleras como le sea posible para que los hombres suban por sus propios medios, y aun asÃ, luego va y también carga a algunos. Ay del hombre que utiliza las escaleras como excusa para mirar hacia otro lado.
Hacer misericordia no es contemplar por un momento la desgracia ajena para sentirnos nosotros un poco mejor, eso es usar al pobre, ponerlo detrás de una vitrina.
A menos que el engaño sea evidente, será muy difÃcil determinarlo, y probablemente en nuestro afán por huir del engaño perdamos hermosas oportunidades.
La excusa de la frecuencia del engaño. Es innegable, gran parte de las oportunidades de misericordia que se presentan ante nosotros son intentos de utilizar la benevolencia para obtener provecho. Aquà los cristianos tenemos un dilema, lo cual, como vimos en la cuarta bienaventuranza es una buena señal: queremos realmente hacer misericordia, pero no queremos ser engañados. El hecho es que a menos que el engaño sea evidente, será muy difÃcil determinarlo, y probablemente en nuestro afán por huir del engaño perdamos hermosas oportunidades. Ayuda el hecho de lo que ya hemos visto: si ya superamos el obstáculo de la existencia de escaleras y estando dispuestos a carga a algunos a pesar de ellas, si ya dejamos de aspirar a ayudar solamente al que tiene méritos y al de buen proceder (creyentes, gente correcta), si ya sabemos que posiblemente tendremos que repetir el acto de amor (si tenemos la posibilidad de hacerlo) muchas veces, entonces hemos eliminado del universo de posibilidades cosas que regularmente los hombres consideran engaños. Solamente quedarÃamos expuestos a la estafa directa: gente que miente y realmente no necesita. Aquà tenemos que proceder con sabidurÃa y prudencia, no deseamos reforzar esta expresión de la maldad, no deseamos promover los vicios, pero aun asà tenemos ante nosotros la oportunidad de hacer misericordia, en este caso a un mentiroso. Nuestra disposición es a actuar con misericordia, y aunque no respondamos del modo que el necesitado puede estar esperando (dinero, regularmente) podemos ofrecer otros medios que mitiguen también necesidades y se presten menos a la corrupción. En nuestros paÃses tenemos redes de pedigüeños que están siendo explotados, eso es trata de personas, un tipo de esclavitud. Evitemos por todos los medios reforzar esas redes de maldad, pero evitemos vejar dos veces a las vÃctimas: esos niños que piden en las calles también comen, su explotador les quitará el dinero que pongas en sus bolsillos pero no puede quitar los alimentos de su estómago. De todos modos, es importante recordar que muchas necesidades reales son amplificadas en forma dramática por quienes buscan ayuda porque saben que de otro modo no serÃan atendidos: el hombre natural interviene cuando su corazón endurecido es motivo, y para ello hace falta mucho drama: el engaño y la falta de compasión son pecados que vienen en pareja; si fuéramos bienaventurados, si tuviera nuestro corazón una predisposición a ayudar, el necesitado no tendrÃa que mentirnos. Sobre todo, hagámoslo de corazón, como para el Señor y no para los hombres5, pues aunque seamos engañados en nuestra buena fe, del Señor recibiremos la recompensa, sabiendo que es a Él a quien en última instancia servimos. El Señor dijo que «por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará», que sea esta una solemne advertencia, no una excusa6. Que nuestro corazón, atendido por el EspÃritu Santo, se mantenga cálido. El bienaventurado alimentará (según tenga oportunidad) a los engañadores que haga falta para llegar al verdadero necesitado, esa es la consecuencia de expresar el reino en un mundo caÃdo.
Esos niños que piden en las calles también comen, su explotador les quitará el dinero que pongas en sus bolsillos pero no puede quitar los alimentos de su estómago.
Si la misericordia es el vestido de los escogidos de Dios10, que el Señor no nos encuentre desnudos. Seamos sensibles al EspÃritu Santo y abramos los ojos intencionalmente, de modo que podamos ver lo que de otro modo nos pasarÃa desapercibidos, que mientras estemos sobre esta tierra hagamos tanto bien a los otros como nos sea posible.
Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. 2 Corintios 9:10-11