Vivimos rodeados de ofertas y opciones: gimnasios para quemar calorÃas, que se multiplican como si fueran establecimientos de comida rápida, innovadoras formas de ejercicio, promoción de jugos verdes, entrenadores personales que «hacen magia», influencers y suplementos nutricionales, siempre nuevos, para acercanos al objetivo.
El acondicionamiento fÃsico (fitness) es la religión de nuestro tiempo, algo que consume gran cantidad de la atención mental y domina los temas en las conversaciones de sobremesa, mientras consumimos los últimos bocadillos. La imagen personal es la principal fuente de gozo para la mayorÃa de la gente, y una forma de idolatrÃa. Dado que es asÃ, vivimos rodeados de ofertas y opciones: gimnasios para quemar calorÃas, que se multiplican como si fueran establecimientos de comida rápida, innovadoras formas de ejercicio, promoción de jugos verdes, entrenadores personales que «hacen magia», influencers y suplementos nutricionales, siempre nuevos, para acercanos al objetivo. Sin dejar de mencionar la presión social, directa o indirecta, para estar o mantenerse en forma: los padres, la sociedad dominada por la sensualidad y hasta el mercado laboral. La situación, por agresiva, es polarizante: unos practican con religiosidad el ejercicio fÃsico y «evangelizan» a los que se van quedando rezagados y otros —aun necesitándolo— lo evitan, ya sea por no unirse a la bola o por no tener los medios para lograrlo (tiempo, dinero y motivación). ¿Hay algo que como cristianos podamos decir al respecto? ¡SÃ, mucho!
No es algo nuevo. En el tiempo en que vivieron nuestro Señor Jesucristo y sus apóstoles (Siglos I y II) el culto al cuerpo, acondicionándolo y exhibiéndolo, promovido principalmente por los griegos (helenismo), estaba en auge. ¡Y generaba las mismas reacciones que genera hoy el acondicionamiento fÃsico! Para un hombre de esos dÃas, su cuerpo era en gran medida su carta de presentación: era idea predominante entre los filósofos que quien era apto para gobernar una ciudad se habÃa de ocupar primero de sà mismo: el acondicionamiento de su cuerpo y su mente anunciaban lo idóneo que era para ocupar cualquier posición social. De ahà los gimnasios y las escuelas, que eran para ellos los dos pilares del cuidado de uno mismo. Es muy elocuente el silencio que guarda el Nuevo Testamento al respecto: nos invita a cuidar el cuerpo, pero por razones completamente distintas.
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del EspÃritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espÃritu, los cuales son de Dios.1 Corintios 6:19-20
La historia ha demostrado que gente en extremo disciplinada, o con buena condición fÃsica, puede ser muy perversa.
Reconoce que no hay relación directa entre el acondicionamiento fÃsico y la piedad. La condición del cuerpo de una persona podrÃa estar evidenciando algún rasgo de su carácter, como la falta de autodisciplina, pero la correlación no es determinante, podrÃa tener más de prejuicios que de verdad, y quien toma esta correlación como si fuera una ley cometerá grandes injusticias, pues los factores por los que alguien está «fuera de forma» son múltiples: condiciones de salud no siempre accionables, la genética que Dios le dio, su momento de vida y hasta su poder adquisitivo («estar en forma» es muy costoso, frecuentemente no está al alcance de todo el mundo). Sobre todo, tener autodisciplina, o una razón poderosa para «estar en forma», no necesariamente es sinónimo de piedad. De hecho, lo inverso puede ser más común: un cuerpo muy acondicionado podrÃa estar anunciando una atención excesiva en esas cosas, frecuentemente por razones no piadosas: vanidad, sensualidad, auto exaltación, temor al rechazo, presión social o falta de contentamiento en otras cosas más profundas, importantes y permanentes. La historia ha demostrado que gente en extremo disciplinada, o con buena condición fÃsica, puede ser muy perversa. Asà mismo, hombres y mujeres que fueron muy útiles para Dios no tuvieron cuerpos de concurso. El enfoque del Nuevo Testamento está en, aunque sin negarla, restar importancia del ejercicio fÃsico1, que era la máxima de su tiempo, para ponerla en el ejercicio espiritual.
Desecha las fábulas profanas y de viejas. EjercÃtate para la piedad porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera. 1 Timoteo 4:7-8
Dios ha establecido que el cuerpo se deteriore progresivamente, de modo que recordemos nuestra mortalidad, nos preparemos para la eternidad y aprovechemos bien el tiempo, viviendo para su gloria.
Comprende que este cuerpo presente es un medio temporal para un fin más grande y eterno. Esta es la razón por la que mientras envejecemos el cuerpo va disminuyendo en su estética y funcionalidad: tenemos una frontera de tiempo, un lÃmite, nuestra vida es un paréntesis. Para hacer evidente la realidad de la muerte Dios ha establecido que el cuerpo se deteriore progresivamente, de modo que recordemos nuestra mortalidad, nos preparemos para la eternidad y aprovechemos bien el tiempo, viviendo para su gloria. Asà mismo, el deterioro del cuerpo y de la mente —a un ritmo natural— es una provisión de su gracia común para todos los hombres, pues si lográramos un progresivo avance la muerte serÃa aún más difÃcil: serÃa tan lamentable la muerte de un anciano que la muerte de un niño. El culto al cuerpo pretende que neguemos esta realidad, pero hacerlo serÃa necedad, rebelión contra el creador. La vejez, evidenciada por los medios esperables (flacidez de la piel, canas, falta de fuerzas y deleite, pérdida de facultades intelectuales), tiene designio y un propósito que con toda seguridad no aprenderás en el gimnasio. Lo que es bello es la expresión apropiada de las facciones esperables para tu momento de vida. Lo demás es estrafalario. El hecho de que los hombres podamos crecer en sabidurÃa y piedad a medida que nuestro cuerpo se va deteriorando es una contradicción para el materialismo, pero para un cristiano es evidencia de que fuimos creados para la vida eterna.
Esta es la razón por la que mientras envejecemos el cuerpo va disminuyendo en su estética y funcionalidad: tenemos una frontera de tiempo, un lÃmite, nuestra vida es un paréntesis.
Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de dÃa en dÃa.2 Corintios 4:16
Más allá de la vanidad, la ostentación o el deseo de vivir para siempre, hay razones muy loables para ejercitarse, comer saludable y tener conciencia sobre el estado del cuerpo.
Ten razones profundas para desear una buena condición fÃsica. Un cuerpo en buenas condiciones es un instrumento útil, para destruir (a quien lo ocupa y a sus semejantes) o para edificar. Más allá de la vanidad, la ostentación o el deseo de vivir para siempre, hay razones muy loables para ejercitarse, comer saludable y tener conciencia sobre el estado del cuerpo: peso, medidas, funcionamiento interno. Mencionaré algunas. CALIDAD DE VIDA Aunque las enfermedades son inevitables, con prudencia y disciplina pueden ser postergadas, ¡qué útil es un cuerpo saludable que acompañado por una mente instruida y un corazón regenerado alcanza en sus dÃas los propósitos del Señor! La enfermedad y las molestias tempranas harán tu existencia más corta y difÃcil (menos calidad de vida), lo que reducirá tu capacidad para glorificar a Dios: en tu trabajo, en tu familia o en tu iglesia. Un creyente vive en una tensión saludable entre los designios de Dios y la buena mayordomÃa: vivimos en un mundo caÃdo y lleno de limitaciones a consecuencia del pecado, pero al ser buenos mayordomos (de la creación, del cuerpo, del tiempo), mientras glorificamos a Dios podemos tener una existencia más llevadera. AGILIDAD MENTAL La dieta y el ejercicio fÃsico afectan significativamente tu mente, algo que tiene un impacto directo en tu capacidad de aprendizaje o enseñanza. La renovación de nuestro entendimiento requiere que usemos nuestro cuerpo. ESTADO DE ÃNIMO El estado de ánimo de una persona está muy relacionado al estado de su cuerpo (alimentación y ciclos de trabajo y reposo), y el estado de ánimo es absolutamente necesario para tener una vida fructÃfera y victoriosa. DELEITE DEL CÓNYUGE Tener una buena condición fÃsica, en la medida de lo posible y prudente, es una muestra de amor hacia tu cónyuge, que en ti tiene su deleite. Asà como debemos evitar exhibirnos y hacernos deseables fuera del matrimonio, una vez casados deberÃamos cultivarlo. BUEN TESTIMONIO Aunque como vimos en el primer punto, la relación entre la condición fÃsica y el estado del alma no es directa, tampoco podemos negarla: frecuentemente la obesidad está ligada a falta de contentamiento (nos atragantamos de dulces al no haber encontrado nuestro deleite en Dios), a la falta de disciplina (disponiendo con tiempo de opciones saludables y teniendo dominio propio), a la falta de reposo (en los afanes de la vida) y hasta con la pereza, que nos mantiene sembrados en un mueble frente al televisor en vez de salir a hacer una caminata. Es verdad que en los comentarios mundanos hay mucha injusticia y generalizaciones, pero tampoco son irracionales. En la medida de lo posible, según tu momento de vida y los recursos que el Señor te haya dado, ¡cuida tu cuerpo! Esto tendrá muchos efectos positivos en tu vida, entre ellos, darás un buen testimonio, principalmente si es evidente que lo haces por razones profundas, no superficiales.
¡Qué útil es un cuerpo saludable que acompañado por una mente instruida y un corazón regenerado alcanza en sus dÃas los propósitos del Señor!
Frecuentemente la obesidad está ligada a falta de contentamiento (nos atragantamos de dulces al no haber encontrado nuestro deleite en Dios), a la falta de disciplina (disponiendo con tiempo de opciones saludables y teniendo dominio propio), a la falta de reposo (en los afanes de la vida) y hasta con la pereza, que nos mantiene sembrados en un mueble frente al televisor en vez de salir a dar una caminata.
Volver al cuerpo que tuviste en tus quince cuando ya pasaste los treinta quizás no sea realista, ni saludable, ¡tampoco piadoso!
Ten expectativas realistas. No es lo mismo tener una buena condición fÃsica que una buena apariencia. Personas muy delgadas (que es el ideal estético que ha prevalecido) podrÃan tener un lamentable estado de salud y otros con fÃsicos asombrosos podrÃan haber tomado decisiones poco prudentes: dietas agresivas, fármacos muy dañinos o cirugÃas innecesarias. Lo sabio serÃa no entregarse a la negligencia (mayordomÃa) y mantener expectativas realistas. Algunas metas saludables podrÃan ser subir las escaleras sin sofocarse, mantenerte —aún con fluctuaciones— en un peso apropiado durante un perÃodo de tiempo o el simple hecho de poder hacer determinado ejercicio a través de los años: caminar o practicar algún deporte. Volver al cuerpo que tuviste en tus quince cuando ya pasaste los treinta quizás no sea realista, ni saludable, ¡tampoco piadoso!
Enséñanos de tal modo a contar nuestros dÃas, que traigamos al corazón sabidurÃa. Salmos 90:12
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