Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.2 Timoteo 3:16-17
Algunos ejemplos de sistematización son los credos, las declaraciones de fe o hasta la estructura de un sermón.
Una manera muy útil de estudiar la Biblia es clasificar cada una de sus enseñanzas en alguna forma determinada. A eso se le llama sistematizar. Por ejemplo, se pueden reunir todas las referencias sobre un tema que se hacen en las Escrituras para llegar a tener un entendimiento general del mismo y luego pasar a lo particular. A ese campo de estudio se le llama TeologÃa Sistemática. Sistematizar es muy útil, por ejemplo, para entender mejor una doctrina, evitando asà que al ver una parte (cómo se explica en un libro o momento de la historia) perdamos de vista el todo (cómo se explica a lo largo de toda la revelación). Algunos ejemplos de sistematización son los credos, las declaraciones de fe o hasta la estructura de un sermón. De hecho, al exponer las Escrituras siempre sistematizamos, pues en el mismo momento que elegimos un punto de partida y un punto final (alcance), determinadas partes y un orden lógico, ya se ha creado un pequeño sistema. Es algo muy necesario que un ministro de la palabra conozca bien un buen sistema de doctrina, pero me parece todavÃa más necesario que conozca aún mejor las Sagradas Escrituras en su conjunto y reconozca su absoluta superioridad. Existen ciertos riesgos al sistematizar que considero necesario advertir, pues ya sea que lo estructuremos nosotros o que seamos expuestos a un sistema, seamos sabios, usándolo como herramienta sin extralimitarnos.
[Las Escrituras] se perciben como un armonioso sistema, con un centro al que todo apunta (Cristo), un hilo conductor que mantiene todas las partes bien cohesionadas (la historia de la redención) y un propósito que hace que todo tenga sentido (la gloria de Dios).
Es natural que busquemos patrones en la revelación de Dios, siendo el primero de ellos las Sagradas Escrituras como sistema en sà mismas (sistema inherente). Ellas se perciben como un armonioso sistema, con un centro al que todo apunta (Cristo), un hilo conductor que mantiene todas las partes bien cohesionadas (la historia de la redención) y un propósito que hace que todo tenga sentido (la gloria de Dios). Ellas avanzan naturalmente desde la creación (en Génesis) hasta la consumación de todas las cosas (en Apocalipsis). Lo que acabo de presentar es un sistema de tres partes (Cristo como centro, la historia de la redención como hilo y la gloria de Dios como propósito) con fuerte asidero bÃblico, pero para demostrar su validez yo no podrÃa apelar a su armonÃa, sino que tendrÃa que ir a diferentes partes de las Escrituras. ¡Esto es un sistema! El peligro está en que nuestra mente tiene una predisposición a aceptar como verdadera la información que se recibe de forma ordenada, y eso hace que la sistematización, a pesar de ser muy útil cuando se usa para los fines correctos (estudiar la revelación), pueda llegar a ser también muy peligrosa cuando se usa mal (extender o distorsionar la revelación). Por otro lado, cuando se ha utilizado por largo tiempo determinado sistema se corre el riesgo de exagerar su valÃa y equipararlo formal o tácitamente a las Escrituras, algo muy peligroso. Al refutar una sistematización algunos en vez de presentar las Escrituras, que son nuestra única fuente de autoridad, han ofrecido sus propios sistemas, terminando asà en un cÃrculo vicioso. Por eso he escrito este artÃculo con cinco o seis (algunos puntos se podrÃan unir) peligros a evitar.
Un estudiante sabio de las Escrituras se acerca a ellas sin ideas preconcebidas y permite que ellas formen naturalmente su entendimiento de determinado tema.
Evitar el sesgo del sistema. Un estudiante sabio de las Escrituras se acerca a ellas sin ideas preconcebidas y permite que ellas formen naturalmente su entendimiento de determinado tema. Acercarse con un sistema ya establecido nos puede alejar de la verdad. Esta es la razón por la que muchas personas se encuentran atrapadas en falsas religiones a pesar de leer la Biblia: ellos han sido expuestos primero a determinado sistema de error y luego, al estudiar la Biblia, en vez adaptar su entendimiento a la revelación, ven la revelación a través del sistema, y asÃ, en vez de cambiar su entendimiento, lo confirman. Por ejemplo, si antes de tener un acercamiento natural al nacimiento virginal de Cristo, tal y como se presenta en los evangelios, se introduce en la mente del lector el dogma de la adoración de MarÃa, al estudiar el texto puede llegar a pensar que en vez de darle un anuncio el ángel Gabriel estaba adorando a la virgen: «¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres1». Aquà el sistema ha creado un sesgo, y el sesgo torcerá la revelación. El primer paso para sacar a alguien de este error es reducir el valor de su sistema mostrando la autoridad suprema de las Escrituras. Mencioné un sistema totalmente erróneo (adoración de MarÃa) para evidenciar el problema, pero sistemas más bÃblicos también podrÃan crear un punto ciego en nuestro entendimiento de la revelación.
Los credos y las declaraciones de fe tienen un gran valor histórico y didáctico para nosotros, pero nunca tanto como las Escrituras mismas, por antiguos que sean.
Evitar exagerar el valor de las sistematizaciones antiguas. Las Escrituras tienen autoridad normativa como palabra de Dios inspirada, nuestras sistematizaciones no, por muy históricas que sean o difundidas que estén. Por ejemplo, Apocalipsis enseña que hay maldiciones para quien añade o quita palabras a este libro2 (serÃa quitado su nombre del libro de la vida), esa advertencia deberÃa llevarnos a ser muy cuidadosos. Sin embargo, un sistema para el estudio del libro de apocalipsis (premilenialismo, amilenialismo, postmilenialismo) no tiene la misma advertencia. De hecho se podrÃa optar por cambiar el sistema —si se tuvieran razones para hacerlo: premilenialismo histórico, postribulacional o dispensacional— y aún seguir siendo fiel a las Sagradas Escrituras. Otro ejemplo son las «Cinco solas» con que los reformadores resumieron nuestras creencias (Sola Gracia, Sola Fe, Sola Escritura, Solo Cristo, Solo a Dios la gloria), son muy útiles para fines apologéticos, describen verdades con fuerte autoridad escritural, pero tal sistematización no constituye una autoridad en sà misma; es un recurso descriptivo, no normativo: no basta con describir el sistema para demostrar algo, hay que presentar las Escrituras, ¡siempre! Las solas son útiles, pero no concluyentes o inamovibles. Algunos podrÃan intentar buscar una armonÃa perfecta en ellas más allá de la necesidad de su momento histórico o hasta llegar a creer que el sistema mismo es inspirado por Dios y cuasi canonizarlo, pero bien harÃan en recordar que apuntaba no a ser exhaustivo, sino a refutar cinco faltas muy graves que estaban presentes en la iglesia en el siglo dieciséis y los reformadores estaban haciendo frente. Si la Reforma Protestante hubiese sido hoy, bien podrÃan haber sido cuatro solas, ¡o seis! Algunos han propuesto Suprema Escritura como alternativa a Sola Escritura, algo que ningún maestro conservador propondrÃa si se tratara de un término escritural. Los credos y las declaraciones de fe tienen un gran valor histórico y didáctico para nosotros, pero nunca tanto como las Escrituras mismas, por antiguos que sean. (Mi interés no es desmeritar las «cinco solas», los credos o las confesiones de fe históricas, sino reclamar la autoridad de la Biblia misma más allá de cualquier sistematización.)
La buena retórica no necesariamente es buena teologÃa, y la mala teologÃa, por muy bien presentada que esté, siempre termina mal.
Evita inferir doctrinas desde el sistema. Los sistemas son útiles para estudiar o presentar doctrinas, no para establecerlas. Es posible tomar diferentes partes de las Escrituras y presentarlas en determinado orden que sea favorable a nuestro propósito, pero al hacerlo, ya no estarÃamos exponiendo las Escrituras, sino manipulándolas a nuestra conveniencia. Esto es sumamente peligroso. He escuchado sermones de siete puntos que avanzan peligrosamente hacia el abismo, y en su avance, la gente queda como anestesiada, pues se entrega a la progresión y apaga el discernimiento. La buena retórica no necesariamente es buena teologÃa, y la mala teologÃa, por muy bien presentada que esté, siempre termina mal.
Asà como ningún templo humano podÃa contener a Dios, ninguno de nuestros instrumentos retóricos será suficientemente amplio, armónico o concluyente.
Evitar ajustar las Escrituras al sistema. Quien se aferra a un sistema siempre se verá en la necesidad de forzar para poner o quitar, pues no necesariamente encajará naturalmente en todas las partes del todo. Ilustrémoslo con la geometrÃa: al entrar el cÃrculo en el triángulo siempre se desperdician tres lados y si se entra un cuadrado en el cÃrculo las cuatro esquinas siempre se quedan fuera. Se podrÃa buscar un sistema doctrinal tan exhaustivo que incluyera todas las doctrinas, pero no es necesario, las propias Escrituras tienen ya su sistema inherente. En vez de buscar que toda la Escritura entre en nuestro sistema, busquemos que nuestro sistema se adapte ellas. Y cuando encontremos que nuestro sistema se queda corto para explicar correctamente un aspecto de la revelación, reconozcámoslo humildemente y volvamos a la fuente. Asà como ningún templo humano podÃa contener a Dios, ninguno de nuestros instrumentos retóricos será suficientemente amplio, armónico o concluyente para describirle.
Ante asuntos que están en tensión, bien harÃamos en sistematizar cada parte y dejar el tema abierto.
Evitar ordenar mecánicamente dilemas revelaciones. Hay asuntos que al parecer fueron la voluntad de Dios que se tomaran juntos, no uno primero y otro después. Uno de estos dilemas es la fe y el arrepentimiento, la única manera de establecer cuál va primero y cuál va después es creando nosotros un sistema que priorice algún aspecto del carácter o plan de Dios, asumirlo y después volver a leer la Biblia. Lo mismo pasa con la seguridad de nuestra salvación y la advertencia de cuidarla, con la soberanÃa de Dios y la responsabilidad del hombre, con la perseverancia y con la apostasÃa; no es una cosa o la otra, sino ambas a la vez. Al usar un sistema nos parecerá que resolvimos el problema, pero realmente lo que hicimos fue resaltar una parte mientras se matiza la otra, o poner cronológicamente cosas que Dios colocó de forma concomitante o dejó sin especificar. El mismo Ordo Salutis (orden de la salvación) crea divergencias entre personas que han experimentado de primera mano la salvación. Ante asuntos que están en tensión, bien harÃamos en sistematizar cada parte y dejar el tema abierto. Un buen ejemplo de esto es la TeologÃa Sistemática en dos tomos de James Leo Garrett.
Termino animando a mis hermanos a sistematizar, pero a hacerlo con sabidurÃa, evitando que nuestras propias construcciones ocupen el lugar de la revelación de Dios. Los maestros del pasado nos han dejado un buen legado de sistematizaciones (Credo Apostólico, Confesión de Fe de Westminster, buenos tomos de teologÃa sistemática) que pueden sernos muy útiles para estudiar las Escrituras, pero al predicar, prediquemos las Escrituras, no nuestros sistemas preferidos. Sabemos que «toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia3». Recuerda, «toda la Escritura» no las sistematizaciones. Un maestro sabio sabrá separar el vaso de la fuente y lo didáctico de lo normativo. Una señal de alerta es acusar a quienes no comparten tu sistema de ser poco bÃblicos, pues significa que ya igualaste el valor de tu construcción con el de las Sagradas Escrituras.