Una palabra de ánimo para mis hermanos con cónyuges no creyentes

Y a los demás yo digo, no el Señor: si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?

1 Corintios 7:12-16

Pregunta
¿A qué se refiere Pablo cuando dice que «el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido»?

Encontré un correo que respondí en el 2015 en el que alguien me preguntó el significado de esta afirmación de Pablo en 1 Corintios 7:12-16: «el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido». Aprovecho para publicar aquí la respuesta, que creo que puede ser aliento para cualquiera de mis hermanos que esté casado con un cónyuge no creyente.

Contexto general: cartas pastorales

Pablo, guiado por el Señor, aprovechó para responder diferentes casos que podrían presentarse para el beneficio de ellos y también para beneficio nuestro.

La primera y segunda carta a los Corintios están en el grupo de los libros del Nuevo Testamento que se conocen como Cartas Pastorales, esto es así porque se trata de respuestas dadas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo a necesidades prácticas que tenían las iglesias (consejos pastorales). No solamente presentan doctrinas, sino que aplican la doctrina a las necesidades prácticas de la vida: trabajo, relaciones familiares, el orden del culto y muchas otras cosas. En el capítulo 7 de 1 de Corintios el apóstol Pablo responde diferentes asuntos prácticos sobre el matrimonio, la soltería, la viudez y la separación, solamente tenemos las respuestas, pero con ella podemos inferir cuáles eran las preguntas: ¿Qué es mejor, permanecer soltero o casarse? ¿El sexo es algo en lo que solamente se debería participar puntualmente para la procreación o es algo deseable dentro del matrimonio? ¿Debería permanecer soltera una hermana que estuvo previamente casada y enviudó o volverse a casar? Dado que la soltería podría tener ciertos beneficios, ¿podría un creyente casado abandonar su pacto matrimonial para recuperar su estado anterior de soltero? ¿Cómo deberían proceder aquellos que llegaron a ser cristianos después de haberse casado y sus esposas o esposos no son creyentes aún? ¿Qué efecto tiene en la vida de un creyente y de sus hijos el estar casado con un cónyuge inconverso? Pablo, guiado por el Señor, aprovechó para responder diferentes casos que podrían presentarse para el beneficio de ellos y también para beneficio nuestro.

Caso puntual: cónyuges inconversos

Entre los diferentes asuntos tratados, el Apóstol instruye a la iglesia sobre cómo deberían proceder aquellos que llegaron a ser cristianos después de haberse casado y sus esposas o esposos no son creyentes aún. Este caso se sigue presentando frecuentemente en la actualidad. Los cristianos estamos llamados a no unirnos en yugo desigual con los incrédulos1, pero si hemos venido a Cristo ya unidos, se nos anima a permanecer con nuestro cónyuge2, a no tener temor sobre el efecto que tendrá esa unión sobre nosotros y nuestros hijos3, a solamente separarse si el cónyuge inconverso toma la iniciativa de abandonarle —caso no deseado— (1 Corintios 7:15) y a confiar en que Dios podría utilizar su testimonio ante su cónyuge como instrumento para alcanzarle con la salvación4. En esto se ve que es la voluntad de Dios la preservación del pacto matrimonial, aún en caso de creyentes con inconversos, que este pacto solamente podría romperse en casos excepcionales y nunca deseados: la muerte5, el adulterio6 o la iniciativa de un inconverso, que es el caso que estamos viendo.

En esto se ve que es la voluntad de Dios la preservación del pacto matrimonial, aún en caso de creyentes con inconversos, que este pacto solamente podría romperse en casos excepcionales y nunca deseados.

Animar a los creyentes a no temer a la influencia que pueda tener sobre ellos y sus hijos la incredulidad de sus cónyuges (llevándoles a ellos a practicar el pecado), sino a confiar en que podría suceder precisamente lo contrario.

Lo que puede generar cierta confusión es el término utilizado por el apóstol en el versículo 14: «porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido». Esto podría llevar a algunos a concluir erróneamente que los inconversos son salvos automáticamente por haber estado casados con un cristiano, pero tal conclusión no es consistente con el texto mismo (1 Corintios 7) ni con muchas otras partes de las Escrituras que presentan la salvación como algo personal; además, más adelante el mismo texto nos dice que el Señor podría eventualmente utilizar el testimonio del creyente para salvar al inconverso (V 16), presentando la salvación del cónyuge como algo posible, aunque no seguro. El término «santificar» y sus diferentes sinónimos (santo, santidad, santificado) se utiliza en las Escrituras en diferentes formas: para describir la obra puntual que Cristo hace en nosotros al momento de salvarnos (separándonos totalmente para Él, como sus hijos), pero también para describir la forma en que Dios aparta a los hombres de las cosas que a Él le desagradan. Lo que el apóstol está haciendo es animar a los creyentes a no temer a la influencia que pueda tener sobre ellos y sus hijos la incredulidad de sus cónyuges (llevándoles a ellos a practicar el pecado), sino a confiar en que podría suceder precisamente lo contrario, que, en vez de atraernos ellos a nosotros y a nuestros hijos hacia el pecado, nosotros podamos atraerles hacia una forma de vida más agradable a Dios (santidad). Es común ver familias de creyentes casados con no creyentes cuyos hijos aman a Dios y hacen su voluntad a pesar de la influencia pecaminosa de uno de sus padres (hijos santos) y también esposos no creyentes que por la influencia de sus cónyuges e hijos cristianos llegan aún antes de ser salvos a apartarse de cosas que ofenden a Dios (borracheras, vocabulario maldiciente, blasfemias) y hasta llegan a congregarse en la iglesia. A este aspecto de la santificación —apartarse del pecado— es que se refiere Pablo. Sin embargo, dejar determinados pecados no es suficiente para llegar a ser salvos (la salvación es por fe, no por obras), por eso, un creyente en esta situación debería orar y anhelar que su esposo o esposa no solamente sea apartado de pecados puntuales, sino también que pueda creer en Cristo de todo corazón y ser bautizado: «El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado»7.

Es común ver familias de creyentes casados con no creyentes cuyos hijos aman a Dios y hacen su voluntad a pesar de la influencia pecaminosa de uno de sus padres (hijos santos) y también esposos no creyentes que por la influencia de sus cónyuges e hijos cristianos llegan aún antes de ser salvos a apartarse de cosas que ofenden a Dios (borracheras, vocabulario maldiciente, blasfemias).

Relacionado Artículo: ¿Por qué el Señor no salva a mi familiar?

  1. 2 Corintios 6:14 []
  2. 1 Corintios 7:12-13 []
  3. 1 Corintios 7:14 []
  4. 1 Corintios 7:16 []
  5. Romanos 7:2 []
  6. Mateo 19:9 []
  7. Marcos 16:16 []

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