La adoración que Dios recibe comienza con una correcta idea de quién es Él: cuando conocemos realmente a Dios, en su majestad, su grandeza y misericordia para con nosotros, es que podemos adorarle correctamente. Todo empezó con Dios revelándose a Sí mismo, y al hacerlo, estableció el fundamento para su correcta adoración. El fundamento para la correcta adoración es una correcta idea de Dios.