En medio de los dÃas difÃciles que está viviendo nuestra nación, la iglesia cristiana ha sido insistentemente cuestionada por su pasividad en tomar parte. Nuestros conciudadanos, y también nuestros miembros, están a la espera de que las iglesias cristianas se manifesten: que salgan a las calles, que levanten pancartas; nuestro silencio es tenido en el mejor de los casos como indolencia, y en el peor como complicidad.
Se ha profesionalizado la adoración, se adora —en cantidad— mucho más que antes, por mucho más medios, con muchos más utensilios y mucho mejor dispuestos, pero se delega más y más la responsabilidad en adoradores profesionales que se aseguran de que técnicamente todo esté donde deberÃa de estar.
No es un asunto de hacer acepción de personas: si alguien no tiene la naturaleza correcta no puede ser pastoreado. De hecho, sabemos que somos del Señor porque soportamos el cuidado pastoral, lo anhelamos y lo deseamos. El hombre natural, en su rebeldÃa, no puede ser pastoreado.
Una iglesia no se une cuando todos sus miembros se parecen, se une, cuando todos sus miembros se parecen más a Cristo.
La meta en la vida del creyente no deberÃa ser solamente su crecimiento particular, sino que deberÃa ocuparte también de crecer junto a sus hermanos, sabiendo que somos un cuerpo, una familia, que militamos juntos en el ejército del Señor
Una madre tuvo que desprenderse de su hijo y Dios intervino milagrosamente para darle la oportunidad de criarlo. Lo hizo bien y sus resultados se hicieron evidentes.