El canto congregacional (6/8)

Punto #5: El canto congregacional debe ser abundante en contenido bíblico.

La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.Colosenses 3:16 RVR

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Un objetivo / Dos caminos

No podemos tener un doble estándar, medir con una vara el sermón y con la otra el canto congregacional.

El mejor uso del canto congregacional es ser un vehículo para transportar a la mente de la iglesia la revelación de Dios. El versículo que presento para abrir esta parte del tema anuncia un objetivo y dos caminos por los que se podría alcanzar: el objetivo es que «la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros», y los dos caminos son, en primer lugar, «exhortándonos y enseñándonos con toda sabiduría» y en segundo lugar, «cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos y canticos espirituales». Estos son los dos elementos principales del culto cristiano: exhortación y enseñanza con sabiduría en una parte y salmos y canticos espirituales en la otra, pero en ambas partes del objetivo sigue siendo el mismo: que la Palabra de Dios more en nosotros, esto es, no solamente que se pose como ave que visita la rama, sino, que se quede allí, permanentemente y abundantemente, que sea retenida. No podemos tener un doble estándar, medir con una vara el sermón y con la otra el canto congregacional, en ambos, aunque en formas distintas se persigue un mismo objetivo. Algunas congregaciones son muy celosas con relación al púlpito, al punto que quizás detendrían en el acto a un predicador desviado, pero no lo son tanto con relación al canto y permiten que la congregación divague durante la mitad del culto en cualquier dirección. Así como sería realmente pobre un sermón cargado de retórica y opiniones de hombres, lo sería un tiempo de canto congregacional que no sea rico en contenido bíblico, aunque esté cargado de acordes y armonía. De nada sirve el orador más persuasivo ni el músico más habilidoso si sus capacidades no están puestas al servicio de que la palabra de Dios more y abunde en medio de su pueblo.

Las riendas del caballo

Las Escrituras no deben ser usadas como excusa para beatificar la canción y proceder en lo adelante con nuestra propia agenda.

Así como existe un sermón textual, en el que cada punto se desprende íntegramente del mismo texto y otro tópico en el que se tiene primero un asunto y luego se demuestra utilizando diferentes porciones de las Escrituras, existe un tipo de canción que sigue textualmente la revelación de Dios expresada en algún libro de la Biblia y otra que sigue el pensamiento de Dios expresado en diferentes partes. No siempre tenemos que cantar literalmente la Biblia, pero siempre lo que cantamos tiene que sustentarse desde ella. Y este sustento no puede ser un asunto lejano como condimento que acompaña o elemento que decora en un plato suculento, sino que debe ser el elemento central del plato. Las Escrituras no deben ser usadas como excusa para beatificar la canción y proceder en lo adelante con nuestra propia agenda, sino como las riendas que mantiene el caballo rebelde de nuestro hombre interior en el carril seguro de la revelación de Dios. Como aro en la nariz de un toro bravo debe ser la Biblia en la dirección del canto congregacional.

He visto predicadores que citan las Escrituras como si abrieran un paréntesis de autoridad y desde allí argumentan libremente —sin las escrituras— hacia un lado y el otro y he escuchado canciones que dejan caer aquí y allá algún «término bíblico» para luego expresar —sin las Escrituras— una opinión o la otra que en algunos casos es irrelevante y en muchos otros de plano contradice el conjunto de la revelación de Dios. Tenemos que evitar la canción sin sentido tanto como la canción contradictoria. Si realmente entendiera que Dios habita en medio de la alabanza de su pueblo1 el compositor sería menos osado, si se imaginara que está literalmente ante el trono de Dios quizás en vez de esa retahíla de pensamientos propios solamente se limitara a decir junto a los cuatro seres viviente del Apocalipsis: «santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir2».

Un recurso nemotécnico

En un buen tiempo de canto congregacional uno se queda con tanta sustancia de las Escrituras que se siente «lleno», es como si la revelación de Dios inundara nuestros pensamientos. Esto permite que durante toda la semana estemos tarareando las grandes obras de Dios, las doctrinas de Dios y Su carácter. Esa es la canción que trae consuelo en la hora de la aflicción: aquella que por su abundante contenido bíblico funciona como un sermón de aliento. La música es un recurso nemotécnico que ha sido históricamente aprovechado por la iglesia, pues es más fácil recordar una verdad cuando la misma tiene ritmo y cadencia. Algunas porciones del Nuevo Testamento parece que fueron himnos primitivos utilizados por los creyentes para resumir doctrinas cristianas esenciales cuando las mismas aún no habían sido puestas por escrito. Para cerrar este punto comparto algunos ejemplos:

E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria. 1 Timoteo 3:16
Este es un canto primitivo que recalca humanidad y divinidad de Cristo. ¡Que útil era para los primeros cristianos recordar estas cosas utilizando la música en tiempos en los que algunos comenzaban a negar la encarnación!

Por lo cual dice: despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Efesios 5:14
Un canto corto —aún más fácil de recordar que el anterior— utilizado por los primeros cristianos para recordar una preciosa verdad (recalcada en forma de enseñanza en el versículo siguiente): que aquellos que hemos sido despertados tenemos que ser diligentes en nuestra forma de andar.

El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. Filipenses 2:6-11
En forma de discurso oral sería imposible que un cristiano recordara ordenadamente todos esos elementos de la persona de Cristo —era igual a Dios, tomó forma de siervo, se hizo semejante a los hombres, obediente es la muerte, crucificado, exaltado hasta lo sumo, recibió un nombre sobre todo nombre para que se doble ante Él toda rodilla en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra—, todo un resumen de la vida y obra de Cristo. ¡Con una sola canción de la iglesia primitiva cualquier nuevo creyente puede recibir el fundamento de su fe!

Del mismo modo se podrían citar otras porciones del Nuevo Testamento que al parecer fueron inicialmente himnos compuestos con un propósito nemotécnico, pero en todas se evidencian los mismos elementos: el canto congregacional de los primeros cristianos no era un canto «libre» sino que se mantenía en los linderos de la revelación de Dios. ¡Qué gran cosa sería si en nuestros días la canción de la iglesia fuera tan teológica como lo fue en aquellos tiempos! Que al igual que en los himnos primitivos lo que more en nosotros en abundancia no sean las expresiones contagiosas de un hombre falaz, sino, «la palabra de Cristo». ¡Que cristológicos eran aquellos himnos!

  1. Salmos 22:3 RVR: «Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel». []
  2. Apocalipsis 4:8 []

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