Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.Mateo 26:40-41
Pueden llevarnos a orar no por lo que conseguimos al hacerlo, sino por lo que evitamos.
El jueves pasado estuve en un congreso de jóvenes dando un taller sobre la oración, un tema en que soy más luchador que triunfador, pero que frecuentemente se me pide que trate. Al parecer el Señor me está cuidando al ponerme en situaciones que me lleven a avivar la pasión por estar en su presencia, como tener que enseñar o escribir sobre le tema. Una de las partes del taller fue mostrar cómo llevar un cuadernito de oración, pero introduje hablando sobre la lucha que tuvieron los apóstoles del Señor para permanecer orando junto al Maestro y estas dos fuertes motivaciones que les comparto ahora. Son motivaciones negativas, esto es, pueden llevarnos a orar no por lo que conseguimos al hacerlo, sino por lo que evitamos.
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La oración y las demás disciplinas espirituales me fortalecen espiritualmente, evitando que sea dominado por la carne.
Quiero orar porque tengo vívidos recuerdos de mi vieja condición y visitas eventuales de mi vieja naturaleza. Esto aplica también para otras disciplinas espirituales, como leer la Biblia o congregarnos, no solamente para la oración. Hubo un momento de mi vida que estuve muerto en mis delitos y pecados: con mi entendimiento cerrado a la hermosura de la Palabra de Dios, incapaz de hacer su voluntad y de encontrar en Él mi deleite. A esa situación es que frecuentemente se le llama estar en la carne (dominados por nuestra naturaleza) ajenos a la nueva vida, en el Espíritu, que encontramos en Cristo. La oración y las demás disciplinas espirituales me fortalecen espiritualmente, evitando que sea dominado por la carne. Mientras más pienso en mi condición anterior, sobre todo por el círculo vicioso del pecado y la insatisfacción, más quiero correr de ella. ¡De ahí me rescató el Señor!. Se podría decir que le temo a mi viejo hombre, insensible, incapaz e insatisfecho, por lo que, aunque mi carne se resista, no me entrego a la pasividad espiritual, sino que sigo luchando para orar, Implemento herramientas (como anotar mis motivos de oración) y busco refuerzos (como otros hermanos para orar).
Le temo a mi viejo hombre, insensible, incapaz e insatisfecho, por lo que, aunque mi carne se resista, no me entrego a la pasividad espiritual, sino que sigo luchando para orar.
Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. 2 Corintios 3:18
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Orar es más que pedir cosas, es también manifestar una actitud.
Quiero orar para mostrar la actitud correcta ante Dios: Él es el Señor, y yo soy su siervo. ¡Pero también en esto, es la motivación negativa la que frecuentemente me mueve! Pensar en ser visto por mi Señor como un siervo infiel, malo y negligente, como uno que actúa en sus propias fuerzas y sigue su propia agenda, me genera un temor reverente que me lleva a orar. Ningún siervo quiere pasar muchos días sin que su Señor sepa de Él. Sé que como siervo no solamente se espera de mí que complete una tarea, sino también que lo haga con la actitud correcta (sumisión, dependencia, gloria para el que me envió y rendición de cuentas). Orar es más que pedir cosas, es también manifestar una actitud ante nuestro Señor, ¡y rendir cuentas! Cuando venimos a su presencia, aún antes de abrir los labios, con nuestra actitud ya estamos hablando.
Como siervo no solamente se espera de mí que complete una tarea, sino también que lo haga con la actitud correcta (sumisión, dependencia, gloria para el que me envió y rendición de cuentas).