¡Hasta que todos lleguemos!

Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Efesios 4:13

Es impresionante el nivel de individualismo que puede encontrarse aún entre el pueblo de Dios. Si le preguntas a un creyente cuáles son sus planes o metas con toda seguridad limitará su respuesta a la esfera estrictamente personal: su trabajo, su familia, sus bienes, su crecimiento espiritual, sus sueños y anhelos. Esto te pasa a ti, a él y también a mí: dejar de pensar en mí para pensar en nosotros y proyectarnos en forma corporativa es un esfuerzo constante e intencional. ¡Es parte de morirnos a nosotros mismos! Una evidencia de este mal es la cantidad de libros y sermones sobre madurez o crecimiento espiritual cuyos títulos están escritos en primera persona: no aluden al crecimiento corporativo o congregacional, sino a que crezcamos individualmente, al margen o sin considerar el crecimiento de nuestros hermanos: tu crecimiento, tu madurez, tu desarrollo.

Dejar de pensar en mí para pensar en nosotros y proyectarnos en forma corporativa es un esfuerzo constante e intencional. ¡Es parte de morirnos a nosotros mismos!

Las expectativas de Dios

Las expectativas que tiene Dios al respecto del crecimiento de su iglesia son corporativas, no individuales, así las expresó el Apóstol Pablo por inspiración divina: «hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios». Este es un elemento del crecimiento de la iglesia que entra en conflicto con nuestro viejo hombre, pues antes de venir a Cristo estábamos ocupados en nuestras particularidades, en nuestros propios deseos, en nuestra visión estrecha que no se proyectaba a más allá de nuestra propia sombra. ¡Qué hermoso es un creyente que ha crecido en madurez a un punto tal que aspira ya al crecimiento corporativo y a la mutua edificación de su iglesia! Uno que en vez de soñar solamente para sí ya puede llegar a soñar junto a otros y que si piensa en sí mismo lo hace con la intención de llegar a complementar mejor lo que Dios está haciendo en su pueblo. Aún más precioso es aquel que en vez de ver solamente las debilidades de su iglesia local se ve a sí mismo como una potencial respuesta para las mismas; se dice en su mente que si el Señor le permitiera crecer en ese aspecto su iglesia quedaría en mejor posición de glorificar a Dios, pues él mismo podría con su ejemplo guiar a los otros para que juntos pudieran lograrlo. Expresiones como esas, por lo poco comunes que son, parecen quimeras irrisorias, pero la voluntad de Dios para nosotros no es nada menos que esa. ¡Hasta que todos lleguemos!

Actitudes para no promover

Estas actitudes individualistas y poco congregacionales llegan a ser promovidas incluso por los pastores y maestros, sin intención, en maneras que parecen provechosas pero que a la larga terminan debilitando la iglesia del Señor en su conjunto. Por poner un ejemplo, estas dos: (1) iglesias en las que se conforman con que unos cuantos de sus miembros lleguen a tener un nivel de madurez desproporcionado con relación a la media de sus hermanos e (2) iglesias cuyos pastores crean una percepción de madurez sobre todo el rebaño que realmente no existe en sus ovejas. Detallaré a continuación un poco más estos dos casos por ser muy comunes.

  1. Una iglesia con tres obeliscos (grandes, solitarios y que destacan sobre todos los demás) no necesariamente es una iglesia grande.

    Fomentar un crecimiento desproporcionado. Ya sea por su diligencia, por tener más tiempo en los caminos del Señor o simplemente porque Dios ha dotado a algunos de mayor capacidad que a otros, no todos los miembros de una iglesia crecen al mismo ritmo. Es imposible evitar que esto ocurra, lo que deberíamos evitar es fomentarlo intencionalmente, y aunque ocurra, nunca conformarnos con que las cosas siempre serán así. Quienes hasta ahora no han crecido, si están en Cristo tienen el potencial para hacerlo, de forma que su aprovechamiento en el Señor se haga evidente1. Aunque algunos parezca que llegarán primero y otros aparentemente nunca llegarán, la meta es que todos lleguemos. Si alguno tuviera más avance que la media de su iglesia local que no abandone a los suyos, sino que trabaje con ellos hasta que juntos puedan llegar. Así mismo, los pastores y los maestros deberían mantener la misma expectativa en todos sus hermanos, pues una iglesia con tres obeliscos (grandes, solitarios y que destacan sobre todos los demás) no necesariamente es una iglesia grande. En una iglesia verdaderamente grande todos sus miembros avanzan juntos hacia la madurez.

  2. Puede haber mucha desproporción entre la madurez de una iglesia y la de su ministro.

    Fomentar la percepción de que la madurez de sus pastores es representativa de todo el pueblo. Gloria al Señor por aquellas iglesias locales cuyos pastores sobresalen llamando la atención de toda una ciudad: son iglesias admiradas, muy valoradas y que se convierten en ejemplo para todas las demás. Pero no nos engañemos, puede haber mucha desproporción entre la madurez de una iglesia y la de su ministro: que en la predicación pública sus pastores sobresalgan no garantiza que en la iglesia local sus hermanos están avanzando en su madurez. El principio es el mismo, se trata de que todos lleguemos, y no solamente los pastores. Aquí también es imposible evitar que suceda, pues la percepción que tenemos de los pastores es natural que se la transfiramos a sus ovejas, pero son los pastores mismos que deben estar alerta para que cuando el púlpito se levante no dar por completado su trabajo. Iglesias muy inmaduras podrían tener un sincero deleite en ver la elocuencia de sus predicadores o sentirse satisfechas con su testimonio público sin realmente tener en ello mucho provecho espiritual; iglesias muy grandes podrían descansar todo su testimonio en el buen nombre de sus pastores mientras pasan por alto la expectativa de Dios. Que mientras más crezca el ministro más intencional sea para ayudar a sus hermanos.

¡Todos podemos llegar!

El texto infiere que todos podemos llegar y no solamente algunos. La vida cristiana es un deporte de equipo, como el béisbol o el fútbol, no de campeones individuales, como el levantamiento de pesas. ¡La iglesia vencerá junta o perderá en forma separada! Intentar llenar las expectativas de Dios sobre su pueblo contando solamente con unos cuantos de sus miembros es como el equipo que consistentemente ha venido perdiendo sus partidos y pretende cambiar la racha contratando al mejor jugador disponible; eso no mejora sus capacidades como equipo, sino que las disminuye. Dos cosas pueden animarnos en este sentido: la membresía regenerada de una iglesia y el potencial del alma de todo verdadero creyente. Creemos que quien realmente ha nacido de nuevo tiene todo el potencial para crecer hasta llegar a ser todo lo que Dios quiere que sea, aunque para algunos se requiera más tiempo y dedicación que para otros.

Iglesias muy inmaduras podrían tener un sincero deleite en ver la elocuencia de sus predicadores o sentirse satisfechas con su testimonio público sin realmente tener en ello mucho provecho espiritual.

Intentar llenar las expectativas de Dios sobre su pueblo contando solamente con unos cuantos de sus miembros es como el equipo que consistentemente ha venido perdiendo sus partidos y pretende cambiar la racha contratando al mejor jugador disponible; eso no mejora sus capacidades como equipo, sino que las disminuye.

  1. 1 Timoteo 4:15 «Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos». []

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