El canto congregacional (7/8)

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Punto #6: El canto congregacional debe ser nuevo, con calidad y emoción.

Entramos a la penúltima parte de esta serie sobre el canto congregacional. Después de haber cubierto las partes más teológicas (que sea espiritual y verdadero, que esté centrado en Dios, que sea un canto participativo, que sea abundante en contenido bíblico y entendible) en esta entrega y en la próxima cubriremos asuntos prácticos, quizás colaterales o periféricos, pero también importantes: que sea nuevo, con calidad musical y emoción (en esta entrega) y que sea un canto coordinado (en la próxima). Esta penúltima parte da por sentado que ya la iglesia logró los propósitos anteriores —elementales— y busca ahora evitar que la iglesia caiga en la superficialidad (cantando cosas que pueden ser verdaderas, aunque sin considerar su relevancia), negligencia (cantando sin calidad cuando podría hacerlo mejor) o apatía (cantando con sentido, pero sin emoción o sentimiento). Estos tres asuntos (relevancia, calidad y emoción) los encontramos en un mismo versículo:

Cantadle cántico nuevo; hacedlo bien, tañendo con júbilo.Salmos 33:3

Un cántico nuevo

No entonamos una nueva canción para tener novedad de palabras o de ritmos —para adaptarnos a la corriente de los tiempos—, lo hacemos, para recordar las misericordias de Dios, que son nuevas cada mañana.

Algunos han tomado este versículo para demostrar la importancia de renovar la música cristiana, ya sea en las letras o en los ritmos, cosas que podrían ser demostradas en otras partes de las Escrituras (y también en esta), pero que —como demostraré más adelante— no son el objetivo principal de tener un nuevo canto. Más que en la forma (letras o acordes) el nuevo canto tiene que ver con una actitud renovada hacia las obras que Dios está haciendo en medio nuestro, y con frecuencia, esa actitud renovada encuentra su expresión en una nueva letra que es acompañada por acordes. Y como los acordes son escritos en este tiempo (Siglo XXI), tienden a ser musicalizados con los instrumentos y ritmos de la época actual; sin embargo, renovar los acordes o las letras sin considerar el objetivo, sería un propósito muy ano. Que el cántico sea nuevo no tiene que ver tanto con escribir una nueva canción cada día como con que entonemos cada día una canción que refleje la frescura de la misericordia de Dios hacia su pueblo. No entonamos una nueva canción para tener novedad de palabras o de ritmos —para adaptarnos a la corriente de los tiempos—, lo hacemos, para recordar las misericordias de Dios, que son nuevas cada mañana.

Generaciones e instrumentos

Ese es el nuevo canto… uno que mira lo que está haciendo Dios y expresa su gratitud con palabras renovadas.

Si el cántico es una expresión de adoración a Dios por las cosas que ha hecho en medio de su pueblo, entonces el cántico tendrá necesariamente que ser nuevo, pues «nunca decayeron sus misericordias, nuevas son cada mañana, grande es su fidelidad1». ¡Ese es el nuevo canto! No uno que mira lo que canta el mundo para tratar de imitar sus composiciones, sino, uno que mira lo que está haciendo Dios y expresa su gratitud con palabras renovadas. La nueva instrumentación es algo totalmente secundario. En tiempos del rey David aún no existían los instrumentos de teclado, por lo tanto, el salmista expresaba su gratitud a Dios con instrumentos de cuerda o viento; en el siglo XVIII se logró evolucionar los instrumentos de cuerda y viento hasta lograr integrarlos en teclados, para entonces, Johann Sebastian Bach también se sintió sobrecogido por las misericordias de Dios y expresó su gratitud por medio del órgano y el clavecín, que eran la novedad de la época (una evolución de los mismos instrumentos que utilizaba David); en este tiempo, otra generación admirará las maravillas de Dios y se expresará con sintetizadores electrónicos, algo que no tuvieron ni David ni Bach; pero lo importante aquí no es que adoremos con flautas o arpas, teclados o sintetizadores, sino, que admiremos las grandes maravillas de Dios de generación en generación y le expresemos nuestra gratitud con los instrumentos que tengamos a la mano.

Relevante y Personal

¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven.Job 42:3-5

Cuando la iglesia recuerda siempre lo mismo, aunque lo que cante sea verdad, el canto congregacional se vuelve monótono y repetitivo.

Cuando la iglesia recuerda siempre lo mismo, aunque lo que cante sea verdad, el canto congregacional se vuelve monótono y repetitivo, y lo que es peor, corremos el grave peligro de reducir al pasado las obras de Dios. Sin embargo, cuando el canto sigue de cerca las misericordias de Dios, la iglesia se involucra animada, con los labios y con el corazón, fortaleciendo su fe y cultivando la acción de gracias. Repito, no cantamos un cántico nuevo por la frescura de palabras, cantamos un cántico nuevo por la frescura de sus misericordias. Una buena selección de canciones reflejará la emoción hacia Dios que hay en la congregación en ese momento: su provisión, su liberación, su misericordia, su expresión de amor, y en cada una de ellas, las más recientes. Eso hace que el canto sea no solamente verdadero, sino también relevante. Eso fue lo que cambió en la adoración de Job cuando conoció las misericordias de Dios: él aparece al principio de la narración ofreciendo sacrificios, pero ahora, al final de la misma, cuando había sido refinado por Dios en su experiencia personal, pudo afirmar con sabiduría: «De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven». Antes podía adorar con verdad a un Dios distante, ahora podía hacerlo con relevancia, a un Dios personal quien le había mostrado recientemente su grandeza y misericordia.

Grandes Momentos / Grandes Canciones

Cada vez que un nuevo canto aparece en las Escrituras este sigue a un gran acontecimiento emprendido por Dios en beneficio de su pueblo.

Un hecho que confirma el punto anterior es el patrón recurrente en las Escrituras de canciones escritas luego de grandes expresiones de las misericordias de Dios: el cántico de Moisés luego de ver la mano de Dios abrir el Mar Rojo para salvar a su pueblo2; el cántico de Débora y Barac después de haberles dado el Señor la victoria3; el cántico de David, luego de que Jehová le liberara de todos sus enemigos y de Saúl4; el cántico de David junto a Asaf cuando presenciaron el retorno del Arca del Pacto5; el cántico entonado en la dedicación del Templo de Salomón, cuando todos cantaron acompañados de trompetas, címbalos y otros instrumentos diciendo «porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre»6; cuando el Señor permitió que regresaran los desterrados de Babilonia7—aquí no solamente cantaron, sino, que al ver la re-edificación del templo, quienes habían visto el primero, que fue destruido a consecuencia de su pecado, lloraron en alta voz «mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría» a un punto tal que no se podía distinguir quienes clamaban con alegría y quienes lloraban de la emoción8; la gratitud de Ana al recibir respuesta a su oración por un hijo9 el Magníficat de María, expresión de una joven que se sintió sobrecogida al recordar que había sido elegida para una obra tan grande10, El Benedictus de Zacarías11, El Gloria in Excelsis que entonaron los ángeles en la encarnación12, el Nunc Dimittis que entonó Simeón13 —aunque al parecer inicialmente no fueron musicales, estos últimos son también preciosas expresiones de adoración—. La evidencia es abrumadora: cada vez que un nuevo canto aparece en las Escrituras este sigue a un gran acontecimiento emprendido por Dios en beneficio de su pueblo, y el más grande de estos acontecimientos, que fue la venida de Cristo, fue acompañado por el mayor número de cantos y cantores. No se cantó un nuevo canto para «contextualizarse» con el mundo, sino, para expresar las maravillas de Dios.

Himnos favoritos

Es común que algunos hermanos tengan himnos favoritos con los cuáles se identifican especialmente, algo que es muy bueno. Moisés escribió el que quizás fue el primer himno nacional de Israel para que fuera entonado por todo el pueblo repetidamente14 y se lo enseñaran también a las generaciones venideras; sin embargo, esto no anula el patrón anterior de entonar un nuevo canto, sino que respalda el principio de cantar lo que Dios ha hecho en medio nuestro: el pueblo de Israel siguió componiendo y cantando según recibía las nuevas provisiones de Dios. Así mismo, los hermanos que tengan un himno favorito porque les recuerda la misericordia de Dios hacia ellos en algún momento específico de su vida no deberían olvidar que Dios sigue haciendo cosas nuevas y disfrutar, junto a todo el pueblo, de un nuevo canto.

Esplendor por ceniza

No era una canción acaba de componer, sin embargo, expresaba claramente cuál era el sentimiento de nuestra iglesia.

Recuerdo el momento en que nuestra iglesia se encontraba en medio de mucha tribulación: unos hermanos habían sufrido grandes pérdidas familiares, otros se encontraban en medio de grandes pruebas en diferentes áreas y aún otros se estaban apartando de la fe. Nos encontrábamos emocionalmente en medio de un gran desierto. En ese momento entonamos por primera vez Esplendor por ceniza15 y esa canción se ha convertido en una de las canciones memorables en la historia de nuestra iglesia. Cantamos todos juntos —entre lágrimas— que «por cenizas te dará esplendor, gozo por llanto, y paz por temor» y pudimos confiar, mientras las proclamábamos, en las firmes promesas de Dios. No era un nuevo canto en el sentido de ser una canción acaba de componer, sin embargo, expresaba claramente cuál era el sentimiento de nuestra iglesia y nos recordaba, en medio de nuestras tribulaciones, la razón de nuestra esperanza. (Eventualmente volvimos a cantar la canción, y lo que antes era una promesa de provisión, para muchos de nosotros se ha convertido en grandes motivos de acción de gracias: hijos, paz y restauración.) Así mismo, las nuevas obras de Dios han sido celebradas en cada momento por nuestra iglesia con nuevas canciones, algunas de ellas escritas por nuestros músicos.

Hacedlo bien

No desafina tanto ante Dios la vibración en la cuerda de una guitarra como el carácter de quien la sostiene.

Si la primera parte del versículo nos invita a cantar un cántico nuevo (relevante) la segunda nos anima a cantar con calidad. Pero no solamente la calidad que conoce el mundo al intentar lograr la perfección musical, sino —primeramente— una calidad mucho más profunda, que tiene que ver más con lo que hay dentro de nosotros que con lo que tenemos en las manos. El mismo término que se utiliza en el Salmo 33 para describir la calidad del cántico es utilizado en Génesis 4 para reprender la actitud de Caín, cuando Dios no le miró con agrado (ni a él ni a su ofrenda) mientras, al mismo tiempo, miró con agrado a Abel y aceptó su ofrenda: «si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?». El término empleado en «si bien hicieres» es el mismo que se emplea para decirnos «hacedlo bien». El punto aquí es que Dios nos mira primero a nosotros y nuestras actitudes y luego mira nuestro canto y su calidad, siendo regularmente proporcional la calidad del canto a la actitud con que se presenta el pueblo. Revisemos primero la actitud con la que cantamos a Dios y luego la forma. Aquí hay una gran lección, traída de la historia de Caín y Abel al canto congregacional: si queremos aumentar la calidad del canto no comencemos revisando la instrumentación, sino los corazones, no desafina tanto ante Dios la vibración en la cuerda de una guitarra como el carácter de quien la sostiene; podría seguir con una cuerda rota y Dios recibiría por igual su canción, pero si no tuviera el corazón correcto, aunque vibrara la cuerda en su frecuencia, sería reprobado; el hombre, su canción y su guitarra.

En las manos y el corazón

Si está en nosotros la actitud correcta haremos todo cuanto esté a nuestro alcance para mejorar nuestras habilidades musicales y lograr tanta calidad (así en el corazón como en las manos) como nos sea posible.

Para «hacerlo bien» primero afinamos el corazón para que vibre en la frecuencia del corazón de Dios, pero no nos quedamos allí, pasamos luego a buscar la mejor música que tengamos a mano para ofrendarla a Dios. Si Abel no tuviera un corazón para Dios su ofrenda no hubiese sido aceptada, aunque ofrendara lo mejor, pero si tuviera el mejor corazón, se haría evidente por la calidad de sus ovejas. Las mejores ovejas en el canto congregacional se consiguen haciendo la mejor selección de canciones que podamos hacer, los mejores ensayos que estén a nuestro alcance y el programa más ordenado que nos sea posible; todo esto, para la gloria de Dios y según los recursos que Él nos haya provisto: «todo lo que te viniere a las manos hazlo según tus fuerzas16». Pero no debería ser tomado esto como una excusa para reducir la calidad de la instrumentación: si realmente está en nosotros la actitud correcta, haremos todo cuanto esté a nuestro alcance para mejorar nuestras habilidades musicales y lograr tanta calidad (así en el corazón como en las manos) como nos sea posible. Un músico no debería esperar a ser un virtuoso en su instrumento para comenzar a adorar a Dios, pero su deseo de adorar a Dios con más calidad le debería llevar a alcanzar cada vez mayores niveles de virtud la ejecución de su instrumento.

¡Con júbilo!

Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre. Salmos 30:11-12

¡Cantar de nuestra redención o de nuestra gloriosa esperanza sin júbilo sería mentir!

Que recordemos las misericordias de Dios y le expresemos nuestra gratitud con un nuevo canto es lo primero, que lo hagamos con calidad tanto en la intención como en la expresión es lo segundo y poner nuestras emociones al servicio de la revelación de Dios es lo tercero. ¿Puede ser emocionante el canto congregacional? ¡Claro que sí! Es más, tiene necesariamente que serlo. El júbilo es el elemento distintivo del canto congregacional. Júbilo es sinónimo de clamor en alta voz, de canto de alegría y grito de batalla, asuntos de los cuáles, tristemente, algunos han tratado de alejarse por una concepción errada de lo que es reverencia. He presenciado congregaciones cuyas almas supuestamente fueron espiritualmente regeneradas cantando las preciosas y verdades del evangelio con un ánimo tan apagado (carente de júbilo) que me ha hecho preguntarme si en verdad entienden la verdad que cantan. ¡Cantar de nuestra redención o de nuestra gloriosa esperanza sin júbilo sería mentir! El rostro triste, el tono de voz innecesariamente bajo y los brazos caídos no son expresiones de reverencia; alzar las manos y la voz mientras miramos hacia arriba con el rostro alegre si lo son. Admito que en ocasiones comenzamos a cantar en medio de alguna tristeza, pero precisamente lo que cantamos debería constituirse en alegría. Buscar que el pueblo termine innecesariamente triste después de participar en el canto congregacional no es una actitud loable, al igual que Nehemías, Esdras y los levitas deberíamos decirles «no os entristezcáis, ni lloréis17» y junto a Pablo, decirles: «regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!18».

El júbilo —y no las lágrimas— debería ser nuestra emoción más regular.

Admito que hay un tipo de tristeza muy deseable que vale la pena experimentar, pues «produce arrependimiento para salvación»19: cuando por medio del canto congregacional el pecador es redargüido y convencido de su pecado. También hay un tipo de alegría sobrecogedora que es acompañada de lágrimas, quizás al recordar nuestra anterior condición y la manera en que por Su misericordia hemos sido traídos a la luz —es el caso de los que regresaron del cautiverio cuando vieron el templo reconstruido—; sin embargo, estas valiosas excepciones no deberían convertirse en la norma; el júbilo —y no las lágrimas— debería ser nuestra emoción más regular. Cantemos un cántico nuevo (relevancia), tan bien como nos sea posible (calidad) y hagámoslo con júbilo (emoción). La próxima será la última entrega de esta serie, aprenderemos cómo todo esto puede ser coordinado para la gloria de Dios.

  1. Lamentaciones 2:22-23 []
  2. Éxodo 15 []
  3. Jueces 5 []
  4. 2 Samuel 22 []
  5. 1 Crónicas 16 []
  6. 2 Crónicas 5:13 []
  7. Ezequiel 3:11 []
  8. Ezequiel 3:12-13 []
  9. 1 Samuel 2:1-10 []
  10. Lucas 1:46-54 []
  11. Lucas 1:67-79 []
  12. Lucas 2:13-14 []
  13. Lucas 2:27-32 []
  14. Deuteronomio 31:19 RVR: «Ahora pues, escribíos este cántico, y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos, para que este cántico me sea por testigo contra los hijos de Israel». []
  15. Cristal Lewis []
  16. Eclesiastés 9:10 []
  17. Nehemías 8:9 []
  18. Filipenses 4:4 []
  19. 2 Corintios 7:10 []

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