Respuesta corta
Animo a cada quien a considerar las Escrituras y ver con sus líderes el trasfondo de sus posiciones, seguramente encontrarán en ellos argumentos sabios para su realidad particular.
Esta pregunta viene regularmente de dos fuentes principales: nuevos creyentes que desean saber cómo proceder o creyentes que han sido instruidos para evitar totalmente las bebidas alcohólicas y se preguntan hoy si más allá de la sujeción a la posición de sus líderes o congregaciones —una razón loable para abstenerse1— realmente hay un sustento bíblico para tal prohibición. Quizás ya buscaron las palabras claves en su concordancia (alcohol, vino, cerveza, mosto, embriaguez) o investigando en Internet llegaron hasta aquí. La respuesta corta es que aunque las Escrituras nos llaman constantemente a buscar la sobriedad y evitar las borracheras, el acto mismo de consumir bebidas alcohólicas nunca está en ellas directamente prohibido. Sé que esta respuesta no es la más común, animo a cada quien a considerar las Escrituras y ver con sus líderes el trasfondo de sus posiciones, seguramente encontrarán en ellas argumentos sabios para su realidad particular. Mi propósito con este artículo no es polemizar, sino traer argumentos bíblicos a la conversación. Esta es la mejor respuesta corta que yo puedo dar después de estudiar el tema desde diferentes perspectivas (escritural, cultural, prudencial): no la busque, en las Escrituras no hay una prohibición directa para el consumo de bebidas alcohólicas como sí la hay para muchos vicios. Sé que hay un sinnúmero de razones que también deben ser consideradas más allá de la ausencia de prohibición, pues el silencio no necesariamente admite. Entre las más relevantes está el uso de las bebidas en los tiempos bíblicos, algo que tiende más a la alimentación que al esparcimiento, muy probablemente con una menor graduación de alcohol que en nuestros días —nadie en su sano juicio moja pan en Whisky o Vodka a la hora del almuerzo—, y está también el aspecto prudencial, pues que podamos hacer algo no necesariamente significa que debamos hacerlo pragmáticamente.
Fronteras Legítimas / Autoridad de las Escrituras
Deberíamos ser cuidadosos para no ir más allá de las Escrituras usando como excusa la prudencia, pues la buena intención no hace que la mala interpretación de la Biblia termine en sana doctrina.
Sin embargo, pienso que deberíamos ser cuidadosos para no ir más allá de las Escrituras usando como excusa la prudencia, pues la buena intención no hace que la mala interpretación de la Biblia termine en sana doctrina. El más sincero error aún seguirá siendo error. Usar las Escrituras para construir artificialmente muros de protección es una vía rápida y sumamente cómoda para el discipulado, pero muy peligrosa. Las personas sinceramente respetarán ese límite durante un tiempo, pero al descubrir que es una frontera ilegítima, podrían llegar a creer erróneamente que las demás doctrinas cristianas han sido sustentadas del mismo modo. Así, la buena intención puede de hecho llevar al pueblo a cuestionar la autoridad de las Escrituras. Cada vez que alguien usa mal la Biblia para construir muros prudenciales está contribuyendo a debilitar su autoridad, el remedio tiende a ser peor que la enfermedad.
Una mejor pregunta
No servimos a un Dios distante que nos dejó un código para que vivamos correctamente pero alejados de Él, sino a un Dios que se reveló progresivamente de forma tal que podamos conocerle y vivir agradablemente en su presencia.
Dicho lo anterior, paso a la respuesta larga, asuntos que debería considerar todo cristiano sincero antes de tomar una posición al respecto de las bebidas alcohólicas. A pesar de lo que muchos han llegado a pensar, la intención del Padre celestial al darnos Su Palabra no era establecer un listado de cosas prohibidas y permitidas de forma tal que evitando unas y practicando otras siguiéramos por nuestra cuenta; su propósito fue que le conociéramos, de forma tal que podamos vivir para agradarle. Esta intención debería alejarnos de una moral binaria (bueno / malo) y conducirnos más a una moral de adoración. La Biblia persigue más un propósito revelacional que normativo: no servimos a un Dios distante que nos dejó un código para que vivamos correctamente pero alejados de Él, sino a un Dios que se reveló progresivamente de forma tal que podamos conocerle y vivir agradablemente en su presencia. Es tan firme esta intención, que se valora más el espíritu de la ley que la letra y eventualmente pasamos de los códigos a las actitudes. Así, en vez de considerar lo pecaminoso solamente como la violación de una norma, deberíamos enfocarnos en las motivaciones. El acto de tomar bebidas alcohólicas en sí quizás no sea pecado, pero la actitud que motiva la acción sí puede serlo. En vez de preguntarnos si tomar o no tomar, hay mejores preguntas, preguntas que no tienen su origen en una moral binaria sino en una moral de adoración: ¿Para qué hacerlo? ¿Cuál es la motivación de mi corazón cuando busco las bebidas alcohólicas? Puedo encontrar unas cinco motivaciones pecaminosas más allá del acto mismo de tomar que haríamos bien en evitar.
Cinco motivaciones pecaminosas
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Un creyente sabio que ha reconocido que es mayordomo de los recursos de Dios debería considerar seriamente si está glorificando a su Señor al pagar determinados montos por una botella.
Tomar para ostentar. Es común que la gente tome bebidas que realmente no prefiere, que no está en capacidad su paladar de valorar o que lo haga desproporcionadamente para demostrar que ellos pueden hacerlo y los otros no. En este caso podría ser no se llegue a participar en una borrachera, pero sí en el pecado de la vanidad. Una práctica frecuente es ostentar que se ha bebido determinada marca o que se han servido bebidas en tales cantidades. Un creyente sabio que ha reconocido que es mayordomo de los recursos de Dios debería considerar seriamente si está glorificando a su Señor al pagar determinados montos por una botella. No son pocos los que ruedan el dedo por una carta de vinos guiados por el precio o la marca, luego huelen un corcho sin saber bien de qué se trata el asunto, mueven su copa y con mucha pose sueltan palabras rimbombantes para impresionar a la mesa. Aún otros usan las bebidas para demostrar sofisticación, adultez o como expresión de un estilo de vida, en resumen, para llamar la atención hacia ellos mismos. Cuidémonos del pecado de la borrachera, pero también de la vanidad.
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Un creyente no desea escapar de su realidad, sino enfrentarla con entereza de acuerdo a sus convicciones y con la ayuda de Dios.
Tomar para evadir. El rey Lemuel, cuyos consejos son reunidos en el libro de Proverbios, aconseja a los gobernantes que sean cuidadosos con las bebidas alcohólicas, pues le podrían llevar a pervertir el derecho: «no es de los reyes, oh Lemuel, no es de los reyes beber vino, ni de los príncipes la sidra; no sea que bebiendo olviden la ley, y perviertan el derecho de todos los afligidos2». Inmediatamente después ironiza al respecto diciendo que en vez de tomarlos ellos, den «la sidra al desfallecido, y el vino a los de amargado ánimo». (Recuerden que se trata de una ironía, la lección es que todos deberíamos evitar entregarnos a las bebidas.) Hoy no es diferente que ayer, las personas que más alcohol consumen en la sociedad son las más tristes, atormentadas y amargadas, al no poder lidiar con sus problemas de otro modo, intentan ahogar sus penas en los tragos. La botella puede ser una vía de escape ante los problemas de la vida, pero nunca debería de ser ese nuestro camino. Un creyente no desea escapar de su realidad, sino enfrentarla con entereza de acuerdo a sus convicciones y con la ayuda de Dios. Esta es una buena pregunta antes de llevar a nuestros labios el vaso o la botella: ¿cuál es mi verdadera motivación? ¿Está esta sustancia llenando en mí (de forma pecaminosa) aquello que sólo Dios puede llenar? El consejo de las Escrituras es el siguiente: «¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas3».
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Por muy maltrecha que esté en nosotros la imagen de Dios, hay una brújula moral que inicialmente siempre tendía a su norte (la voluntad de nuestro creador) pero que con todo y estar averiada sigue buscando su norte en alguna parte.
Tomar para desinhibirse. El hombre es un ser moral, por lo que constantemente está considerando si sus actos son correctos de acuerdo a alguna escala. Por muy maltrecha que esté en nosotros la imagen de Dios, hay una brújula moral que inicialmente siempre tendía a su norte (la voluntad de nuestro creador) pero que con todo y estar averiada sigue buscando su norte en alguna parte (el sentido del deber, lo que es justo, lo que no daña a otros). En su sano juicio, hay cosas que el hombre sabe que no estarían en condiciones de hacer, y para hacerlo, usa el alcohol. Una fiesta desarrollada con brújulas morales encendidas sería para los pecadores sumamente aburrida, por eso, si el hígado puede descomponer el alcohol a un ritmo de una copa por hora ellos le mandan tres. Construyen químicamente un compás de desenfreno moral y es al otro día que son enterados de sus lamentables consecuencias. Eso no es ser valiente, sino ser muy cobarde. Un creyente no glorifica así a su Señor, nuestro llamado no es al desenfreno, sino al dominio propio: «porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio». Aquí hay una buena pregunta: ¿podría llevarme esta bebida en este contexto a participar en cosas que de otro modo evitaría? ¿Pueden estos grados de alcohol llevarme a bajar moralmente la guardia, de forma tal que termine avergonzando a mi Señor? Deberíamos evitar totalmente el alcohol en determinados contextos «para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio4».
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La sociedad juega con el alcohol a tender trampas: te invito a una copa con el fin de ponerte en una mejor condición de aceptar algo engañoso, injusto o ilegal.
Tomar para hacer caer a otros. Las bebidas pueden ser utilizadas en contra del prójimo: embriagándolo para engañar, para avergonzar o simplemente para lograr que acedan a cosas a las que en su sano juicio se negarían. La sociedad juega con el alcohol a tender trampas: te invito a una copa con el fin de ponerte en una mejor condición de aceptar algo engañoso, injusto o ilegal. Te expongo al alcohol con la intención de emborracharte para burlarme de ti5, quizás en una competencia de tragos. Quiero usarte, y para ello te embriago. Es común que esta lucha suceda entre hombres y mujeres con el fin de «vencer al otro» y llevarle a la cama; o vencer evitando que tal cosa suceda. Un hijo de Dios no solamente evita tender estas trampas o caer en ellas, sino también presenciarlas, como hacen algunos. Hay tres características del amor (en general, no solamente hacia la pareja) que hacemos bien en tener presente: no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se goza de la injusticia6. Un caso tristemente aleccionador fue la desconsideración del rey David hacia su siervo Urías y sus tristes consecuencias: «y David lo convidó a comer y a beber con él, hasta embriagarlo7». Aquí hay algunas preguntas claves: ¿qué es lo que realmente pretendo al brindar esta topa de vino? ¿Podría tener mi anfitrión una intención ulterior con su invitación, de forma tal que termine yo deshonrando a mi Señor? Ante la sospecha, mi recomendación es beber agua, solamente agua. H2O.
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Gran parte de los alcohólicos son alcohólicos funcionales, pueden beber, embriagarse y hasta disimular los efectos, lo que no pueden es dejar de hacerlo.
Tomar dependientemente. Siento que esta actitud, por general, sobra, pero tengo que incluirla. Sin importar que no tomes hasta embriagarte, si «necesitas tomar» ya eres esclavo. Gran parte de los alcohólicos son alcohólicos funcionales, pueden beber, embriagarse y hasta disimular los efectos, lo que no pueden es dejar de hacerlo. El alcohol, especialmente en bebidas alta graduación (Brandy, Ron, Tequila, Vodka, Whisky), puede ser una peligrosa trampa. «Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna8». Proverbios 23 es frecuentemente citado para advertir sobre las bebidas alcohólicas, pero pocas veces se insiste en la última expresión: «No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece en la copa; entra suavemente, pero al final como serpiente muerde, y como víbora pica. Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón proferirá perversidades. Y serás como el que se acuesta en medio del mar, o como el que se acuesta en lo alto de un mástil. Y dirás: me hirieron, pero no me dolió; me golpearon, pero no lo sentí. Cuando despierte, volveré a buscar más9». Esa última expresión debería advertirnos: «Cuando despierte, volveré a buscar más». Evitemos la borrachera, pero también la frecuencia dependiente.
Quizás, absteniéndome yo ahora por amor a mi hermano logro que eventualmente ambos tomemos vino en la presencia del Señor.
Entiendo que estas cinco actitudes a evitar más allá de la embriaguez (tomar para ostentar, tomar para evadir, tomar para desinhibirse, tomar para hacer caer a otros, tomar dependientemente) deberían moldear cualquier posición que tomemos sobre las bebidas alcohólicas. Sin embargo, aún falta una sumamente importante, algo en lo que las Escrituras sí son muy explícitas: no deberíamos tomar si podemos ser piedra de tropiezo para otros. Esta es una frontera real y legítima, un muro de contención sumamente grueso que no deberíamos intentar transgredir. Como medida de precaución, eso debería llevarnos a evitar brindar bebidas fuertes, y si decidimos tomar, abstenernos totalmente frente a aquellos que no necesariamente compartan nuestra posición. Quizás entendamos que nuestra perspectiva al respecto de las bebidas alcohólicas es más bíblica que la de ellos, sin embargo, ante la posibilidad de que «mi correcta doctrina» le sea un estorbo coloco a mi hermano por encima de mi placer, que es el mejor uso que puedo hacer de mi libertad cristiana. Quizás, absteniéndome yo ahora por amor a mi hermano logro que eventualmente ambos tomemos vino en la presencia del Señor. Hay dos casos especiales a considerar. El primero son los hermanos que fueron liberados por Cristo de una vida marcada por el alcohol o que viven en lugares en el que el pecado de la embriaguez abunda, ellos harían muy bien en abstenerse completamente10 por razones prácticas. El segundo es el del liderazgo cristiano, que debería considerar las implicaciones que su ejemplo tiene sobre los demás, pues regularmente el discípulo nivela hacia abajo con el maestro. En mi caso particular, solamente prefiero la cerveza junto con el pollo, sazonando (pollo a la cerveza), pero tampoco ando por ahí imponiéndoles a mis hermanos mi gastronomía.
Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. Todas las cosas a la verdad son limpias; pero es malo que el hombre haga tropezar a otros con lo que come. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o se debilite.Romanos 14:19-21
- Hebreos 13:17: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso». [↩]
- Proverbios 31:4-5 [↩]
- Santiago 5:13 [↩]
- Levíticos 10:11 [↩]
- Habacuc 2:15: «¡Ay del que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti, que le acercas tu hiel, y le embriagas para mirar su desnudez!» [↩]
- 1 Corintios 13 [↩]
- 2 Samuel 11:13 [↩]
- 1 Corintios 6:12 [↩]
- Proverbios 23:31-35 LBLA [↩]
- Marcos 9:43: «Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado». [↩]
¿Es lícito, conviene, edifica, trae gloria a Dios, es de buen nombre, hay virtud alguna, es digno de alabanza, es puro, es justo, es amable? ¿Usted oyo, vio, aprendió eso de los apóstoles? Pues hágalo.
Joel: la primera parte de tu comentario es muy válida y ajustada a las Escrituras (Filipenses 4:8). La segunda tiene mucho sesgo: tu posición personal al respecto presentada indirectamente como una obligatoriedad. Te animo a condenar lo que las Escrituras condenan y en el resto a proceder con prudencia. Creo entender tu intención, aunque no comparto la manera en que la persigues. Gracias por tu retroalimentación.
Un creyente, uno maduro y que tiene en la escritura la ayuda en còmo proceder, no deberìa tener ningùn problema con el alcohol. Cuando digo ninguno, me refiero a que no debería verlo màs dañino que el consumo de grasas saturadas, y tan beneficioso como considerarlo un antioxidante.
Es preciso desmitificar, aùn sabiendo que es difìcil, ya que casi la mayorìa de las cosas que se dicen del vino o alcohol en nuestros cìrculos, obedecen màs a cercos morales que a la realidad de las escrituras, tal cual comentaba Rafael.
El vino es un «acompañamiento» para las comidas. Visto desde esa perspectiva, éste no es distinto al aceite o la sal, los cuales también enfermarán al que los consume en exceso.
En el mundo hebreo de todos los tiempos el vino estuvo presente y sólo se condenaban las borracheras, los excesos, asì que tanto nuestro Maestro, como sus discípulos lo bebieron y no perdieron nada de su santidad por hacerlo.
Saludos,