Quinto Aniversario El pasado diez (10) de abril tuvimos el quinto aniversario de nuestra iglesia y el domingo siguiente celebramos un culto de acción de gracias a Dios por habernos traÃdo hasta aquÃ, pues la preservación de su iglesia, asà como el testimonio de la misma y su crecimiento son evidencias de que Dios ha estado presente. Para la ocasión, prediqué este sermón basado en Tito 1 con el tema Una iglesia que mejora. Al ampliarlo junto a las notas que tomé mientras me preparaba para predicar quedó un texto muy extenso, pero preferà compartirlo tal cuál en vez de cortarlo, agregando un pequeño Ãndice para que pueda ser leÃdo por partes. Espero que asà como Dios habló a nuestra iglesia pueda hablar por este texto a muchas otras iglesias locales sobre la necesidad de mejorar y al mismo tiempo, sobre la forma más sabia de hacerlo.
Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, asà como yo te mandé. Tito 1:5 RVR
Sin importar su comienzo precario, el resultado habÃa sido la constitución de una iglesia auténtica.
La iglesia en Creta probablemente fue comenzada por judÃos de la dispersión que habÃan estado en Jerusalén el dÃa de Pentecostés1 y milagrosamente escucharon de las maravillas de Dios en su propia lengua. Al regresar a su ciudad de origen estos nuevos creyentes comenzaron a congregarse, y por la gracia de Dios milagrosamente permanecieron —aunque sin mucha estructura y fundamento— por lo que estaban muy expuestos a los falsos maestros. Otra posibilidad es que esta iglesia fuese comenzada por el apóstol Pablo en uno de sus últimos viajes y no tuviera la disponibilidad para detenerse allà en ese momento, por lo que sembró la semilla y siguió caminando. De todos modos, fuese su origen el primer caso (el fruto del dÃa de Pentecostés) o el segundo (el fruto de un apresurado viaje misionero), sin importar su comienzo precario, el resultado habÃa sido la constitución de una iglesia auténtica. Más tarde Pablo los visitó y dejó allà a su colaborador Tito para que corrigiera las deficiencias al establecer cuidadosamente un liderazgo local y corregir la enseñanza. Tito ya antes habÃa sido enviado por Pablo a la iglesia de Corinto para un trabajo similar2 que rindió sus frutos, por lo que deducimos era un obrero experimentado en otra obra que a todas luces tenÃa problemas aún más graves que la obra en Creta.
Veremos que podemos ser una iglesia que mejora, y aprenderemos cómo mejorar siguiendo el consejo de la carta enviada por Pablo a Tito.
Hoy, aprovechando que nuestra iglesia celebra su quinto aniversario y ha sido milagrosamente preservada por la gracia de Dios todo este tiempo, veremos que sin importar los años que tengamos, siempre es posible hacer las cosas mejor; que a pesar de nuestras mayores carencias, es Dios quien preserva su iglesia y la va perfeccionando paulatinamente; que no debemos aferrarnos a nuestras prácticas actuales —lo que hemos visto o hecho por largo tiempo—, sino anhelar siempre que nuestra iglesia sea mejorada utilizando las Escrituras y tener la disposición a cambiar cuando encontremos sabidurÃa. Veremos que podemos ser una iglesia que mejora y aprenderemos cómo mejorar siguiendo el consejo de la carta enviada por Pablo a Tito.
En este capÃtulo podemos cavar un pozo en el cuál nuestra iglesia pueda venir a buscar agua en los próximos años y encontrar sabidurÃa para todos los cambios que necesitará hacer.
Lo que pretendo es primeramente presentar cuál debe de ser el origen de las mejoras que se implementarán en la iglesia (Tito 1:1-4), y luego, en un segundo punto, terminaré describiendo la necesidad de estas mejoras y cuál es instrumento más idóneo para los fines (Tito 1:5-16). Con este bosquejo de dos partes cubriré todo el primer capÃtulo de la carta de Pablo a Tito, dieciséis versÃculos en total de la forma más clara y expositiva que me sea posible, buscando luego las aplicaciones prácticas que tienen estas cosas para nosotros hoy. De los dos puntos me concentraré especialmente en el primero, por ser la fuente de las mejoras la parte que considero más urgente. Tengo el convencimiento de que en este capÃtulo de la carta a Tito podemos cavar un pozo3 en el cual nuestra iglesia pueda venir a buscar agua en los próximos años y encontrar sabidurÃa para todos los cambios que necesitará hacer durante su peregrinar. En los siguientes domingos predicaré otros sermones para cubrir los dos capÃtulos restantes de la carta, pero entiendo que este primer capÃtulo tiene lo necesario para alcanzar el objetivo propuesto (trazar el camino para las mejoras en la iglesia local); los siguientes serán solamente las expresiones prácticas de cómo las mejoras ordenadas por Pablo, llevadas por Tito y ejecutadas por los Ancianos ordenados en la iglesia de Creta cobrarÃan vida en las diferentes clases de creyentes (Ancianos, Ancianas, Jóvenes), y el conjunto de relaciones que se tejen entre ellos (Siervos y Amos, Gobernantes y Gobernados) dando forma al testimonio de la iglesia.
Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad, en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en la común fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador. Tito 1:1-4 RVR
Allà donde es más necesario el uso de la autoridad, la credencial apostólica es más destacada en el saludo (como en Gálatas), y donde por el contenido de la carta (como en 1 Tesalonicenses) o su propósito personal (como en Filemón) no se hace tan necesario, la credencial se omite.
El saludo frecuente en las cartas de Pablo es mucho más que un simple formalismo introductorio o expresión de cortesÃa. Se trata de la presentación de las credenciales del apóstol con el fin de darle al mensaje un carácter autoritativo. En determinadas cartas la credencial queda ausente en el saludo, ausencia que podrÃa encontrar su explicación en alguna de las siguientes razones: evitar que la autoridad apostólica de Pablo sea dada también al colaborador o amanuense que aparece junto a él en el saludo; en dichos casos, en vez de seguir la fórmula «Pablo Apóstol de Jesucristo4» o hasta destacar la exclusividad de su apostolado («no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos5»), sigue el sencillo «Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo6» o, en el caso de Colosenses, primero se presenta él con sus credenciales de apóstol y luego presenta al colaborador, dejándolo fuera de la credencial: «Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo7». Otra posible razón —que en mi opinión es la que tiene más peso aunque no anula la primera— serÃa que el contenido de dicha carta no era tan delicado (normas, amonestaciones, decisiones) como para requerirlo. El caso de Filemón es un ejemplo de que para determinadas solicitudes Pablo preferÃa enviar un «ruego de amor», apelando a su trayectoria de servicio y testimonio de sacrificio, que un mandato («más bien te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo8»); aunque también allà deja claramente establecido que «tengo mucha libertad en Cristo para mandarte lo que conviene9». El parámetro que se hace evidente es que allà donde es más necesario el uso de la autoridad, la credencial apostólica es más destacada en el saludo (como en Gálatas), y donde por el contenido de la carta (como en 1 Tesalonicenses) o su propósito personal (como en Filemón) no se hace tan necesario, la credencial se omite. Sin embargo, en todas las cartas de Pablo se puede demostrar por su contenido que no eran simples recomendaciones, sino que tenÃan una singular autoridad: lo único plural de Filipenses, por ejemplo, fue el saludo. Más allá de los dos primeros versÃculos lo que sigue es la instrucción singular del apóstol, y es hasta el final de la carta cuando los colaboradores vuelven a ser mencionados en el saludo que Pablo envÃa en nombre de ellos. Hasta en las tres cartas pastorales (1 y 2 Timoteo, Tito), cartas cuyo primer destino fueron las manos de sus más estrechos colaboradores, hombres ante quienes no necesitaba presentar credenciales, Pablo incluye la misma fórmula autoritativa para que lo ordenado por medio de ellos a las iglesias tuviera el peso de su apostolado.
La credencial cubre tres áreas claramente enunciadas: su propia identidad al considerarse esclavo de Dios, el singular llamado de Cristo hacia su vida al seleccionarlo entre sus apóstoles y su testimonio ante la iglesia en fe, conocimiento y piedad.
El caso que nos ocupa es la carta a Tito, cuyo propósito central es enunciado en el primer capÃtulo justo después del saludo: corregir las deficiencias. El saludo de la misma incluye la fuente de estas correcciones en una triple credencial: Pablo, quién es un siervo [esclavo] de Dios (uno que se siente obligado a obedecer la voluntad de su Señor y no la propia) y un Apóstol de Jesucristo [mensajero que obtuvo su mensaje de primera mano], cuya fe, conocimiento y piedad han sido manifiestos. La credencial cubre —al parecer intencionalmente— tres áreas claramente enunciadas: (1) su propia identidad al considerarse esclavo de Dios, (2) el singular llamado de Cristo hacia su vida al seleccionarlo entre sus apóstoles y (3) su testimonio ante la iglesia10 en fe, conocimiento y piedad. Quien escribe no solamente tiene la fe que obra para salvación, sino también el conocimiento que obra para madurez y la piedad (una devoción bien dirigida, por el conocimiento y la fe) que evidencia la eficacia de lo anterior. Pero aún dentro de esta triple credencial, la parte que más resalta es la credencial apostólica: lo que Pablo está por decir estarÃa totalmente fuera de lugar si no viniera de un Apóstol de Jesucristo, un hombre que fue comisionado personalmente por Cristo para establecer su iglesia.
La carta necesitaba ser comenzada de este modo (escrita por uno que está obligando a hacer la voluntad de su Señor, que ha recibido el singular llamado apostólico y tiene buen testimonio ante las iglesias) si habrÃa de rendir algún fruto. Tito requerirÃa un documento de este tipo que le diera autoridad ante la iglesia antes de poder implementar estos cambios, pues él, a pesar de su experiencia, no era un apóstol de Jesucristo como lo era Pablo, no habÃa obtenido su comisión de primera mano; los cretenses podrÃan, con todo el derecho, poner en duda sus iniciativas y aferrarse a sus prácticas actuales. «Tenemos muchos años haciendo las cosas de esta manera» —dirÃan algunos—. «Tenemos nuestra propia y particular forma de gobierno» —dirÃan los otros—. «Nuestra doctrina es la correcta, ¿quién es este agente externo para estar ordenando cosas en nuestras iglesias?» —serÃa la pregunta más común—.
El criterio clave para que algún documento fuera incluido en el Canon del Nuevo Testamento era su apostolicidad: requerÃa haber sido escrito por un Apóstol de Cristo o algún estrecho colaborador suyo.
Entender la autoridad apostólica es el punto de partida necesario para abordar nuestro tema, pues esta autoridad constitutiva (para establecer la iglesia) y normativa (para conducir la iglesia) dada por Cristo a este exclusivo grupo de hombres es la fuente de cualquier mejora relevante en la iglesia; lo fue antes en Creta y lo es hasta el dÃa de hoy. La fuente no son las opiniones personales de algún hermano (por muy bien intencionadas que estas puedan estar o por mucho fruto que aparentemente puedan dar), sino las indicaciones dadas por Cristo a sus apóstoles, instrucciones que se documentaron y llegaron a constituir el Nuevo Testamento. Precisamente, el criterio clave para que algún documento fuera incluido en el Canon del Nuevo Testamento era su apostolicidad: requerÃa haber sido escrito por un Apóstol de Cristo —uno que haya sido enviado directamente por Cristo— o algún estrecho colaborador suyo. AsÃ, tenemos cuatro evangelios canónicos: dos de ellos escritos por Apóstoles de Cristo (Mateo y Juan) y dos de ellos escritos por estrechos colaboradores de los Apóstoles (Marcos colaboró con Pedro y Lucas con Pablo). Lo mismo podrÃa decirse de cada uno de los 27 libros. El mismo Pablo afirmó que lo que escribÃa eran «mandamientos del Señor11», es decir, que no eran palabras suyas, sino de aquel que le envió, una expresión que serÃa blasfema si no viniera de los labios del apóstol autorizado. Antes de avanzar en el tema de las mejoras, estaré explicando más detenidamente quiénes fueron los apóstoles y la razón por la cual nadie en la actualidad podrÃa reclamar la misma autoridad constitutiva y normativa que tuvieron ellos.
El término apóstol, que significa literalmente mensajero, fue usado de forma exclusiva para denominar un singular grupo de hombres comisionados personalmente por Jesucristo para establecer y dirigir su iglesia, y también de forma general.
Se hace evidente en el Nuevo Testamento un doble uso del término apóstol. Esto no es extraño, pues ningún término de los muchos que se utilizaron para describir el liderazgo de la iglesia eran tÃtulos de determinadas posiciones jerárquicas, sino simples adjetivos descriptivos extraÃdos de algún contexto conocido (la agricultura y la sinagoga judÃa, por ejemplo); el uso inicial fue metafórico, aunque con el tiempo devino en pronombre. Pretendo establecer que el término apóstol, que significa literalmente mensajero, fue usado de forma exclusiva para denominar un singular grupo de hombres comisionados personalmente por Jesucristo para establecer y dirigir su iglesia, y también de forma general, como un adjetivo, con el fin de describir la tarea de algunos hermanos que eran enviados por la iglesia. Otra posible diferenciación serÃa entre apóstoles de Jesucristo (primer orden) y apóstoles de la iglesia de Jesucristo (segundo orden). Con relación al primer uso del término serÃa imposible que alguien reclamara en la actualidad ser un apóstol de Jesucristo y ser incluido en aquel grupo cerrado constituido inicialmente solamente por los doce y al que más tarde se adicionó Pablo, por llamado directo del Cristo resucitado; un caso especial, al no ser parte de «los doce» pero sà ser considerado como un auténtico apóstol de Jesucristo, el último entre ellos12, un abortivo (por su nacimiento anormal). El mismo Pablo defendió su apostolado13 desde tres posiciones distintas: por recibir su comisión directamente de Cristo, por ser testigo de la resurrección de Cristo y por los frutos de su apostolado. Más tarde Pedro —que entre los apóstoles era tenido como un primero entre iguales— expresó una valoración sobre las cartas de Pablo similar a las demás Escrituras14, por lo que su autenticidad apostólica queda fuera de duda.
ExistÃa un consenso entre los apóstoles sobre lo que ellos llamaron «la fe que ha sido una vez dada a los santos», la «sana doctrina», «el fundamento» o «el depósito.
Algunos han sugerido cierto vacÃo o improvisación en el cuerpo de enseñanzas de estos hombres. Suponen erróneamente que la iglesia de Cristo se reunÃa sin ninguna estructura o doctrinas formales, pero hay clara evidencia de que existÃa un consenso entre los apóstoles sobre lo que ellos llamaron «la fe que ha sido una vez dada a los santos15», la «sana doctrina16», «el fundamento17» o «el depósito18» asà como una estructura relativamente homogénea compuesta por los apóstoles estableciendo y supervisando y ancianos dando continuidad a esta obra bajo la autoridad de aquellos. Quizás no existÃa aún en forma de documentos escritos como llegó a estar más tarde —la doctrina principalmente en las epÃstolas generales y la estructura y procesos en las epÃstolas pastorales—, pero aquellos hombres que recibieron su instrucción de un mismo Maestro (Jesucristo) estaban presentes para afirmar lo correcto o refutar cualquier desviación y de hecho lo hicieron. Dice el libro de los Hechos que los que habÃan creÃdo «perseveraban en la doctrina de los apóstoles19», dando a entender un cuerpo de instrucciones claramente definidas y pluralmente consensuadas. Pedro afirmó también que estas mismas cosas definidas, consensuadas y defendidas por el conjunto de los apóstoles eran las mismas que antes habÃan sido anunciadas por los profetas y habÃa mandado el Señor20, y fue el Señor mismo resucitado que abrió su entendimiento de forma milagrosa para que entendieran las Escrituras y pudieran asà fundamentar su testimonio, pues aquello que habÃan visto y oÃdo era lo mismo que previamente habÃa sido profetizado.
Testificar de Cristo desde la perspectiva de su cumplimiento profético.
La forma de enseñanza más común entre los apóstoles era la siguiente: testificar de Cristo desde la perspectiva de su cumplimiento profético: «como está escrito» es la expresión recurrente. Asà predicó Pedro su primer sermón público partiendo desde la profecÃa de Joel y desde los Salmos21; asà predicó Esteban su sermón antes de ser apedreado22 —sermón que con toda seguridad escuchó Saulo de Tarso antes de ser llamado23—; asà le predicó Felipe al etÃope desde IsaÃas24; asà argumentó Jacobo a favor de los gentiles en el Concilio de Jerusalén25; asà predicaba Pablo en las sinagogas de los judÃos y también ante las autoridades romanas (Agripa, Berenice y Festo26) y asà predicó también en Roma, la más grande ciudad del mundo antiguo, testificando de Cristo desde la ley de Moisés y los profetas, principalmente desde IsaÃas27. Todo lo anterior guarda estrecha relación con lo que proclamó el Señor resucitado al momento de abrir el entendimiento de sus apóstoles: «Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mà en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras28». Más tarde Pedro y Juan afirmaron que «no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oÃdo29», confirmando que esta enseñanza apostólica no era algo venido de la mente de estos hombres, sino directamente de Cristo a ellos y de ellos a nosotros. No quiere decir esto que el perfecto cumplimiento de las profecÃas en Cristo fuera la única enseñanza que nos dejaron los apóstoles, sino, que era esta la primera, la fundamental, y que lo que ellos instruyeron tenÃa consonancia con lo que el mismo Cristo instruyó; que realmente eran mensajeros (apóstoles).
Estas son las dos primeras cosas que tengo para decir en cuanto al conjunto de los apóstoles de Cristo. En primer lugar que eran un grupo exclusivo cuyos integrantes reunÃan cualificaciones imposibles de cumplir en este tiempo y su enseñanza, por ser recibida de primera mano, era autoritativa para todas las iglesias. La obra de estos apóstoles fue acompañada de señales extraordinarias tal cual lo habÃa prometido Cristo: «Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles30». De todos modos, no bastarÃa que grandes maravillas y señales fueran hechas por un hombre en este tiempo para que su enseñanza sea autoritativa para la iglesia; lo más importante era haber recibido su llamado directamente de Cristo. En segundo lugar, que el cumplimiento profético es la columna vertebral del evangelio y con ello de toda la doctrina cristiana: Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras y resucitó al tercer dÃa, conforme a las Escrituras31; era esto lo primero que enseñaban los apóstoles. Pasemos ahora a considerar el segundo grupo de hombres a los que se les aplicó el adjetivo apóstol.
La única autoridad apostólica que puede ser reclamada en la actualidad es la que resulta del apego al fundamento ya establecido por los Apóstoles de Jesucristo y fue documentado en el Nuevo Testamento.
El segundo uso del término apóstol en el Nuevo Testamento es un uso general en forma de adjetivo para describir la labor de un mensajero enviado por alguien. Asà fue llamado nuestro Señor Jesucristo apóstol de Dios: el más grande apostolado, únicamente aplicado a su persona, quien fue enviado a nosotros por el Padre. Pablo, por ejemplo, no reclamó ser un apóstol de Dios al escribir a Tito, sino un esclavo de Dios y apóstol de Jesucristo. Fueron llamados apóstoles (de la iglesia) aquellos hombres comisionados por los Apóstoles de Jesucristo y las iglesias para labores puntuales. En este segundo grupo entran Bernabé32, los diferentes colaboradores de Pablo33, Jacobo el hermano del Señor34, Andrónico y JunÃas35. No fueron estos hombres enviados personalmente por Cristo, no fueron considerados en este grupo cerrado de los Apóstoles de Jesucristo ni fue tenida su enseñanza como autoritativa. El uso del término al referirse a ellos es un uso menor, general, algo totalmente distinto a la credencial apostólica. No es del todo inapropiado llamar apóstoles de la iglesia en la actualidad a aquellos que reciben la encomienda de ir a establecer y supervisar iglesias del mismo modo que fueron llamados los de este segundo grupo. Sin embargo, el uso que se le ha querido dar en los últimos tiempos es incorrectamente un uso autoritativo, algo que es totalmente extraño al Nuevo Testamento y a miles de años de historia cristiana. SerÃa mejor llamarles misioneros —si realmente se están moviendo—, término que significa lo mismo y ya tiene una connotación claramente definida y precisa: enviado de alguna iglesia. La única autoridad apostólica que puede ser reclamada en la actualidad es la que resulta del apego al fundamento ya establecido por los Apóstoles de Jesucristo y fue documentado en el Nuevo Testamento. Hoy serÃa imposible reclamar una fuente de autoridad (ni en forma de hombres respetados, ni de concilios ni de tradiciones) más allá de las Escrituras, de allà se desprende la doctrina de la Suficiencia de las mismas.
Después de explicar la triple credencial de Pablo en su carta a Tito (su propia identidad ante Dios, su llamado Apostólico y su testimonio ante las iglesias), solamente me resta explicar la esperanza que Pablo afirma tener para cerrar con el saludo. ¡Esta era la motivación del apóstol! El evangelio que hemos creÃdo tiene dos partes (el sacrificio de Cristo y su resurrección), la primera de ellas produce convicción y la segunda esperanza; Pablo tenÃa ambas. Al igual que las demás partes del saludo que ya hemos analizado, esta podrÃa ser tenida como un accesorio, pero a la luz del propósito de la carta (establecer ancianos y corregir la enseñanza de los falsos maestros que enseñaban por ganancias deshonestas) es evidentemente intencional. Pablo tenÃa sus ojos puestos en la recompensa de su labor, una que no le vendrá de ningún hombre —como esperaban los falsos maestros— sino de Dios, que no miente, quien la prometió. A diferencia de aquellos engañadores que no tenÃan autoridad, enseñaban vanidades, no practicaban lo que predicaban y enseñaban por beneficios materiales, Pablo sà tenÃa autoridad, sà tenÃa conocimiento de lo que hablaba y vivÃa de acuerdo a lo que enseñaba (piedad); a diferencia de ellos, no esperaba la recompensa de ganancias materiales deshonestas, sino la esperanza de la vida eterna.
Después de concluir el primer punto del bosquejo propuesto (la fuente de las mejoras), pasemos a considerar cómo aplicar en la actualidad las cosas que hemos visto. Todos los asuntos que mencionaré apuntarán al mismo lugar: la iglesia no mejorará para ser lo que nosotros queremos que sea:
Concluimos en que la fuente de las mejoras no pueden ser nuestras preferencias personales, la orientación al resultado (como en los negocios) ni las estrategias de crecimiento. La iglesia será lo que Cristo quiso que fuera, lo que Él ordenó a sus apóstoles y ellos dejaron por escrito para que llegara hasta nosotros sin distorsión. En el próximo punto —la justificación de las mejoras— no me detendré tanto como el primero, pero en él encuentra su propósito esta larga exposición de la autoridad apostólica: si no existiera un fundamento estable y autoritativo no habrÃa necesidad de mejorar ni forma segura de hacerlo.
Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, asà como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldÃa. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sà mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen.Tito 1:5-9
La ordenanza transmite el sentido de una obra en proceso que ha sido construida paso a paso y el contexto nos anuncia que al parecer también muy lentamente.
La primera encomienda de Pablo a Tito en su carta fue terminar una tarea que estaba incompleta, pues el sentido del texto no es tanto la corrección, sino, la concreción37 (completar algo que estaba inacabado). La ordenanza transmite el sentido de una obra en proceso que ha sido construida paso a paso y el contexto nos anuncia que al parecer también muy lentamente. El hecho de que Pablo haya estado en Creta y luego dejara a Tito para continuar la obra respalda el punto: la obra aún estaba inacabada posiblemente por ser cambios que requerÃan ser implementados poco a poco por un largo tiempo. Si hubiese sido prudente implementar todos los cambios en un momento Pablo mismo los hubiese hecho. Esto no debe ser tomado como excusa para que la iglesia permanezca imprudentemente en prácticas incorrectas por tiempo indefinido, sino, como ejemplo esperanzador de que el estado actual de la iglesia no es su estado permanente, que Dios está trabajando para completar en nosotros la buena obra que Él mismo comenzó38. Asà como sabemos que las tres agujas de un reloj se mueven aunque solamente una de ellas evidentemente se esté moviendo, otra se mueve tan lentamente que requiere esfuerzo llegar a percibirlo y las horas parecen no avanzar, y avanzan, la iglesia del Señor sigue su curso santificador en algunos aspectos más rápidamente que en otros, pero se mueve.
Que la iglesia de Creta tenga un liderazgo cualificado y una enseñanza firme no se podrÃa lograr con un retiro de fin de semana.
Regularmente Dios obra primero al darnos la sabidurÃa para reconocer dónde están nuestras faltas y luego, proveyéndonos la salida más prudente para proceder a corregirla. Reconocer la falta es el paso inmediato, identificar el mejor curso a seguir podrÃa tomar un poco más de tiempo. Además, nos indica que determinados procesos de cambio —como es el ordenamiento de ministros y la corrección de la enseñanza— deben de ser implementados lentamente, que la premura por mejorar podrÃa llevarnos al desespero y lo que comenzó con sabidurÃa (al reconocer la falta) podrÃa dejarnos en una situación más grave que la inicial al implementar una solución imprudente. Son muchos los casos en los que la iglesia local en su afán por solucionar rápidamente sus problemas (regularmente presionadas por dar una demostración pública) ha terminado amontonando pecado sobre pecado, por eso, luego de reconocer la falta, la espera activa del camino a la voluntad de Dios no deberÃa ser tomada nunca como falta de santidad o devoción. Más, cuando al igual que en las iglesias de Creta, no se trate de prácticas pecaminosas (que era el caso de las iglesias de Corinto) de las cuales sà habrÃa que huir, sino, de debilidades estructurales en la obra, que sà podrÃan —de no corregirse— derivar en conductas pecaminosas, pero se podrÃan corregir con menos premura. Queremos enmendar nuestros errores, pero deseamos que el remedio sea tan bueno como el diagnóstico; anhelamos ser mejores, pero sabemos que el perfeccionamiento será nuestra situación permanente mientras la iglesia de Cristo esté sobre esta tierra. Que la iglesia de Creta tenga un liderazgo cualificado y una enseñanza firme no se podrÃa lograr con un retiro de fin de semana.
Seleccionemos cualquiera de las iglesias del Nuevo Testamento y serÃa ese el tipo de iglesia con la que nosotros en la actualidad no quisiéramos tener comunión para «cuidar nuestro testimonio».
Dentro del universo de iglesias que es descrito en el Nuevo Testamento, la iglesia en Creta podrÃa ser considerada como una obra «normal», en algunos aspectos hasta alentadora con relación a las demás. Tito habÃa estado antes en Corinto, donde prevalecÃan el desorden y la carnalidad, lo que en Creta estaba a nivel de sÃntoma allà era enfermedad casi terminal; sin embargo, los hermanos de Corinto fueron saludados por Pablo de forma sorprendente: «a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Para Pablo —a pesar de las duras reprensiones que les envió— era esta una iglesia santa (por su posición ante Dios) que se estaba santificando (progresivamente por la obra del EspÃritu Santo), que habÃa sido enriquecida en palabra y toda ciencia y que el testimonio de Cristo habÃa sido confirmado en ellos. Asà mismo la iglesia de Galacia tenÃa problemas doctrinales (estaba dejando la fe para volver a las obras), la de Éfeso en tiempos de Pablo evidencia ser una iglesia saludable pero en tiempos del Apóstol Juan habÃa dejado su primer amor, Pérgamo permitÃa la doctrina de Balaam, en Tiatira era caracterÃstica una moral relajada, Sardis tenÃa nombre de que vive pero estaba muerta y Laodicea no era ni frÃa ni caliente sino un vomitivo para Dios. Eran en su conjunto un gran candelero de luces y sombras y nuestro Señor dijo que se movÃa en medio de todas ellas39. Creta no deberÃa alarmarnos, sino, impulsarnos a reconocer las faltas en nuestras iglesias locales y también a Cristo en medio nuestro. Seleccionemos cualquiera de las iglesias del Nuevo Testamento y serÃa ese el tipo de iglesia con la que nosotros en la actualidad no quisiéramos tener comunión para «cuidar nuestro testimonio»; aunque probablemente luego se nos diga: tú eres esa iglesia. La falta en nuestros hermanos nunca deberÃa ser excusa para retirar la comunión, el deseo intencional de permanecer en ellas sÃ.
Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os serÃa necesario salir del mundo. Más bien os escribà que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. 1 Corintios 5:9-11 RVR
Creta era una obra que habÃa sido preservada por el Señor directamente probablemente durante décadas antes de recibir sus primeros ministros.
Hay algo que puede ser aún más sorprendente que las múltiples carencias de Creta y las primeras iglesias en cuanto al conocimiento y la piedad —no asà de la fe— y es el hecho de que muchas de ellas carecÃan también de un liderazgo local. Es impensable para los cristianos de este siglo la posibilidad de subsistir sin un pastor que dirija, instruya y cuide el rebaño del Señor, pero la evidencia del Nuevo Testamento apunta a que el liderazgo local es muy necesario, aunque no imprescindible, la prioridad fue siempre establecer la iglesia, no dirigirla. Creta era una obra que habÃa sido preservada por el Señor directamente probablemente durante décadas antes de recibir sus primeros ministros. ¿Quién organizada el culto? ¿Quién instruÃa la congregación? ¿Quién establecÃa la disciplina en la iglesia? Estas son las preguntas comunes de un cristiano del siglo veintiuno a aquellos cristianos del siglo primero, y a todas se le puede dar la misma respuesta: la iglesia misma conducida por el EspÃritu Santo. Mi punto no es eliminar el liderazgo, sino considerarlo en su justa dimensión, los obreros son herramientas en extremo útiles y necesarias, pero nunca imprescindibles.
No estoy desarrollando un argumento en contra del liderazgo local, sino, contra aquel liderazgo que se entiende imprescindible para la vida de la iglesia.
Hay un hecho contemporáneo que guarda estrecha relación con este punto y es la iglesia en China. Cuando la revolución comunista tomó el poder en 1949 expulsó a los misioneros y puso trabas a la iglesia del Señor por medio de regulaciones los verdaderos cristianos salieron de la esfera pública y volvieron al lugar en que comenzó la iglesia en el libro de los hechos: casas y lugares privados. En un momento se pensó que habÃa desaparecido virtualmente la iglesia en China con la salida de los obreros establecidos y el aumento de la hostilidad, sin embargo, años después comenzaron a llegar los reportes de una iglesia auténtica, preservada —bajo la tierra— milagrosamente por el Señor durante décadas y sobre todo creciendo: sin obreros formales, sin ayuda externa, sin Biblias impresas y sin templos (aunque nada de lo anterior estaba mal), solamente bajo la dirección del EspÃritu Santo y el poder transformador del Evangelio. ¿Cómo fue esto posible? La iglesia comenzó a ser iglesia, los dones repartidos se usaron y el sacerdocio de todos los creyentes fue —por necesidad— una realidad. Tengo que insistir en que no estoy desarrollando un argumento en contra del liderazgo local, pues precisamente la segunda encomienda de Tito era establecer un liderazgo de este tipo, sino, contra aquel liderazgo que se entiende imprescindible para la vida de la iglesia. La obra en Creta habÃa permanecido, y ahora, con un liderazgo cualificado, estarÃa mucho mejor.
Ancianos, Obispos y Pastores son diferentes descripciones de una misma persona y cada una de ella describe alguna faceta o rol de su llamado.
Los diferentes nombres con que se describe en el Nuevo Testamento el liderazgo que fue establecido por los apóstoles para continuar edificando la iglesia sobre el fundamento establecido previamente por ellos pueden prestarse a confusión: algunos pueden llegar a pensar que se tratan de personas diferentes y otros que se tratan de niveles de autoridad. Ninguna de las anteriores. Al describir el liderazgo las Escrituras emplean un lenguaje metafórico que tiene por objeto describir más que diferenciar. Si se buscara en una concordancia bÃblica el término lÃder o liderazgo las entradas serÃan escasas, a menos que se tratara de una traducción de la biblia más dinámica que literal. Sin embargo, abundan las descripciones de las funciones de estos hombres que fueron ordenados para aconsejar a sus hermanos, supervisar el desarrollo de la obra y cuidar de ella. Ancianos, Obispos y Pastores son diferentes descripciones de una misma persona y cada una de ella describe alguna faceta o rol de su llamado. No describen un puesto o una posición jerárquica dentro de determinada estructura. Siendo asÃ, al hablar de los ancianos, los obispos y los pastores se estarÃa describiendo el mismo cuerpo de hombres que utilizarÃan su experiencia para aconsejar a otros (anciano), supervisarÃan la obra (obispo) y cuidarÃan de ella (pastor). Esto puede ser fácilmente comprobado en los versÃculos 5 y 6: los mismos hombres que inicialmente son llamado ancianos luego se denominan obispos. En el capÃtulo 20 del libro de los Hechos también se hace evidente. Pablo manda a llamar a los ancianos de la iglesia (17) y luego les dice « mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el EspÃritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre». Estos ancianos, obispos o pastores también pueden ser llamados ministros (servidores), una palabra que sà tiene asidero bÃblico y no tiene la connotación de principalÃa y superficialidad que la literatura popular le ha dado al «liderazgo».
La instrucción de Pablo a Tito con relación a los Ancianos era doble: que fuese una pluralidad de hombres, no un liderazgo unipersonal, y que estos hombres fueran cualificados.
Hay algo más allá del uso de los términos que considero necesario recalcar antes de ver la función de estos hombres y cerrar el tema, pues determinará en gran medida los cambios que en los próximos años estaremos implementado en nuestra iglesia. La instrucción de Pablo a Tito con relación a los Ancianos era doble: que fuese una pluralidad de hombres, no un liderazgo unipersonal, y que estos hombres fueran cualificados. La pluralidad en el liderazgo es tan necesaria como la cualificación, pues cuando un hombre actúa sólo puede ser más fácilmente inducido a desviarse del fundamento y desviar con él a la iglesia local. Al mismo tiempo, la cualificación es necesaria, pues solamente hombres con un carácter apropiado —esclavos de Cristo al igual que Pablo y no del pecado— podrÃan mantener el fundamento sin ser desviados por sus pasiones desordenadas. La tragedia en el liderazgo que lleva a la pérdida del testimonio en la iglesia local regularmente viene de manos de un hombre que actúa sólo y cuyo carácter no pasarÃa el tamiz indicado por Pablo a Tito. No me detendré a considerar particularmente estas cualificaciones, pero considero necesario recalcar que el instrumento más idóneo para implementar los cambios en Creta no era Tito, sino este cuerpo de lÃderes plural y cualificado; Tito estarÃa ordenando los ancianos, corrigiendo la enseñanza y modelando con su ejemplo durante un tiempo, pero en lo adelante, la labor recaerÃa totalmente en la iglesia local.
Ya el Señor nos ha dado la sabidurÃa para reconocer la necesidad, ahora estamos con paciencia buscando el camino más prudente para suplirla.
(Hasta ahora he podido por la gracia de Dios guiar, traer consejo y supervisar esta iglesia local, pero en última instancia, son la vara y el cayado del «PrÃncipe los pastores40» que nos han conducido a todos, tanto a mà como a ustedes. Hemos sido llevados a descansar a los lugares de delicados pastos, hemos saciado nuestra sed en las aguas reposadas, nuestra alma ha sido confortada y nuestros pies guiados por sendas de justicia; sÃ, también conocimos juntos el valle de la sombra de muerte y aquà estamos. ¡Podemos decir que Jehová es nuestro pastor41! Sin embargo, una de las primeras mejoras que implementará nuestra iglesia en los años siguientes será el establecimiento de otros ministros cualificados que conformen un cuerpo pastoral siguiendo el ejemplo del Nuevo Testamento. Ya el Señor nos ha dado la sabidurÃa para reconocer la necesidad, ahora estamos con paciencia buscando el camino más prudente para suplirla.)
Un ministro destacado no es aquel que trae algo nuevo, sino, aquel que puede retener, exhortar y convencer con lo que recibió, no es un compositor creativo, sino un ejecutante fiel.
Las dos necesidades que justificaban las mejoras (una obra en proceso y una obra sin obreros) apuntaban a evitar que un problema ya existente siguiera calando en la iglesia de Creta: los falsos maestros estaban dañando la iglesia, era necesario afirmar la doctrina y establecer un liderazgo local que hiciera de forma permanente aquello que Tito y Pablo habÃan estado haciendo de forma eventual: instruir, corregir y supervisar. Las responsabilidades que descansarÃa sobre esta pluralidad de ministros viene de la mano con la última de sus cualificaciones: cada uno ha de ser «retenedor de «la palabra fiel tal como ha sido enseñada42», para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen». Retener el fundamento apostólico recibido, exhortar de acuerdo a él y convencer con él a los que contradicen. Cuando Tito no esté allÃ, serán ellos quienes continuarán la obra, pero la obra no se conducirá según los planes y proyectos de estos hombres, sino de acuerdo a la palabra fiel tal como ha sido enseñada. Con relación a sus funciones, no hay nada nuevo que estos hombres puedan traer, después de los apóstoles de Jesucristo todos los que hemos sido enviados por la iglesia (misioneros) o establecidos en la iglesia (ministros) solamente buscamos en «el depósito» lo que ya Dios dispuso para su iglesia en todos los tiempos. Un ministro destacado no es aquel que trae algo nuevo, sino, aquel que puede retener, exhortar y convencer con lo que recibió, no es un compositor creativo, sino un ejecutante fiel. Ellos taparÃan la boca de los falsos maestros, atenderÃan a las debilidades frecuentes del lugar y reprenderÃan la iglesia, de ser necesario duramente para que sea sana en la fe.
Después de cubrir el segundo punto del bosquejo propuesto —la justificación de las mejoras— compartiré las implicaciones prácticas de entender la iglesia del Señor como una obra en proceso y tener un liderazgo local que pueda supervisar el desarrollo de la obra según el fundamento original. Dos aplicaciones para cada uno de estos aspectos:
Un ministro es el producto de Dios, cocinado a fuego lento a través de los años y llamado en el tiempo oportuno.
Por último, permÃtanme explicarles quién no es un hombre cualificado para ministrar en la iglesia del Señor y las dos razones por las que cada iglesia local debe conocer bien estas cosas. Un hombre cualificado para el servicio ordenado en la iglesia local no es uno que tiene mucho conocimiento ni muchos años en la iglesia; no es uno con mucho tiempo libre o sin nada que hacer; tampoco aquel que tiene eso que el mundo llama «liderazgo» (carisma, visión y energÃa) ni alguien electo por el pueblo en una democracia de esas en las que gana el más popular aunque no sea el más idóneo —los más cualificados obreros nunca serÃan electos por votación popular, mucho menos en una iglesia carnal—; no puede ser ese que estaba allà cuando el otro pastor se fue —es mejor la ausencia de ministros como estaba la iglesia de Creta que la presencia de ministros no cualificados—, el presidente de una junta y mucho menos alguien con hambre de poder, reconocimiento y dinero; necesariamente será un esclavo de Dios, con un llamado a cuidar la iglesia de Cristo y un testimonio que evidencie ante la iglesia local sus cualificaciones. Esto no solamente debe saberlo el liderazgo actual o aquel que está pensando entrar al liderazgo, debe saberlo también la iglesia local en pleno, por dos razones: para que tenga en muy alta estima a sus ministros genuinos y para que sea en extremo cuidadosa al recibir nuevos ministros. Las universidades no producen ministros, los seminarios no producen ministros, las expectativas de la gente no producen ministros ni las carencias producen ministros; todo lo anterior ayuda o justifica, pero no ordena. Un ministro es el producto de Dios, cocinado a fuego lento a través de los años y llamado en el tiempo oportuno. Cristo es quien sostiene milagrosamente Su iglesia, sin embargo, Él mismo levanta en su obra obreros para edificarla y protegerla, siguiendo siempre el fundamento establecido por Él a través los apóstoles. Que Dios nos ayude a ser una iglesia que mejora.