Hombres: motivaciones razonables para huir de la infidelidad

Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.

Hebreos 13:4

La infidelidad matrimonial no es tan sencilla ni emocionante como parece, ceder traerá gran daño, sobre nosotros, nuestras familias (esposa, hijos, familiares indirectos), nuestras iglesias y sobre todo nuestro entorno.

Aunque ante Dios todos los pecados son iguales, hay algunos que por su potencial destructivo y su rápida propagación deberían ser especialmente combatidos. Este es el caso de la infidelidad matrimonial, un pecado con la capacidad de afectar a tantas personas, en tantas maneras y por tanto tiempo que creo que, si tuviera la oportunidad de reflexionar en sus consecuencias, cualquier persona razonable, no solamente los cristianos, al considerar el daño, quedaría en mejor posición para evitarlo. La infidelidad daña la familia, que fue la primera institución establecida por Dios, para el bienestar de todos los hombres. Es tanto el daño, tan expansivo y permanente, que no solamente deberíamos evitar la infidelidad, sino huir de ella. Aunque las mujeres también incurren en infidelidad, al escribir este artículo tengo principalmente en mente a los hombres, y aún más, a mis hermanos y amigos: la infidelidad matrimonial no es tan sencilla ni emocionante como parece, ceder traerá gran daño, sobre nosotros, nuestras familias (esposa, hijos, familiares indirectos), nuestras iglesias y sobre todo nuestro entorno.

El daño ha sido enorme

La mayor parte de la sociedad ya ha sufrido directa o indirectamente las consecuencias: proyectos familiares destruidos, madres solteras, hijos que han tenido que crecer sin sus padres, amistades fraccionadas, mucha vergüenza y sentido de fracaso. Es algo tan doloroso que muchos prefieren la negación, hablan de la traición y el divorcio como si fueran asuntos normales para evitar reconocer cuáles han sido las reales consecuencias; otros un silencio doloroso, en un intento de protegerse ellos y proteger a sus hijos. Ni la negación ni el silencio son el camino, sino el reconocimiento, el arrepentimiento y el trabajo intencional para restaurar (en la medida de lo posible) aquello que la infidelidad ha dañado. Escribo estas cosas con toda la gracia que el Señor pueda darme, no para traer más dolor, sino para ayudar a romper el ciclo: tanto los hombres que están por entrar al matrimonio como quienes estamos ya casados deberíamos trabajar activamente por honrar el pacto matrimonial y preservar el proyecto familiar. Todos podemos caer, y así mismo todos debemos luchar. Si estás luchando: lee estas motivaciones y vuelve a leerlas otra vez, si ya has caído busca tu socorro en el Señor.

Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.

Isaías 43:25

¿Cuáles son las consecuencias de la infidelidad?
(Vuelve a leerlas cuando estés siendo especialmente tentado.)

  • Pondrás en riesgo el proyecto familiar. Quien no trabaja activamente para cuidar su familia es muy necio, pues ella es una plataforma sobre la que descansan muchas de sus demás realizaciones (estabilidad emocional, companía, hijos, buen nombre, patrimonio, emprendimientos): sería similar a minar los cimientos de todo un edificio, ¡lleno de gente!. La sociedad sin Dios ha difundido la idea de que un matrimonio es una conveniencia del momento, algo que puede hacerse muy rápido y así mismo se desecha por cualquier conveniencia, pero la realidad es muy diferente. Establecer una familia es una tarea larga, requiere un gran nivel de entereza, tiempo, sacrificio y esfuerzo; y más que eso, es un regalo de la gracia del Señor. Solamente por el nivel de esfuerzo dedicado, quien arriesga el proyecto familiar por unos minutos de satisfacción sexual inapropiada y egoísta está mostrando un gran nivel de irresponsabilidad y gran deslealtad a quien junto a él se ha sacrificado, pero sobre todo, está tirando al suelo y pisoteando el privilegio que le permitió Dios de participar en esta institución. Quien lo hace puede tener el respaldo y hasta la complacencia de los hombres (dirán que su felicidad importa más que cualquier cosa), aparentemente saldrá airoso, pero está entrando a un juicio en el que tendrá a Dios como testigo en su contra:

Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.

Malaquías 2:14-16
  • Puedes perderte el privilegio de criar a tus hijos. Aquí cualquier divorciado levantará una gran objeción: responderá que existen custodias compartidas, que se está divorciando de la madre, no de los hijos, que estará siempre disponible y nunca abandonará su responsabilidad ante ellos, que buscará cultivar una buena relación (con la mujer que traicionó). Es cierto, hasta cierto punto. Pero no hay custodia compartida, videollamadas, regalos ni viajes de vinculación que se comparen con el privilegio de vivir junto a tus hijos (en la misma casa, a una puerta de distancia), modelando con tu esposa lo que debería ser el matrimonio, siendo su principal influencia, viendo cómo la familia pasa unida sus diferentes temporadas. Y lo que es siempre una posibilidad: que sea otro hombre el que termine de criar a tus hijos. Los colocarás en la posición de «tener que» abrir su corazón y sus vidas a un perfecto desconocido que no tiene en este momento con ellos ningún vínculo más allá del hecho de que por haber salido tú de sus vidas terminó él entrando a la vida de su madre. La gracia de Dios, la consejería y el soporte de los familiares presentes hacen más llevadera estas cosas, pero no hay mejor regalo que un padre pueda hacer a sus hijos que luchar por su matrimonio, no solamente por la permanencia sino también por el bienestar; por mucho que se intente difundir la idea de que los hijos no serán afectados y por muy frecuentes que sean los casos, ningún hijo será igual después del divorcio de sus padres. (Tus hijos no te lo dirán, quizás tampoco te lo reclamen: ellos también elegirán el doloroso silencio para hacer más llevadero el sufrimiento de sus padres. ¡Así de grande es el amor de un hijo! ¿Y aun así sigues pensando que vale la pena perderte el privilegio de criarlos?)

Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá.

Salmos 27:10
  • Podrías procrear en una situación muy precaria. Dios ha establecido el sexo dentro del matrimonio, entre otras cosas, por ser ese el entorno apropiado para el resultado posible, que es la procreación. Si concebir y criar ya es un reto dentro del proyecto familiar, imagina por un momento cómo sería hacerlo fuera del matrimonio. ¡Qué difícil es para una mujer un embarazo de nueve meses sin el soporte de su esposo! ¡Qué difícil será también para ese hijo entrar a la vida de esa manera! Ahora imagina por un momento que, al procrear fuera del matrimonio, estarás emprendiendo un nuevo proyecto familiar, que es la crianza y formación de un hijo, sin conocer bien a la madre, sin tener idea alguna de cuáles son sus expectativas para la crianza, sus convicciones o prioridades, sin conocer aún la familia que estará recibiendo a tu hijo y sin la expectativa de ser ante ellos nada mucho más allá que «el padre del niño». Tú y esa persona, que quizás conociste en la misma noche, quedarán irremediablemente unidos por el vínculo de la paternidad. Frecuentemente se escucha que los hijos no atan, pero sí que lo hacen: estarán juntos en la enfermedad, en los logros del niño, en cada momento importante y en el mismo transcurrir de la vida. Imagina por un momento que esa persona con la que tuviste un encuentro sexual casual tenga el mismo respeto por la vida que ha demostrado junto a ti tener por su propio cuerpo, que no quiera tener a tu hijo, sino matarlo. (El crimen del aborto está muy ligado al adulterio). Cuanta impotencia, cuando dolor, ¡qué desespero! Una razón poderosa para disuadirte.

Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor.

Efesios 6:4
  • Quedarás más insatisfecho. El sexo casual está sobrevaluado. Si fuera más satisfactorio por ser casual, entonces querrías repetirlo, y al repetirlo, se volverá recurrente y estarás en el mismo punto de partida. El único sexo verdaderamente satisfactorio, el único que puede ser satisfactorio a través del tiempo y hasta mejor, es el sexo comprometido. La intimidad es mucho más que sexo mecánico o transaccional, incluye un sentido de correspondencia, de exclusividad, de pertenencia, de abierta confianza (de forma tal que puedes estar completamente desnudo ante alguien sin ningún sentido de vergüenza o rechazo), ella siente el cuerpo de él como suyo y él siente lo mismo con el cuerpo de ella1, un sentido de empatía y de compenetración. En el matrimonio, luego del acto sexual la intimidad permanece y continúa el deleite; si el sexo hoy no fue el mejor luego lo volverán a intentar pues ellos están unidos más allá del sexo. Esto no es esperable entre desconocidos cuya única expectativa era la satisfacción inmediata. Es esperable que año tras año la intimidad vaya en aumento en el sexo comprometido, y eso no puede conseguirse en el sexo casual, donde no media relación, historia ni compromiso. Solamente con pensar que estás arriesgando tu proyecto familiar, que estas dañando no solamente a tu esposa sino también a tus hijos, que podrías estar «jugando a procrear» es suficiente para que uno de los participantes de ese encuentro ilícito, el menos necio, no logré compenetrarse completamente, por lo que no será tan agradable. Y al regresar a tu esposa, si tienes una conciencia sensible te será difícil no pensar en lo que hiciste, y si tu conciencia está endurecida, estarás pensando en otra persona. La infidelidad te dejará insatisfecho y al mismo tiempo romperá la intimidad de tu matrimonio. ¡Es una trampa de insatisfacción!

Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, y en su amor recréate siempre. ¿Y por qué, hijo mío, andarás ciego con la mujer ajena, y abrazarás el seno de la extraña? 

Proverbios 5:18-20

El único sexo verdaderamente satisfactorio, el único que puede ser satisfactorio a través del tiempo y hasta mejor, es el sexo comprometido.

¿Es posible restaurar un matrimonio luego de una infidelidad? Sí, es posible, pero requerirá mucho trabajo, dependencia de Dios y humildad (el ego y la infidelidad vienen de la mano). El camino a la restauración es reconocer tu pecado y su gravedad ante Dios y tu esposa (no racionalizarlo, relajarlo ni justificarlo), buscar activamente la reconciliación y déjate ayudar. Acércate a una iglesia, busca consejería, lucha por tu proyecto familiar. Después de una infidelidad, con toda seguridad tu matrimonio no será el mismo, pero hay mucho consuelo en saber que con la ayuda del Señor podría ser mucho mejor. Este es el testimonio de muchos matrimonios que han salido fortalecidos después de un proceso de restauración. Si estás siendo tentado: cuida tu mente, cuida tus relaciones, mantén las cosas en perspectiva, busca a Dios. ¡Huye!

  1. 1 Corintios 7:4-5 []

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