Y aconteció andando el tiempo, que CaÃn trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a CaÃn y a la ofrenda suya. Y se ensañó CaÃn en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a CaÃn: ¿por qué te has ensañado, y por qué ha decaÃdo tu semblante? Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él.Génesis 4:3-7
Seleccioné este tÃtulo para este estudio a pesar de reconocer sus debilidades. El amor de Dios se expresa en las Escrituras en dos manera distintas: un atributo comunicado de su carácter, posiblemente el fundamental («Dios es amor1», y una disposición favorable suya hacia determinadas personas («por su gran amor con que nos amó2»). El caso de CaÃn entra dentro del primero, pero no en el segundo: no fue amado por Dios de una manera especial, sino general, al igual que lo son todos los hombres3. Cuando lo escribà (mayo pasado) no le di un tÃtulo especÃfico, sino solamente el tema: ‘la gracia común en el libro de Génesis’, pero el tema también era mucho más general que su alcance: CaÃn y sus hijos. Preferà el actual, aunque con esta salvedad.
Cuando el avance del hombre sobre la tierra sucede de espaldas a Dios, cualquier recurso que potencialice sus capacidades (conocimientos, herramientas, innovaciones) potencializará también la expresión de la maldad que está en él.
Este es un estudio acerca de la doctrina de la gracia común en el libro de Génesis. El primer propósito del mismo es (1) mostrar cómo la gracia común de Dios se hace evidente muy temprano en la historia del hombre, en especial, justo después de la primera evidencia de su gracia especial en el protoevangelio (Génesis 3). La evidencia está en el trato de Dios con CaÃn a pesar de que sabemos que este «era del maligno4» y la forma en que prosperaron materialmente CaÃn y los suyos a pesar de haber salido de la presencia de Jehová5. Entiendo que rastrear esta doctrina hasta la historia más temprana puede aportar a la teologÃa sistemática, pero propongo también que desde el libro mismo (especÃficamente Génesis 4) se puede exponer esta doctrina, algo que podrÃa aportar a la teologÃa bÃblica. El segundo propósito es más práctico que el primero: (2) demostrar que la gracia común puede ser el punto de partida para una aproximación cristiana a la cultura (la ciudad, la tecnologÃa y las artes), partiendo de la siguiente premisa: cuando el avance del hombre sobre la tierra sucede de espaldas a Dios6, cualquier recurso que potencialice sus capacidades (conocimientos, herramientas, innovaciones) potencializará también la expresión de la maldad que está en él (será directamente proporcional a esta7), pero no por ello deberÃamos inferir que estos recursos o el avance mismo que pudieran producir son inherentemente malos. Se evidenciará que el pecado no estaba en el ingenio, en la creatividad o en los medios desarrollados por los cainitas, sino en la naturaleza caÃda que heredamos todos los hombres desde Adán y en su decisión particular de administrar la creación de espaldas a su creador. Pretendo demostrar que cualquier expresión del desarrollo humano tiene su origen en la mayordomÃa de la creación (Génesis 2), pero que a consecuencia del pecado, las obras de los hombres —a diferencia de las obras de Dios8— siempre son imperfectas y propensas a la corrupción. Siendo asÃ, concluiré que en vez de abstraernos de la cultura (generalizando cualquier avance como algo malo) o abrazarla sin mayor cuestionamiento, podemos participar en ella con precaución y cumplir asà una mejor mayordomÃa9.
Dios creó los elementos constituyentes del desarrollo humano pero colocó al hombre para que sea el agente del mismo por medio de su gestión: combinando los elementos, investigando las leyes que rigen el mundo natural y usando ese conocimiento para su bienestar.
Génesis puede ser dividido en tres partes principales: (I) la creación y su perfección (capÃtulos 1-2), (II) la caÃda y sus consecuencias (3-11) y (III) el plan de redención y su instrumento (11-50). El primer capÃtulo de Génesis describe la creación y su perfección, en su contexto eterno —«en el principio»— y su desarrollo temporal, con seis dÃas de creación. Al final de cada dÃa de creación se hace una evaluación de su resultado con el estribillo recurrente «y vio Dios que era bueno», pero al final de la creación (sexto dÃa) el estribillo crece para afirmar «y vio Dios todo lo que habÃa hecho, y he aquà que era bueno en gran manera», lo que evidencia que la obra de Dios en sus inicios no tuvo falta, que era perfecta. Al final del bloque vemos a Dios delegando en el hombre la responsabilidad de administrar la creación —fructifÃquense, multiplÃquense, llenen la tierra, sométanla y dominen— (Génesis 1:28), de forma que podemos entender que Dios creó los elementos constituyentes del desarrollo humano pero colocó al hombre para que sea el agente del mismo por medio de su gestión: combinando los elementos (dados por Dios), investigando las leyes que rigen el mundo natural (establecidas por Dios) y usando ese conocimiento para su bienestar (permitido por Dios), esto es la cultura, la ciencia y la tecnologÃa. En la segunda sección del libro, constituida por los capÃtulos que van del tres al once, se describe la caÃda del hombre y sus consecuencias sobre toda la creación: separación de Dios, diferentes castigos (que afectaron toda la creación), conflictos familiares, asesinato y ciclos recurrentes de perversión y piedad. Sin embargo, aún después de la caÃda y el castigo el hombre conservó su lugar como administrador de la creación de Dios, su gestión siguió su curso, y esa es la base (localizada en Génesis) de la doctrina de la gracia común. Todo este avance de la cultura, las artes y la tecnologÃa evidencia que el hombre ha estado administrando la creación de Dios, pero la forma en que lo ha estado haciendo también evidencia que su corazón va «de continuo al mal».
Por muy buenos que sean en apariencia estos actos de los hombres no regenerados parten de una intención incorrecta (su propia gloria en vez de la gloria de Dios) y carecen de cualquier valor salvÃfico.
La gracia común puede definirse como la expresión del amor de Dios hacia todas sus criaturas de forma universal y gratuita sin importar la condición o la respuesta de estas. Se diferencia en varios aspectos de la gracia especial, que es la única que opera para salvación: en su origen (una tiene su origen en la mayordomÃa de la creación otorgada a Adán y la otra en los méritos obtenidos por Cristo10), en su acceso (en una es universal y en otra particular), en su alcance (el de una es temporal y el de la otra eterno) y en su aplicación (una se aplica administrando los recursos que Dios ha provisto en la creación y la otra se aplica por la fe). Al presentar esta doctrina desde Génesis no pretendo atribuir virtud a los hechos de los hombres caÃdos o sugerir que sean dignos de recompensa, pues sabemos que por muy buenos que sean en apariencia estos actos de los hombres no regenerados parten de una intención incorrecta (su propia gloria en vez de la gloria de Dios) y carecen de cualquier valor salvÃfico al no proceder de fe11. El fin del estudio de la gracia común no es celebrar a los hombres, sino, hacer manifiesta la bondad de Dios y dar gloria al nombre de aquel «que hace salir su sol sobre malos y buenos12». Lo que reconocemos es que Dios ha aumentado sus misericordias y extendido su paciencia, que permite temporalmente hasta la prosperidad del impÃo13, pero que tarde o temprano su gracia común dará paso a su justicia —ambos atributos de su carácter— y el malvado, que experimenta hoy su amor, mañana tendrá su justa recompensa.
Al igual que otras doctrinas bÃblicas (trinidad, justicia, redención), la doctrina de la gracia de Dios —común y especial— alcanza su desarrollo a lo largo de toda la revelación de Dios, pero tiene sus raÃces en el libro de Génesis y su mayor expresión con la encarnación de Cristo. Las raÃces pueden no verse a simple vista (están debajo de la superficie), pero con un poco de esfuerzo hermenéutico podremos encontrarlas. Toda la gracia de Dios comienza a manifestarse en Génesis: la gracia común principalmente en las dos primeras partes del libro —(I) la creación y su perfección y (II) la caÃda y sus consecuencias—, que son los capÃtulos del 1-11 (llenando de bienes inmerecidos a hombres pecadores y extendiendo su paciencia); y la gracia especial del capÃtulo 12 en adelante, que componen la tercera parte —(III) El plan de redención y su instrumento— (levantando desde Abram una nación especial con la promesa de que «haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición14», «y serán benditas en ti todas las familias de la tierra15»). Aunque hay evidencia de una manifestación más frecuente de la gracia común en las dos primeras partes del libro y de la gracia especial en la tercera, en cada una de ellas se pueden encontrar rastros de una gracia y de la otra: la gracia especial ya era prevista después de la caÃda—primera parte del libro— y la gracia común en la preservación de Ismael y Egipto —tercera parte del libro—. Frecuentemente se pasa por alto el gran despliegue de la gracia común de Dios que se hace evidente en la segunda parte del libro; la forma en que esto sucede es viendo Génesis 3-11 solamente como un prolegómeno al nacimiento de la nación de Israel y a la historia de la redención (Génesis 12-50).
El amor de Dios no comenzó a manifestarse con el pueblo de Israel ni se circunscribe a ellos, sino que le precede y trasciende.
Espero hacer evidente con este estudio que el amor de Dios no comenzó a manifestarse con el pueblo de Israel ni se circunscribe a ellos, sino que le precede y trasciende. Ciertamente fue Israel el instrumento usado para canalizar la gracia especial que opera para salvación, pero su gracia común ha estado disponible desde antes. Solamente por citar la evidencia más antigua [Génesis 4]: Dios persuadiendo a CaÃn al ver cómo decayó su semblante ante el reconocimiento que obtuvo su hermano (para que reconsiderara su accionar y fuera cauto ante la asechanza del pecado) [V6-7], Dios confrontando a CaÃn después de que este cometiera asesinato contra su hermano [V9-12], Dios perdonando la vida a CaÃn (en vez de pagarle conforme a sus obras), Dios protegiendo la vida de CaÃn (para que nadie lo matara) [V15], CaÃn formando familia (institución creada por Dios) [V17a], CaÃn y sus descendientes participando —de espaldas a Dios— de la mayordomÃa de la creación y logrando gran «prosperidad» material: edificación de ciudades [V17b], avances en las técnicas agricultura [V20], música [V21], herrerÃa [V22] y poesÃa [V23-24]. Vemos que asà como aumentaban los recursos materiales aumentó de forma progresiva su maldad, pero fueron, también por la gracia común, temporalmente tolerados por Dios en su paciencia hasta el punto en que la tierra y toda carne que habÃa sobre ella llegó a corromperse y llenarse de violencia a causa de ellos (Génesis 6). Limitaré el estudio a los cainitas, pero el mismo hilo de argumentación podrÃa extenderse hasta la torre de babel (gran avance de la tecnologÃa y también de la soberbia), Abimelec (rey de los filisteos, ajeno al pueblo de Dios, pero aun asà Dios le habló en sueño para que no pecara tomando para sà una mujer ajena), Ismael (de quien hizo Dios una nación grande a pesar de no ser el hijo de la promesa) y Egipto (pueblo preservado por Dios por medio de José para que no muriera de hambre).
Salió, pues, CaÃn de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén. Y conoció CaÃn a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc. Y a Enoc le nació Irad, e Irad engendró a Mehujael, y Mehujael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lamec. Y Lamec tomó para sà dos mujeres; el nombre de la una fue Ada, y el nombre de la otra, Zila. Y Ada dio a luz a Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y crÃan ganados. Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta. Y Zila también dio a luz a Tubal-caÃn, artÃfice de toda obra de bronce y de hierro; y la hermana de Tubal-caÃn fue Naama. Y dijo Lamec a sus mujeres: Ada y Zila, oÃd mi voz; mujeres de Lamec, escuchad mi dicho: que un varón mataré por mi herida, y un joven por mi golpe. Si siete veces será vengado CaÃn, Lamec en verdad setenta veces siete lo será.Génesis 4:16-24
La gracia común se ilustra perfectamente en el relato de la vida de los cainitas. Paradójicamente, a las vidas de Set y Enós, en cuyos dÃas «los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová16», y a la de Enoc, que caminó con Dios y Dios le transpuso17 —primero en no ver muerte— las Escrituras les dedican cortas menciones, pero a los descendientes de CaÃn, hombres polÃgamos, soberbios, vengativos y violentos, se le dedica la mayor parte del capÃtulo cuatro de Génesis, con descripciones pormenorizadas de sus oficios, carácter y obras. Puedo inferir desde aquà que al parecer fue la intención de Dios primero mostrar su amor hacia todos los pueblos (con los cainitas como vÃvido ejemplo) y luego seleccionar un pueblo especial (Israel) como su instrumento para demostrar que su escogencia no fue por su virtud o superioridad, sino que simplemente eran un medio para el fin más alto y global que se la anunció a Abram (bendecir a todas las familias de la tierra). Eso es consistente con la advertencia que les hizo Moisés antes de que fueran entrados a la tierra prometida: «porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos18». En lo adelante, que es el cuerpo de este estudio, veremos las diferentes expresiones de la gracia común en Génesis 4: la reprensión de Dios, la edificación de ciudades, el establecimiento de familias, el desarrollo tecnológico, las artes y la paciencia de Dios
CaÃn ha faltado doblemente ante Dios, pero Dios toma la iniciativa de buscarle, clara evidencia de su gracia común.
La reprensión.La reprensión puede parecer un castigo, pero al analizar los hechos desde la perspectiva más amplia se capta un panorama distinto: es una amorosa expresión de Dios, en su gracia, a fin de detener el rápido avance del pecado. El creador de los cielos y la tierra estaba siendo adorado por los hombres con aquello que él mismo les habÃa provisto: animales y plantas. Abel ofrece al creador lo mejor de lo que ha recibido de él: de los primogénitos de las ovejas y lo más gordo de ellas. CaÃn ofrece una ofrenda «regular19». Abel y su ofrenda son mirados con agrado, no asà CaÃn y su ofrenda. Entonces el creador discierne una peligrosa emoción que se ha anidado en el corazón de CaÃn: está enojado —contra Dios— y ha decaÃdo su semblante. Le ha añadido el enojo a su falta de devoción, pero el Creador toma la iniciativa: le anima a hacer las cosas de manera diferente para ser reconocido, le advierte sobre el peligro del pecado (que está a su asecho) y le da esperanza al afirmar que él podÃa dominarlo20. CaÃn ha faltado doblemente ante Dios, pero Dios toma la iniciativa de buscarle, clara evidencia de su gracia común21.
La maldad no está en la ciudad, sino en el corazón del hombre, la ciudad solamente amplifica sus efectos.
La edificación de ciudades. La primera ciudad que aparece en las Escrituras fue edificada por CaÃn, con el agravante de que lo hizo en oposición a la voluntad de Dios22 (adicional a ser maldito y ver disminuida la capacidad de producción de la tierra, su castigo habÃa sido ser errante y extranjero23), pero no debemos inferir por esto que la ciudad y la vida urbana sean malas en sà mismas. Ciertamente se puede demostrar que cualquier conglomerado humano tiende a acelerar el avance del pecado y que la experiencia humana, cuando sucede en un contexto de menor aglomeración y agitación, tiende más a la reflexión y a la espiritualidad (de ahà el beneficio del reposo y los perÃodos de retiro) pero la maldad no está en la ciudad, sino en el corazón del hombre, la ciudad solamente amplifica sus efectos. La vida rural no es más piadosa que la vida urbana, su apariencia de piedad radica solamente en la falta de oportunidad, tanto en el campo como en la ciudad, a un ritmo acelerado o a un paso más lento, «todo designio de los pensamientos del corazón» de los hombres irá naturalmente «de continuo solamente el mal24».
Las ciudades, literalmente, tienen más de la imagen de Dios por centÃmetro cuadrado que cualquier otro lugar de la tierra. —Timothy Keller
El establecimiento de los hombres en ciudades está muy relacionado con el florecimiento de la cultura y desde Génesis podemos inferir que esto era algo ya previsto por Dios, pues al castigar a CaÃn le fue quitado este beneficio. Que Dios castigara a CaÃn haciendo de él un hombre errante y extranjero es evidencia de que la permanencia y el arraigo en lugares determinados son vistos por Dios como privilegios deseables. Hay una serie de proyectos de edificación en los que la soberbia estuvo presente (la ciudad de Enoc que edificó CaÃn y la torre de Babel, por ejemplo25, pero concluir desde allà en que todo proyecto de construcción de ciudades está ligado al pecado serÃa un error de atribución. La torre de babel, por ejemplo, surgió como un proyecto pecaminoso de los cusitas —descendientes de Cus, hijo de Noé— pero la ciudad misma en la que se estaba erigiendo la torre (Babel) fue edificada previamente por Nimrod, «vigoroso cazador delante de Jehová26»: el proyecto inicial (edificar babel) no ameritó la intervención de Dios, pero el proyecto posterior (edificar allà una torre que llegue al cielo) fue el detonante para la dispersión de las naciones. Concluimos entonces en que la edificación de ciudades como tal puede ser vista como una provisión de la gracia común de Dios hacia el hombre con el fin de permitir el progreso material, pero que a consecuencia de la caÃda tenemos que ser sabios y estar advertidos de su incidencia en el aumento del pecado. En otros tiempos, una imagen negativa sobre la ciudad produjo el ascetismo y el monacato, pero a la luz de la gracia común los creyentes podemos tener una perspectiva positiva de la ciudad, como afirma Timothy Keller: «Las ciudades, literalmente, tienen más de la imagen de Dios por centÃmetro cuadrado que cualquier otro lugar de la tierra27».
La familia fue una provisión de Dios al hombre y aún después de la caÃda, por su gracia común seguimos participando de ella.
La familia. Al salir de la presencia de Dios CaÃn no se abandonó a la promiscuidad sexual, sino que dio continuidad a la primera institución creada por Dios (la familia) y lo hizo en los términos de Dios: se unió a «su mujer28» —un hecho formal y exclusivo—, no fue un fornicario ni un polÃgamo. Pero al vivir los hombres alejados de Dios rápidamente la institución misma del matrimonio se comenzó a desvirtuar: Lamec, un descendiente de CaÃn, se unió a dos mujeres. Pero el hecho mismo de que las uniones matrimoniales (aún con la poligamia) al parecer fueran la forma común en que se establecieron los cainitas, evidencia cierto sentido moral en las obras de estos primeros hombres, algo que dista mucho de otras posiciones no bÃblicas que ven las uniones matrimoniales como un invento moderno. La familia fue una provisión de Dios al hombre y aún después de la caÃda, por su gracia común seguimos participando de ella. Aún autores seculares y seguidores de la corriente evolucionista señalan que la familia constituida por un hombre, una mujer y sus hijos es un fenómeno presente casi en cualquier sociedad, sin importar su nivel de avance29.
En el cuerpo del estudio se ha expuesto que la doctrina de la gracia común encuentra su origen —al igual que casi todas las otras— en el libro Génesis, pero que se hace especialmente evidente en Génesis 4 (con la vida de los cainitas). Se expuso también que antes de que el plan de redención se comenzara a hacer concreto en la promesa dada a Abram —instrumento para la gracia especial— ya el amor de Dios habÃa sido manifiesto a justos y a injustos, sin ninguna causa meritoria más allá que la propia naturaleza amorosa del creador. Concluimos pues en que esta es una doctrina con fuerte asidero Escritural y que el propósito de la manifestación de esta gracia común —que podrÃa parecer vano, ya que ya que no tiene ningún efecto salvÃfico— no es otro que comunicar la gloria del creador por medio de los agradables rasgos de su carácter. Luego de probar Su gracia, CaÃn y los suyos siguieron estando muertos en sus delitos y pecados, pero la gloria de Dios se hizo manifiesta para ellos y para todos nosotros: salió Su sol «sobre justos e injustos37». En esto, el hombre encuentra algún deleite, pues como afirmó Jonathan Edwards38:
Él, al buscar la gloria y la felicidad de sus criaturas, se busca a sà mismo, esto es, asà mismo difundido y expresado (en lo cual se deleita, asà como se deleita en su propia belleza y plenitud), Él busca la gloria y la felicidad de ellas.Jonathan Edwards
Créditos de la imagen: CaÃn y Abel, Mateo Orozco.