La bendición del trabajo

Entonces dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así. Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. (Génesis 1:26-31 RVR)

Este artículo lo escribí con parte de las notas que produje para el primer punto del sermón que prediqué ayer domingo en nuestra iglesia (La respuesta de Dios para el exceso de trabajo) y se quedaron fuera por falta de espacio. Luego compartiré otros materiales sobre el mismo tema.

El Dios infinito y todopoderoso que está fuera del tiempo y del espacio y que no se cansa, crea el tiempo, trabaja siguiendo ese patrón creado por él y luego reposa [para ejemplo nuestro].

A diferencia de lo que enseña la cultura popular y muchos cristianos repiten por ignorancia, trabajar no es un castigo, sino un privilegio dado al hombre —desde antes de la caída— para que expresara la imagen de Dios (creatividad, orden, prudencia, sentido de propósito y concreción) puesta en él, trabajando. El castigo que recibimos por consecuencia del pecado fue el deterioro de las condiciones1, no el trabajo. En la primera revelación que hace Dios de sí mismo en las Escrituras (Génesis) lo encontramos trabajando en un proceso de seis días, luego reposando, y más tarde delegando en el hombre la administración de su creación en unos términos asombrosos: «fructificad», «multiplicaos», «llenad la tierra», «sojuzgadla» y «señoread»2. Pero me asombra aún más en la creación que el Dios infinito y todopoderoso que está fuera del tiempo y del espacio y que no se cansa —pues a diferencia de nosotros, no tiene un cuerpo material sujeto a las leyes físicas y naturales—, crea el tiempo, trabaja siguiendo ese patrón creado por él y luego reposa. Pudo haber hecho todo en un instante y no tenía le necesidad de reposar, pero entró dentro del tiempo, creó día tras día y luego reposó, todo eso para el beneficio nuestro, ¡para que trabajemos siguiendo su ejemplo!

El trabajo fue creado por Dios para el beneficio del hombre (bendición), pero cuando el hombre abusa del trabajo (pecado), lo que antes era un esfuerzo saludable llega a ser un tormento (maldición).

Este es un principio consistente a lo largo de todas las escrituras: el trabajo fue creado por Dios para el beneficio del hombre (bendición), pero cuando el hombre abusa del trabajo (pecado), lo que antes era un esfuerzo saludable llega a ser un tormento (maldición). Casi todas las quejas que se le atribuyen al trabajo no son consecuencias del trabajo en sí, sino del trabajo mal ejecutado a consecuencia del pecado3: envidia, pereza, vanidad, avaricia y diferentes desordenes. Siendo así, nuestro deseo nunca debería ser dejar de trabajar4, sino, trabajar hasta que tengamos fuerzas siguiendo el ejemplo del Creador y para su gloria (abandonando el pecado y reposando). Precisamente aquellas personas que han perdido su empleo o logrado el anhelado «retiro» pueden testificar que más allá de la carencia de dinero, una de las experiencias más desesperantes es la falta de ocupación, la sensación de ver pasar el tiempo sin participar de ninguna labor productiva.

Ocio / Exceso

Ambos extremos (ocio y exceso) deben ser sujetados a la voluntad de Dios para disfrutar de la bendición del trabajo.

Un estudiante desea que lleguen las vacaciones para que cesen las labores escolares y así poder descansar, pero después de un tiempo deseará regresar a los estudios; cualquiera deseará su cama luego de la jornada laboral, pero más allá de las ocho horas la misma cama que antes fue deseada se puede convertir en una carga y ella misma, en vez de descansar, cansa. El ocio, en determinas circunstancias, puede ser más frustrante que el exceso y ambos extremos (ocio y exceso) deben ser sujetados a la voluntad de Dios para disfrutar de la bendición del trabajo. Así como un poco de ejercicio con esfuerzo producirá en nuestro cuerpo una sensación de cansancio placentera al detenerlos y traumas cuando abusando de nuestras condiciones físicas vamos más allá, el trabajo con prudencia es un deleite, su abuso un tormento y su ausencia —no su presencia— el peor castigo.

Un modelo de trabajo

Hace unos años, mientras estudiaba los primeros capítulos del libro de Génesis, encontré que el proceso de la creación podía ser un excelente modelo de cómo trabajar para la gloria de Dios. Es como si un emprendedor construyera durante un período de tiempo una empresa y luego, cuando la misma alcanzara su momento de viabilidad y producción la pusiera en manos de un administrador —junto a un manual de procedimientos— para que la continuara siguiendo su ejemplo y con plenos poderes de autoridad sobre la misma, de forma tal que le diera en todo a él la gloria. He encontrado seis características del trabajo de Dios que se revelan en la creación y pueden sernos útiles como ejemplo para que expresemos su imagen en nuestro trabajo y encontremos en ello una mayor satisfacción:

  1. Dios trabajó de forma creativa. Una de las cosas que hacen el trabajo más pesado es la monotonía: hacer siempre lo mismo sin ninguna variedad. Parte de la imagen de Dios en nosotros es la capacidad creativa, a partir de la combinación de los elementos existentes o la modificación de los mismos. Uno de los beneficios de la tecnología es que reduce el trabajo repetitivo y monótono ayudándonos a enfocarnos en las labores analíticas y creativas. Una buena manera de aumentar la creatividad en el trabajo es preguntarnos frecuentemente cómo podemos hacer mejor lo que ahora mismo hacemos u optimizar el proceso para hacerlo más rápido.
  2. Dios trabajó de forma ordenada. La creación no es una maraña de cosas creadas al azar, sino, un conjunto ordenado de obras en el que las primeras preparan las condiciones para las segundas y que sin ese orden inteligente, el todo no sería viable. La luz y la separación de las aguas de forma tal que quedara la tierra seca crearon las condiciones para la hierba verde y los árboles, y así mismo, la hierba verde y los árboles crearon las condiciones necesarias para otros seres vivientes hasta que quedaron establecidas todas las condiciones necesarias para la creación del hombre, corona de la creación. (Y en el hombre puso su imagen, un privilegio que lo capacitó para administrar todo lo anteriormente creado.)
  3. Dios evaluó en medio del trabajo. La expresión recurrente en cada día de la creación es «y vio Dios que era bueno». ¡Cómo si fuera posible que de la fuente de la bondad y la perfección pudiera salir otra cosa! Lo expresa al final de cada día como un recordatorio para nosotros: tenemos que asegurarnos no solamente de crear, sino de crear bien. Nosotros que —a diferencia de Dios— tenemos por nuestro libre albedrío y por la influencia del pecado la predisposición a las malas obras, evaluemos las nuestras sobre la marcha y confirmemos que las mismas sean buenas, si es posible, buenas «en gran manera» como dijo el creador en el día sexto. Un hombre prudente evalúa en medio de todas sus obras.
  4. Dios creó cosas útiles. La idea reinante o controladora en toda la creación es la utilidad: sus obras siguen un propósito, con un asombroso balance entre lo práctico y lo estético. En la naturaleza encontramos las más hermosas plantas alimentando con sus hojas a los animales herbívoros y las más deslumbrantes inflorescencias al servicio de los polinizadores. El arcoíris, todo un espectáculo de belleza, es a la vez un fenómeno óptico y meteorológico: los rayos del sol atravesando las diminutas gotas de agua de la atmósfera terrestre. Es muy posible que algunas de las obras de Dios sean solamente una invitación estética para anunciar su grandeza, pero hasta en lo bello de Dios encontramos utilidad: un sublime anuncio de su grandeza, una invitación a adorarle, una revelación. Al trabajar, deberíamos tener muy presente la utilidad de nuestras obras, y en la mayoría de los casos, cuando no encontramos propósito claro en lo que hacemos tampoco encontraremos satisfacción.
  5. Dios terminó lo que comenzó. No hay obras inconclusas en la creación de Dios. Nadie encontrará un animal a medio hacer una planta a medio talle o una ley física indefinida. Cada vez que comenzó un proyecto lo llevó hasta el final. Pero no solamente lo demostró en el Génesis, lo hizo también en la cruz, llegando hasta el final, y lo viene haciendo en nosotros para concluir su buena obra de santificación, a fin de llevarlos a la medida de la estatura de Cristo, al varón perfecto. Así mismo, mucha de la frustración en nuestros trabajos tiene su origen en comenzar sin terminar, la acumulación de asuntos pendientes hace que el trabajo sea frustrante y la concreción de un proyecto trae mucha satisfacción.
  6. Dios reposó. Una de las horas más valiosas en medio de un gran proyecto son las horas de descanso. Está demostrado que el reposo es necesario para alcanzar la calidad en cualquier tarea. Recuerdo haber visto mientras estudiaba administración de empresas los patrones del rendimiento que tiene un obrero a través del tiempo ejecutando diferentes tareas y cada vez que en la misma había una pausa —reposo— se manifestaba un pico en la productividad. Así mismo, el exceso en las jornadas de trabajo no repercutía positivamente en la producción, sino todo lo contrario: errores, bajas en la calidad y muchos accidentes laborales. Dios, que no necesitaba reposar, reposó para enseñarlos a nosotros, creaturas limitadas, el beneficio de las pausas.

Los cristianos debemos recibir el trabajo como un privilegio —continuar administrando la creación de Dios— y hacerlo de forma tal que expresemos su imagen, para que disfrutemos de sus beneficios. A diferencia de los necios que trabajan mal a consecuencia de sus pecados y siempre están frustrados, debemos apartarnos del pecado y trabajar para la gloria de Dios, consiguiendo en ello una gran satisfacción, sobre todo, no hacerlo más allá de nuestras fuerzas, evitando abusar de nuestro cuerpo, que también es parte de la creación de Dios, sabiendo que un buen obrero, administra bien tanto la obra como el equipo (herramientas).

  1. Génesis 3:17 RVR: «Y al hombre dijo: «Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida». []
  2. Génesis 1:28 RVR []
  3. Eclesiastés 4:4-6 RVR «He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu. El necio cruza sus manos y come su misma carne. Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu». []
  4. 2 Tesalonicenses 3:10-12 RVR «Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan». []

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