Introducción al estudio de las Bienaventuranzas

Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo.

Mateo 5:1-2

Su lugar en el Evangelio de Mateo

Gran parte de los aspectos prácticos de la vida cristiana, para entenderlos correctamente, deben ser rastreados hasta el Sermón del Monte.

Esta parte de Mateo, que abarca los capítulos del cinco al siete, constituye la más extensa unidad de enseñanza discursiva de nuestro Señor Jesucristo documentada en este evangelio. Mateo incluye dos discursos más: uno exclusivamente para sus discípulos, sobre el siervo y su misión (10:16-42), y el discurso de las siete parábolas del reino (13:1-52), pero no son tan extensos ni abarcan tantos temas como este primero. Está compuesto por instrucciones directas, parábolas, explicaciones sobre la ley, advertencias y consejos misceláneos. El discurso completo se conoce como El Sermón del Monte y la primera sección como Las Bienaventuranzas: una descripción de cómo deberían ser el carácter y el testimonio de los ciudadanos del reino. Este discurso permea todo el cuerpo de su enseñanza, a un punto tal, que gran parte de los aspectos prácticos de la vida cristiana, para entenderlos correctamente, deben ser rastreados hasta el Sermón del Monte.

Una inducción al reino de los cielos

Este discurso nació de la propia y temprana voluntad del Maestro de abrir su boca para enseñar, se deja ver una intencionalidad introductoria, un tipo de inducción al reino.

Mientras estuvo entre nosotros, Cristo siempre estuvo enseñando, ya sea en forma de testimonio (con la forma en que vivió), en forma dramática con sus milagros, con sus discursos o por medio de las respuestas dadas a preguntas de sus discípulos o de sus opositores, pero ya que este discurso nació de la propia y temprana voluntad del Maestro de abrir su boca para enseñar, se deja ver una intencionalidad introductoria, un tipo de inducción al reino, que lo hace especialmente atractivo. Si no hay una pregunta planteada, si no hay una situación especial que origine el discurso, si aún no estamos en las ocasiones que llegarían después con los líderes judíos y los doctores de la ley intentando hacerle caer con sus propias palabras, ¿sobre qué quisiera enseñar? He aquí el Sermón del Monte, y en especial las Bienaventuranzas. En este ensayo introduciremos las Bienaventuranzas a la luz del tema central del libro de Mateo (El reino de los Cielos) y desde una perspectiva pastoral, con el propósito de ayudar a su estudio y corregir distorsiones en su interpretación.

Cuatro (4) razones para introducir el estudio

Podría parecer un esfuerzo muy limitado introducir extensamente una porción relativamente corta de las Sagradas Escrituras (12 versículos) en vez de limitarnos a exponerlas directamente, sin embargo, entiendo necesario hacerlo, por las razones siguientes:

  1. Diferentes interpretaciones. Estos doce versículos son en apariencia los más sencillos de todo el Nuevo Testamento, con claridad meridiana, con un lenguaje relativamente llano, aparenta no hacer falta mucho esfuerzo para captar su significado, como sí sucede con otras porciones de las Escrituras. Sin embargo, basta tomar dos comentarios de Mateo 5 —en especial de épocas distintas: patrística, medieval, ilustración o contemporánea— para constatar que diferentes generaciones de creyentes han llegado a conclusiones radicalmente opuestas sobre las Bienaventuranzas; lo que aparenta ser sencillo y claro es uno de los caminos donde más frecuentemente suceden accidentes. También es común que las prioridades de quien las expone prevalezcan ante el significado del texto mismo: alguien se acerca a las bienaventuranzas con su propia agenda y por la naturaleza general de las mismas (Cristo solamente amplificó un poco la última de ellas con un comentario adicional) encuentre fácil la tarea de introducir su propias ideas para cubrirse artificialmente de validez y autoridad. Introducir el estudio de las mismas podría prevenir tropiezos y quizás hasta enmendar la dirección de alguno.
  2. El postmodernismo cristiano, con su minimalismo doctrinal, ha levantado el Sermón del Monte como su bandera y han hecho de las bienaventuranzas su nuevo decálogo. Señalan estos doce versículos con su elegante armonía y simplicidad en un intento por despojar la Teología Sistemática del lugar que con justicia le dio la ilustración. Para ellos, estos tres capítulos son la cúspide de la revelación, y en vez de intentar entender el desarrollo de determinada doctrina a lo largo de todas las Escrituras, eligen no trabajar las aparentes contradicciones ni complementar lo aquí expresado con otras partes de las Escrituras. En esta introducción veremos que las Bienaventuranzas realmente tienen un lugar importante, pero que no son suficientes, en especial se quedan cortas en el evangelismo, pues no confrontan directamente al hombre con su pecado (sí lo pueden hacer por contraste) ni muestran en Cristo la solución. Este es el problema del evangelismo postmoderno: cubre el muerto con vestiduras delicadas, pero no lo revive.
  3. El liberalismo teológico ha querido ver en las bienaventuranzas una exposición doctrinal muy sencilla que es contradictoria a la elaborada doctrina contenida en las cartas paulinas. Desde principios del siglo pasado se ha estado avivando la llama de lo que consideran diferencias irreconciliables entre Pablo y Jesús, consideran que Pablo fue un innovador, no un seguidor. Veremos que las bienaventuranzas sirven a un propósito puntual (explicar cómo es la vida en el reino) en el contexto del tema principal del libro de Mateo (El reino de los cielos); que evidentemente hay continuidad doctrinal entre las bienaventuranzas y las cartas paulinas, pero que comparar un libro completo o los libros de un autor con partes puntuales de otro para intentar demostrar así una contradicción no es justo.
  4. Expectativas del reino. Aunque concisas, las bienaventuranzas hacen marcados contrastes entre las expectativas que tenían los judíos del reino (incluidos los discípulos) y lo que es verdaderamente la vida en el reino que pueden pasar desapercibidos para quien desconoce el contexto histórico en que fueron dadas (opresión y expectativas). Desconocer la expectativa de prosperidad material, militarismo y retaliación presentes en la mente judía en el tiempo de Jesús hace de las bienaventuranzas una serie de lanzamientos difusos, parecidos a los discursos metafísicos que intentan sobrecoger la mente sin confrontar. Veremos que estas ocho Bienaventuranzas no fueron lanzadas al vacío, que persiguen propósitos concretos, confrontacionales, identificables a la luz del contexto histórico.

Del Siglo XIX hacia atrás

Spurgeon veía en las bienaventuranzas la respuesta a una pregunta: «¿quiénes son los salvos?»

Los grandes predicadores de todas las épocas se han detenido en este sermón como quien cava un pozo para vez tras vez volver a visitarlo. Spurgeon veía en las bienaventuranzas la respuesta a una pregunta: «¿quiénes son los salvos?», pregunta que también podría ser planteada de este modo: «¿cuáles son las marcas y evidencias de una obra de gracia en el alma?». Visitó con sus sermones las bienaventuranzas en 1859, volvió a hacerlo en 1861, y varias veces en 1873 (una por sermón y previamente un sermón introductorio, esta serie quedó inconclusa, al parecer por problemas de salud. De todos modos, en un libro que escribió casi al final de su vida pudo exponer la última de ellas al comentar Mateo 5:10: «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia»). En su opinión: «Si deseas ver al mundo trastornado a la perfección, lee el capítulo quinto del Evangelio de Mateo: allí tienes un resumen completo del mundo puesto de cabeza. Jesucristo trastornó el mundo con el primer sermón que predicó1». Aún más atrás, los Padres Apostólicos visitaron con frecuencia las bienaventuranzas: Juan Crisóstomo, Agustín de Hipona y Jerónimo de Estridón tuvieron mucho qué decir, y mucho de lo que dijeron está así documentado en la Catena Aurea.

Del Siglo XX en adelante

Si me parece que son difíciles y duras, si me parece que son demasiado rigurosas y que describen un tipo de vida que me desagrada, temo que eso signifique simplemente que no soy cristiano.

Martin Lloyd-Jones

En el último siglo esta porción de las Sagradas Escrituras también ha sido bien atendida: el Doctor Martin Lloyd-Jones se ocupó del Sermón del Monte durante treinta domingos casi consecutivos en la Capilla de Westminster, estos sermones fueron taquigrafiados y dieron forma al que quizás sea el comentario más importante del Sermón del Monte escrito el siglo pasado, una joya de la predicación expositiva. Lloyd-Jones expuso las bienaventuranzas como una descripción general del cristiano y confrontó a su feligresía con esta pregunta: «¿Ves cuán esencialmente es diferente del no cristiano? Mi reacción inmediata frente a estas bienaventuranzas indica exactamente lo que soy. Si me parece que son difíciles y duras, si me parece que son demasiado rigurosas y que describen un tipo de vida que me desagrada, temo que eso signifique simplemente que no soy cristiano. Si no deseo ser así, debo de estar muerto en transgresiones y pecados, no he recibido nunca la vida nueva. Pero si siento que soy indigno y, con todo, deseo ser así, bien, por muy indigno que sea, si este es mi deseo y ambición, debe de haber una vida nueva en mí, debo de ser hijo de Dios, debo de ser ciudadano del Reino de los cielos, y del amado Hijo de Dios. Que cada cual se examine a sí mismo2». John Stott, contemporáneo suyo, al referirse al Sermón del Monte confesó haber «caído bajo su encanto, o más bien bajo el encanto de aquel que lo predicó». Al referirse a las bienaventuranzas, afirmó que «su sencilla forma de expresión y la profundidad de pensamiento que contienen han atraído a cada nueva generación de cristianos, y a muchos otros. Cuanto más exploramos sus implicaciones, más significado surge para explorar. Su riqueza es inagotable. No podemos sondear sus profundidades3». Su libro sobre el Sermón del Monte es más breve que el de Lloyd-Jones, pero sumamente práctico, lo enfoca desde el punto de vista de la contracultura, que es el título original de la obra en Inglés (‘Christian counter-culture’).

Más recientemente John Macarthur publicó un libro, también breve, sobre las Bienaventuranzas, exponiendo cada una de ellas con la felicidad como tema central. Una gran aportación suya es la introducción al término mismo (‘Makarios’ en griego) en su contexto gramático-histórico; esto puede ser complementado con la introducción que hace Donald A. Carson4 a las Bienaventuranzas en la que afirma que al ser traducido como ‘feliz el hombre’, el término sale perdiendo, en su opinión, la bienaventuranza no puede reducirse a la felicidad. Carson admite como válida la traducción, pero prefiere que Makarios sea traducido como ‘bendecido’, en el sentido de ser aprobado por Dios.

En los círculos liberales

León Tolstói, que con sus ideas —extraídas en gran medida de su interpretación del Sermón del Monte— inspiró a Gandhi y Martin Luther King.

Pero no solamente entre los círculos conservadores el Sermón del Monte y las Bienaventuranzas han llamado la atención, también entre los liberales, con una explicación pragmática y general del mismo (la salvación de la sociedad como su fin, una agenda alternativa) y hasta entre los metafísicos, con la obra de Emmet Fox, que aún goza de relativa popularidad entre los grupos de Alcohólicos Anónimos. Facundo Cabral dijo que en 1954 un vagabundo se lo recitó y al escucharlo sintió «que estaba renaciendo». Conmocionado por el sermón escribió su primera canción. Cantó algunas de las bienaventuranzas —agregando sus propios aforismos y notas biográficas— en la canción ‘Vuela bajo’. Mención especial merece León Tolstói, que con sus ideas —extraídas en gran medida de su interpretación del Sermón del Monte— inspiró a Gandhi y Martin Luther King, con lo que podría llamarse el ala izquierda. En su última novela (biográfica) relató en el personaje del Príncipe Neklhudov lo que muy probablemente fue su propia experiencia con el Sermón del Monte:

Neklhudov, sentado, miraba absorto la luz de la lámpara que ardía con lentitud, y su corazón cesó de latir. Recordando toda la confusión monstruosa de la vida que llevamos, se imaginó como sería esta vida si a la gente se la enseñara a obedecer con sencillez estos mandamientos, y un éxtasis tal como no había sentido en mucho tiempo le invadió el alma. Fue como si después de muchos sufrimientos alcanzara por fin y en forma repentina, la paz y la liberación5.

Una buena razón para el estudio contemporáneo

Ellas permanecen firmes, no hay nada qué agregar, pero cada generación de creyentes necesita visitarla en el contexto de sus necesidades particulares.

Con todo esto vemos que el Sermón del Monte, y en especial las bienaventuranzas, han venido captando la atención de generaciones de predicadores, desde los padres de la iglesia hasta los más recientes, que de este pozo ha salido agua para saciar la sed de generaciones. También vemos que por sencillos que puedan parecer estos doce versículos que corresponden a las bienaventuranzas es muy posible que dos personas sean expuestas ante ellas y extraigan conclusiones diametralmente opuestas, de ahí la necesidad no solamente de admirar las bienaventuranzas, sino buscar entenderlas. Es natural que ante ellas quedemos sobrecogidos, pero bien hacemos al evitar que la emoción se desborde en una u otra dirección hasta aseguremos de que hemos entendido bien la dirección hacia la que Dios, con ellas, quiere dirigirnos. Cabe preguntarse que para qué exponer nuevamente las bienaventuranzas, siendo una de las partes de las Escrituras más ampliamente expuestas y comentadas, la razón es la siguiente: ellas permanecen firmes, no hay nada qué agregar, pero cada generación de creyentes necesita visitarla en el contexto de sus necesidades particulares. Un ejemplo de esto es la obra del Dr. Lloyd-Jones, en ella se deja ver un contexto de post-guerra, evidentemente estuvo pastoreando a Inglaterra con la misma vara de las bienaventuranzas pero en un contexto distinto al nuestro.

El propósito de las bienaventuranzas

Para evitar conclusiones erróneas sobre cada una de las bienaventuranzas conviene aproximarnos primero al propósito general del conjunto, pues cuando el propósito general se pierde de vista, cada una, funcionando de forma separada, puede ser sacada fácilmente de contexto. Las bienaventuranzas como tal no son una unidad independiente, ellas forman parte de un discurso mayor, que es el Sermón del Monte, y el Sermón del Monte es a su vez parte de una obra completa que es el Evangelio de Mateo. Es fácil demostrar que el tema central en este evangelio es el Reino de los Cielos, un tema que escapa al alcance de este ensayo, pero para entenderlas, es necesario remarcar el evidente contraste que hacen las Bienaventuranzas con las expectativas del reino que prevalecía en la mente de los judíos. El pueblo de Israel había estado esperando al Mesías durante mucho tiempo, pues sabían que con Él llegaría el reino prometido, pero Juan les anunció que no bastaba con esperarlo, que para poder ser parte había que estar preparado. Su mensaje era sencillo, pero contundente: el reino se había acercado, pero no era algo que se recibiría automáticamente, necesitaban arrepentirse, confesar sus pecados y mostrar frutos dignos de dicho arrepentimiento. De hecho, lo que primero se establece en el evangelio de Mateo, justo antes de que se nos dieran las bienaventuranzas, es que el reino sería particular, no general (para todos los judíos): tanto Juan el Bautista como el mismo Cristo presentaron un reino que se había acercado, uno que estaba al alcance, pero cuyo acceso no era automático: «arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado6». El mensaje de Juan era un balde de agua fría a las expectativas judías: el reino estaba aquí, pero con ser judíos no era suficiente para tener acceso, el arrepentimiento era el paso previo. Con este mismo mensaje comenzó Cristo su ministerio público: «desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado7». La invitación al reino no es Mateo 5, sino Mateo 3 y 4. Quizás el fracaso liberal al entender el Sermón del Monte ha estado al ignorar el arrepentimiento como pasado previo y absolutamente necesario.

Los discípulos que Cristo había llamado necesitaban corregir también sus expectativas, el Sermón del Monte y las Bienaventuranzas son entonces una inducción para sus nuevos ciudadanos, una descripción de cómo es la vida dentro del reino.

Un detalle revelador en el Sermón del Monte es que aunque la multitud lo escuchó y admiró su doctrina8, la audiencia a la que Cristo específicamente se estaba dirigiendo eran sus discípulos: «Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo». Mucha gente pudo haber escuchado las Bienaventuranzas, pero Cristo abrió su boca con la intención de enseñar a sus discípulos. Si los judíos que no habían entrado en el reino tenían una expectativa errada sobre el acceso al mismo, los discípulos que Cristo había llamado9 necesitaban corregir también sus expectativas, el Sermón del Monte y las Bienaventuranzas son entonces una inducción para sus nuevos ciudadanos, una descripción de cómo es la vida dentro del reino, descripción que evidentemente muchos de sus discípulos pasaron por alto, pues hasta el último momento del ministerio de Cristo aún prevalecía entre ellos la misma expectativa militarista y terrenal. La primera bienaventuranza y la última concluyen del mismo modo: «porque de ellos es el reino de los cielos», «un recurso estilístico de inclusión que apunta a que, en realidad, todo lo que está entre las dos expresiones puede incluirse bajo un mismo tema, que en este caso es el reino de los cielos4». De hecho, ver las bienaventuranzas en dentro de este compás (descripciones de aquellos de quien es el reino de los cielos) es uno de los mejores recursos preventivos ante la descontextualización.

Las bienaventuranzas: claves de interpretación

Para finalizar, estos son algunos aspectos claves generales de las bienaventuranzas que podrían ser útiles para su interpretación.

  • Una descripción, no una invitación. Las bienaventuranzas no son una invitación al reino, de hecho, exponerlas de este modo sería un gran despropósito, pues confundiría al incrédulo haciéndole creer que es posible que la vida de manifieste en él si llegara a articular mecánicamente determinadas actitudes. El maestro no nos está haciendo una invitación a la pobreza espiritual, al lloro o a la mansedumbre, está describiendo y congratulando a aquellos en quienes tales cosas se llegan a manifestar. No es asume la pobreza de espíritu y heredadas el reino, sino, bienaventurados los que tienen esta especial característica (pobres en espíritu), porque ellos heredan el reino.
  • Una búsqueda intencional, no una actitud pasiva. Pero tampoco deberíamos ir al otro extremo, que sería asumir las bienaventuranzas con una actitud pasiva. Ellas no fueron dadas para ser solamente contempladas desde lejos, sino para ser recibidas y practicadas, muchas veces, en abierta confrontación con los deseos de nuestra carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. No en la vida contemplativa que da la reclusión del monasterio, sino siendo mansos y pacificadores en medio del ruido de la ciudad y manteniendo un corazón limpio en medio de las tentaciones de un mundo caído. Esta es una paradoja de la vida de Cristo en nosotros: no podemos evocarla por nuestros propios medios, pero una vez que la tenemos, podemos cultivarla intencionalmente, en abierta confrontación con el entorno. Es el caso de la semilla que cae en la tierra, no tiene el labrador la seguridad de que germine, pero si logra ver alguna señal de vida, quizás una pequeña hojita verde que comienza a emerger de entre la tierra: se dedica con todos sus medios (agua, abono, una valla de protección aunque sea improvisada) a colaborar en que la vida se desarrolle en ella y cumpla su propósito. El labrador experimentado conoce la planta por las primeras hojas —así evita cultivar malezas— y conoce de antemano su fruto antes de que lleguen las flores. Del mismo modo nosotros, por las bienaventuranzas, llegamos a conocer el propósito de Dios para nuestras vidas mucho antes de que ser mansos sea una realidad concreta; queremos la mansedumbre, tenemos este poder que actúa en nosotros10 (El Espíritu Santo) dotándonos de capacidad sobrenatural para manifestarla y la cultivamos intencionalmente.
  • Una alerta para intervenir, evitando conformarnos. Los padres, con su hijo recién nacido en brazos, ya tienen una idea de cómo debería verse en un año o quince si su crecimiento es saludable, de forma tal que toman medidas oportunamente cuando en un tiempo prudente tales características no se han manifestado. Ellos saben que los niños caminan, que se comunican con palabras, que aprenden a comer por sus propios medios. Así mismo nosotros, por las bienaventuranzas, sabemos que el hambre y la sed de justicia, la misericordia y el corazón limpio no solamente son asuntos deseables, sino también posibles, y en vez de solamente admirarlas desde lejos o conformarnos ante la carencia, cultivamos intencionalmente cada bienaventuranza. Son ocho, y un cristiano prudente revisaría su alma constantemente buscando algún avance en cada una de ellas. Es natural que unos niños caminen primero que otros y es posible el caso excepcional de uno que entrada en año aún no logre valerse por sus propias piernas, pero estos casos son recibidos con preocupación en la familia, y en cuanto dependa de ellos y del niño, pondrán en ello su mayor empeño. Del mismo modo es posible que alguno entre al reino y en su vida no se manifieste de forma concreta alguna de las bienaventuranzas, pero si es un cristiano sincero, aunque cojo, no les faltarán las ganas.
  • Un conjunto integral, no elementos aislados. Aunque para facilitar el estudio vemos las bienaventuranzas individualmente, las mismas no deberían ser tomadas de forma aislada, sino como una descripción completa de las cualidades que deberían estar presentes en el carácter de todo cristiano, sembradas por Dios y cultivadas intencionalmente por nosotros. A diferencia de los dones espirituales, que son recibidos de forma particular (unos dones unos y otros dones los otros, de forma tal que todos dependamos de los demás), las bienaventuranzas deberían ser cultivadas por todos los creyentes a la vez. Es una gran tentación hacer una rápida lectura de las bienaventuranzas para determinar cuál tenemos y dedicarnos a cultivar solamente esa, algunas podrían estar tan poco desarrolladas en nosotros que pensemos que no están presentes, pero si realmente tenemos una significa que la vida de Cristo está en nosotros y si Cristo está en nosotros, en consecuencia, todas las bienaventuranzas nos son posibles.
  • Un llamado costoso, no idealista. Si no fuera por la última bienaventuranza («bienaventurados los que sufren persecución por causa de la justicia) el conjunto completo tendría el sabor de una agenda utópica para la sociedad: pongamos las bienaventuranzas en práctica y se terminarán las guerras, pero el discurso no termina en forma positiva, sino con una terrible advertencia. Vivir a la luz de las bienaventuranzas crea una confrontación irreconciliable entre el reino de los cielos y el mundo que eventualmente terminará en persecución. El mundo no celebrará a estos bienaventurados, sino que los perseguirá. Esta es la consecuencia esperable de vivir contra la corriente dentro de un mundo caído. Veremos que las bienaventuranzas no son una agenda utópica, tampoco recomendaciones idealistas no aplicables, sino un llamado costoso a un estilo de vida radicalmente distinto al mundo, tanto, que quienes impulsados por el Espíritu Santo nos dedicamos a cultivarlas, deberíamos prepararnos para ser perseguidos y buscar aliento en las promesas. A pesar de lo difícil que puedan llegar a ser las cosas, el reino es nuestro y grande nuestro galardón.

Este material sobre las Bienaventuranzas lo desarrollé mientras me preparaba para exponer el Sermón del Monte el año pasado en nuestra iglesia local. (No he terminado de exponerlo, estoy en la recta final, con dos sermones pendientes a predicar próximamente: 31 de Enero de 2016 y 7 de Febrero de 2016, con la ayuda del Señor.) Luego lo aumenté y transformé en ensayo para presentarlo en una maestría en teología que estoy cursando. Aunque es relativamente extenso, lo comparto ahora íntegramente para introducir una serie sobre las bienaventuranzas que pretendo comenzar a publicar a partir de mañana miércoles aquí en el blog. Pueden escuchar también el audio de la antepenúltima exposición: Cuidado ante los falsos profetas (Mateo 7:15).

  1. Porción del sermón predicado el 9 de Mayo, 1858 basado en Hechos 17:6. []
  2. Lloyd-Jones, Martin. (1971). El Sermón del Monte. USA. El estandarte de la verdad. []
  3. Stott, John R. W. (1998). El Sermón del Monte. Argentina. Editorial Certeza. []
  4. Carson, Donald A. (1996). El Sermón del Monte. Barcelona. Publicaciones Andamio. [] []
  5. Citato por John Stott. []
  6. Mateo 3:2 []
  7. Mateo 4:17 []
  8. Mateo 7:28 []
  9. Mateo 4:18-22 []
  10. Efesios 3:20 « Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros». []

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