Presentación de la Serie El año pasado prediqué en nuestra iglesia un sermón tópico sobre el canto con el objetivo de instruir nuestros hermanos —no solamente a los músicos— en la importancia de ver este aspecto de nuestro culto de forma más congregacional. A principios de este año volví a predicar el mismo sermón (las mismas porciones de las escrituras, el mismo enfoque y la misma urgencia) y pretendo volver a predicarlo en el futuro, pues considero necesario hacer énfasis en estas cosas. Tomé el audio del sermón, transcribí los siete puntos principales y los comparto ahora en esta serie de ocho artículos. La parte de hoy corresponde a la introducción. Le dedico la serie completa a mi hermano Ray Abad, con quién he conversado en los últimos años sobre muchas de estas cosas.
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Porque desde el tiempo de David y de Asaf, ya de antiguo, había un director de cantores para los cánticos y alabanzas y acción de gracias a Dios.Nehemías 12:46 RVR
Es muy poco común que se dispongan espacios para instruir intencionalmente a toda la congregación en este aspecto, pues erróneamente se supone que quienes deben recibir la instrucción son solamente los músicos.
Toda la iglesia participa en el canto congregacional semana tras semana, por eso, todos creemos que lo hacemos bien. Sucede con el canto a Dios igual que con comer o respirar: son cosas que hacemos con tanta frecuencia que se nos olvida que es posible hacerlas mejor. Es muy poco común que se dispongan espacios para instruir intencionalmente a toda la congregación en este aspecto, pues erróneamente se supone que quienes deben recibir la instrucción son solamente los músicos y los cantores que dirigen al pueblo, no el pueblo mismo. Aquí comienza un malentendido que tenemos urgentemente que resolver para que la iglesia avance en este necesario aspecto: el canto congregacional no es una reunión de espectadores, sino de participantes, no tenemos un cuerpo profesional que con sus voces y habilidades instrumentales nos deleita, sino, un gran pueblo que junto adora a su Dios. Es necesario que este canto sea coordinado por alguien con habilidad y experiencia, pero el objetivo de tal coordinación no es reemplazar al pueblo, sino todo lo contrario: buscar su involucramiento y conveniente participación.
Cantar / Escuchar
Es cosa común separar la congregación entre los que cantan mal y los que cantan bien, o lo que es lo mismo, entre aquellos que entonan y aquellos que no para que unos canten y otros escuchen. Yo mismo tengo que admitir lo que es un secreto a voces: me gusta mucho cantar, pero mi voz no me ayuda. Cuando lo hago en voz alta resulta tan desfavorable —para los oyentes, pues yo no lo noto— que Asaf esconde el arpa. Entiendo que Dios no diseñó mis cuerdas vocales para que fueran utilizadas en dirigir el canto, y aun así, me he propuesto cantar y ayudar a mi congregación a cantar mejor, sino en el terreno de la combinación de las habilidades vocales, en el terreno de las intenciones y las actitudes. Bezaleel fue «llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en la talla de piedras de engaste, y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa.1». Sin embargo, no fue puesto para que lo hiciera él solo o solamente junto a aquellos que al igual que él tenían habilidad, a su lado estaba Aholiab y todo el pueblo se integró a la labor: «de los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová2».
Tres (3) Responsabilidades:
Cantar / Dirigir / Enseñar
Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar, así él como Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan.Éxodo 35:34 RVR
El objeto no es convertirlos en celebridades que llamen la atención hacia sí mismos en un ejercicio de vanidad, sino, convertirlos en coordinadores de la obra y en maestros para con sus hermanos.
El Señor puso en el corazón de Bezaleel y Aholiab el que pudieran enseñar al pueblo. Todo esto tiene una gran lección que puede ser con facilidad extrapolada al canto congregacional: determinados hombres reciben una provisión extraordinaria de Dios en diferentes áreas, pero el objeto de dicha provisión no es convertirlos en celebridades que llamen la atención hacia sí mismos en un ejercicio de vanidad, sino, convertirlos en coordinadores de la obra y en maestros para con sus hermanos. Así como puedo imaginar a Bezaleer trazando las líneas para los linderos y cuidando el diseño de los dinteles para que el tabernáculo sea una obra armoniosa, puedo imaginar que el Señor ha dotado a algunos de nuestros hermanos con oídos y cuerdas vocales aptos para dirigir el canto congregacional, tanto en la coordinación como en la instrucción, labores que deberían ir de la mano para obtener el mayor fruto. (Fue puesto en el corazón de Bezaleer y Aholiab que pudieran enseñar porque compartir lo que recibimos de Dios de forma tal que también otros puedan hacerlo bien es una receta contra el ego, la vanidad y la superficialidad.)
Acortar las diferencias
Cuando la diferencia entre quien dirige el canto y el pueblo son más altas, menos canta el pueblo.
Cuando la instrucción se enfoca exclusivamente hacia «quienes están delante» se estimula a que nuestro canto congregacional se convierta en un concierto orientado a los «espectadores» allí reunidos y no a Dios, que es lo peor que podría suceder. Cuando la diferencia entre quien dirige el canto y el pueblo son más altas, menos canta el pueblo, por eso es necesario que la instrucción se reparta a partes iguales entre toda la congregación. Antes de continuar tengo que advertir que no es inapropiado que durante el culto algunos hermanos entonen algunas canciones especiales a Dios mientras el pueblo escucha con atención y reverencia, sin embargo, ese no debería convertirse en el grueso de nuestro canto ni el cantor debería tratar de llamar la atención de la congregación hacia sí mismo, sino hacia Dios. Veremos que al igual que cualquier otra forma de adoración, no podemos aproximarnos al canto según nuestro entendimiento, sino, según las expectativas reveladas por Dios en las Escrituras. De tales expectativas, he reunido siete en esta serie que considero esenciales y útiles para comenzar a trabajar esta parte importante del culto cristiano. Las estaré compartiendo en las siguientes entregas, mañana miércoles será la próxima, en la que veremos que el canto congregacional ha de ser espiritual y verdadero.
Actualización Ya pueden leer la segunda entrega.