Navidad: el anuncio completo

Pero el ángel les dijo: no temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor. Lucas 2:10-11 RVR

Si el mundo celebra la navidad del Dios que no conoce, aprovechemos su intención para presentárselo.

Aunque es poco probable que Cristo naciera en este mes del año o en la fecha «precisa» que asegura la tradición, en esta época gran parte del mundo dice celebrar su nacimiento. Y bien hacemos quienes hemos conocido la verdad cuando, a pesar de que sepamos que la celebración del mundo no está basada ni en el testimonio de las escrituras ni en un hecho histórico, sino en una tradición que en la mayoría de los casos los hombres utilizan como excusa para celebrarse a sí mismos, aprovechamos la oportunidad para convertir una fiesta sin sentido en una celebración con significado. En esto seguimos el ejemplo de Pablo, que al observar la religiosidad de los atenienses no los reprendió por su intención, sino, utilizó el «altar al Dios no conocido1» que ellos habían levantado como oportunidad para presentarles a Cristo. Si el mundo celebra la navidad del Dios que no conoce, aprovechemos su intención para presentárselo. Si del anuncio que dio el ángel celebran solamente la primera parte (el nacimiento) aprovechemos la ocasión para darles el anuncio completo: lo que Cristo vino a traernos (salvación) y también lo que Cristo nos exige (sujeción a su señorío).

Navidad con entendimiento

Separar el ruido del significado, para que cuando digamos que celebramos la navidad lo hagamos con propiedad.

No es mi intención evitar la celebración, sino, colaborar para que se celebre con entendimiento: separar el ruido del significado, para que cuando digamos que celebramos la navidad lo hagamos con propiedad y conocimiento de causa. Lo que haré a continuación es explicar las razones por las que cuáles éste es un anuncio alegre («os doy nuevas de gran gozo»), luego el contenido del anuncio (Salvación) y terminaré exponiendo, en tercer lugar, la exigencia que le acompaña (Señorío). La generalidad del mundo celebra en esta época un nacimiento, una parte significativa celebra el nacimiento de un salvador y otra parte —lamentablemente aún más pequeña— celebra que este salvador que nos nació es también nuestro señor. Con estas tres partes habré expuesto el anuncio completo que vino a dar el ángel.

Punto #1: Razones para celebrar
(«Os doy nuevas de gran gozo»).

El «espíritu de la navidad»

Aquel que durante los primeros once meses del año ha estado muerto en sus delitos y pecados no comenzará en el mes doce a participar en acciones que sean agradables delante de Dios.

No existe tal cosa como un espíritu navideño o una temporada en la que hombres espiritualmente muertos y esclavos del pecado misteriosamente comienzan a comportarse como hombres regenerados o libres, con capacidad para emprender buenas acciones, por lo menos no desde la perspectiva de Dios. Aquel que durante los primeros once meses del año ha estado muerto en sus delitos y pecados no comenzará en el mes doce a participar en acciones que sean agradables delante de Dios, como mucho, participará superficialmente con la multitud en una actividad u otra de esas que emocionan a los hombres como él, pero que no tienen ningún valor delante de Dios. Estas buenas obras navideñas (sostener la sonrisa durante más tiempo, ceder el paso más veces de lo que te es común, compartir tu comida con un desconocido o entregarle a tus empleados aquello que en pleno derecho les corresponde para sentir que por ello eres mejor) pueden tener valor delante de los hombres, pero en nada contribuyen a cambiar el veredicto que ha dictado Dios sobre nosotros: «todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno»2.

La noticia / La temporada

Cuando decimos que la navidad es tiempo de gozo no nos referimos a los meses que van de octubre a diciembre, sino, a que el nacimiento de Cristo (la noticia) es razón suficiente para comenzar a celebrar.

Si objetivamente se evaluara, la llegada de diciembre debería traernos espanto, y no «gran gozo»: es un mes ajetreado en los que corremos de un compromiso al otro en medio de calles congestionadas, lo más frecuente es que se incurra en gastos innecesarios de los que solamente llegamos a ser consientes cuando llega enero, los psiquiatras le llaman a un padecimiento recurrente en esta época «la depresión de fin de año» y el hombre espiritual es sometido a un caleidoscopio de tentaciones, de tantas formas y tantos colores, que tendrá que apelar a la gracia y misericordia del Señor para no ser destruido. Sabemos que hay razones para tener gran gozo, pero el motivo del mismo es una noticia, no la temporada. Cuando decimos que la navidad es tiempo de gozo no nos referimos a los meses que van de octubre a diciembre —la temporada cada vez es más larga—, sino, a que el nacimiento de Cristo (la noticia) es razón suficiente para comenzar a celebrar. Admito que de octubre a diciembre puede, y de hecho hay, cierto gozo (el domingo, mientras exponía este sermón, les decía a mis hermanos que este un gozo ‘del chiquito’) pero el «gran gozo» no está allí, sino en la noticia que en esta temporada se da.

Hay cierto deleite que se puede experimentar en lo que el mundo llama navidad, deleite que distrae a los hombres en la búsqueda del gran gozo. Permítanme mostrarles algunas fuentes que dan gozo en esta época del año y luego las razones por las que el nacimiento de Cristo es motivo de «gran gozo».

  • Actitud promovida. Hay cierto gozo en la actitud de alegría que se fomenta en esta época del año. Los anuncios del periódico, los mensajes en las puertas y los adornos nos invitan a celebrar. ¡Ha llegado navidad, tiempo de alegría! ¡Ha llegado navidad, tiempo de paz! Se repite tantas veces, por tanto tiempo y por tantos medios que terminamos creyéndolo. La campaña de la alegría es tan persuasiva que hasta el hombre más cerebral y desapasionado termina dando su brazo a torcer: enciende también su árbol, repite el villancico, compra sus regalos y se une a la fiesta. ¡Y esto no está mal! Que se usen los medios para apelar a despertar los malogrados sentimientos de los hombres es una gran cosa, si lográramos que el asunto fuera un poco más económico yo mismo propondría que comenzáramos la temporada no en octubre, sino desde agosto. ¿Qué también se pretende promover la paz? ¡Una gran cosa! ¡Comencemos entonces desde julio! Lo que tenemos que recordar es que la promoción de la alegría y la paz son motivos de gozo, pero no del «gran gozo» que anunciamos en la navidad.
  • El cambio de clima. El cambio de clima puede ser también motivo de gozo. Días más cortos, noches más largas y temperaturas más frescas; cierta predisposición a buscar el calor humano en el interior de la casa, a celebrar, a compartir. ¿Hay gozo en esto? Sí lo hay, pero del chiquito.
  • La superstición. Hay gente que es muy religiosa y además de religiosa ingenua, gente que guía su vida por las supersticiones y piensa que el veinticinco de diciembre es un día muy especial. Esa es la gente cuyos ojos no tienden en navidad hacia el salvador ni al señor, sino la pesebre, al buey y la mula, el ejército emotivo de San Francisco de Asís que en su ignorancia ingenua, piensa que podemos nosotros compadecernos de Él cuando es Él que ha venido a compadecerse de nosotros. Para ellos, a medida que avanza el mes avanza la emoción y cuando llega el día señalado el gozo se desborda. Pero aún desbordado, tampoco es ese el «gran gozo», sino solamente gozo del chiquito.
  • La añoranza. Esta época del año es una época de vívidos recuerdos, recuerdos que para algunos pueden ser motivo de tristeza, pero que para otros son motivo de gozo. Quizás un tiempo en el que la familia estaba unida alrededor de una mesa, quizás una época en que ese familiar aún estaba presente, quizás el recuerdo de otras épocas de navidad que permiten que la nueva —a pesar de no ser tan florida— se vea mejor en el contexto de aquellas. Podemos instalarnos en el pasado y recordar mejores tiempos y quizás en eso hallaremos gozo, pero tampoco la añoranza es motivo de gran gozo.
  • Deleites temporales: lícitos, pero pasajeros. ¡Los hay! En comer y beber encuentra el hombre algún gozo en esta época. Antes era un gozo más intenso, pues habían determinamos platos y frutas que estaban reservados casi exclusivamente para disfrutar en navidad que ahora mismo están disponibles el año entero. Así mismo, puede ser encontrado gozo en cambiar la muda de ropa, en pintar la casa, en dar y recibir regalos, tener una buena compañía o emprender un viaje; si se combinan dos o tres de los anteriores el gozo puede ser más intenso, pero nunca será el motivo de gran gozo que vino a anunciarnos el ángel.
  • Deleites pecaminosos: efímeros y con consecuencias eternas. Mintiéramos los cristianos si negáramos la dulzura del pecado, que es como miel al paladar inicialmente, aunque termina siendo amargo como el ajenjo3. No podemos tapar el sol con un dedo: el pecado produce un deleite que es tan intenso como el fuego y para esta época del año hay innumerables oportunidades para avivar su llama, no quiero ahora considerar sus consecuencias destructivas, que son eternas, sino solamente admitir que es posible encontrar cierto gozo en el pecado, pero que nunca será el «gran gozo» que encontramos en la agradable noticia que podemos escuchar en navidad.

Veamos ahora cuál es el motivo de «gran gozo», las verdaderas razones para celebrar que tenemos los hombres en navidad. ¡Gozo del grande! ¿Cuáles eran los motivos que tenía el ángel para decir que el anuncio que estaba por dar sería gran gozo para todo el pueblo? Un gozo, que a diferencia del que produce el pecado, no es un gozo efímero, sino un gozo progresivo, que va en aumento desde aquí y hasta la eternidad.

  • Se anuncia que comienza con la encarnación una temporada de benevolencia, de buena voluntad de Dios para con los hombres.

    El gozo del anuncio: una buena actitud de Dios hacia los hombres pecadores. ¡Esta razón inaugura nuestro deleite! Algunos citan incorrectamente las Escrituras al afirmar que en navidad hay paz «para los hombres de buena voluntad». La Escritura en ninguna parte afirma tal cosa, lo que afirma es «¡gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!4». La buena voluntad no está en los hombres, sino en Dios. Este es un anuncio maravilloso traído por un heraldo: aquel que hizo el cielo y la tierra con el poder de su palabra y al que el hombre había estado ignorando, viviendo de espaldas a Él y acumulando pecado sobre pecado ante Él, está por entrar en la historia para encontrarse con nosotros, pero su heraldo anuncia que no ha venido a retribuirnos como bien merecíamos, sino a realizar a un hecho que es impresionante, pues dará toda la gloria a Dios y al mismo tiempo traerá paz a los hombres; anuncia que no ha venido «para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él5». ¡Ese es un motivo de gran gozo! Se anuncia que comienza con la encarnación una temporada de benevolencia, de buena voluntad de Dios para con los hombres.

    Nuestro enemigo (Dios) ha creado un compás de espera, el ejército que avanzaba hacia nosotros ha detenido su curso y el emisario llega a nuestro encuentro con una oferta de paz.

    El hombre pecador, que no tenía en sí mismo los medios para prepararse para el encuentro con su Dios6 y permanecer en pie, recibe el anuncio de que su enemigo (Dios) ha venido a encontrarle, que tiene toda capacidad y derecho para destruirle pero viene con la disposición de no hacerlo. ¡Eso es noticia de gran gozo para todo el pueblo! Nuestro enemigo (Dios) ha creado un compás de espera, el ejército que avanzaba hacia nosotros ha detenido su curso y el emisario llega a nuestro encuentro con una oferta de paz que no estamos en condición de rechazar, pues tampoco estábamos en condición de recibir. ¡Quien primero habla de paz es normalmente quien no está en condición de ganar la batalla pero en este caso, milagrosamente, se invierten los papeles! ¡Su enemigo ofrece paz! Ha bajado las armas, ha detenido la amenaza destructora. ¡Que el ejército maltrecho de los hijos de los hombres comience a celebrar! «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados7», ¡ese es motivo de gran gozo!

    No temáis es la palabra de aliento general que reciben los hombres pecadores cuando bien saben lo que merecen y les espera, pero Dios interviene para hacer que salga el sol, sobre justos y sobre injustos.

    Es el caso del hijo pródigo que después de malgastar todos sus bienes camina hacia la casa de su padre sin saber cómo sería recibido. Antes de escuchar cualquier palabra, ve a su padre correr hacia él, tomarlo por el cuello y besarle. Aún no sabe que su padre sacaría el mejor vestido, le pondría un anillo, calzado en sus pies, tampoco sabe aún que proclamaría fiesta en su honor, pero aún sin saberlo, antes de todo aquello, la actitud de su padre es para él motivo de gran gozo. Su padre no le reprende, no le reprocha, aunque él sabe que está en falta; el ángel del Señor no ha venido a confrontarnos, sino a animarnos (aunque él y nosotros sabemos que estamos en falta), por eso anuncia primero (a María, a José y también a los pastores) «no temáis». Es José en Egipto animando a quienes le echaron en el pozo y le vendieron como esclavo: «no temáis8»; es Moisés animando a su pueblo cuando vino Dios a su encuentro y ellos pensaban, razonablemente, que morirían: «no temáis9»; es Samuel alentando a su pueblo después de que en su imprudencia cambiaran la dirección de Dios por la de un hombre: «no temáis10»; es Josafat a punto de enfrentar a Moab, a Amón y a los del monte de Seir, él junto a todo el pueblo, con sus niños, y sus mujeres, y sus hijos, clamando al Señor humillados, para que los libre de su enemigo destructor, entonces el espíritu de Jehová viene por medio de un levita, y les dice: «No temáis11»; es Ezequías edificando los muros que anima al pueblo temeroso con estas mismas palabras: «no temáis», «con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos, y pelear nuestras batallas12»; es Nehemías alentando a los nobles, a los oficiales y a todo el pueblo bajo la amenaza de destrucción: «no temáis13»; es Isaías pronunciando una de las más hermosas profecías de todo el Antiguo Testamento: «no temáis14»; no temáis es la palabra de aliento general que reciben los hombres pecadores cuando bien saben lo que merecen y les espera, pero Dios, que muestra amor hacia sus enemigos, que bendice a los que le maldicen y hace bien a los que le aborrecen, interviene para hacer que salga el sol, sobre justos y sobre injustos. Todo el que escuchó el no temáis, razones tenía para temer, pues aún María, cuyo vientre fue escogido, pudo afirmar que Dios había mirando «la bajeza de su sierva15». No temáis dice el heraldo y esa es una nueva de gran gozo.

    Cada cincuenta años en el antiguo Israel el jubileo era celebrado, un tiempo agradable en el que todas las deudas tenían que ser perdonadas, en el que los esclavos tenían que ser liberados y los presos soltados.

    El mismo Cristo, años después, le llamó a este tiempo, inaugurado con su encarnación, «el año agradable del Señor». Los judíos pudieron entender claramente el sentido de esas palabras. Para ellos, el año agradable era un año esperado que llamaban jubileo. Cada cincuenta años en el antiguo Israel el jubileo era celebrado, un tiempo agradable en el que todas las deudas tenían que ser perdonadas, en el que los esclavos tenían que ser liberados y los presos soltados. Era un año de celebración, ¡y con razones concretas, no infundadas! En navidad celebramos el jubileo de Dios para con los hombres, un tiempo de misericordia excepcional en el que los presos (que somos nosotros) serán soltados, en el que los esclavos (que somos nosotros) serán libertados y que las deudas (que son las nuestras) serán perdonadas. ¡Llegó nuestro jubileo! ¡Esto es motivo de gran gozo!

    El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor. Lucas 4:18-19

    Solamente con conocer esta actitud de Dios hacia nosotros, aunque todavía no tengamos nada más concreto, razones tenemos para celebrar. En este tiempo, misericordiosamente y temporalmente, se inauguró el año agradable del Señor, año que deberíamos aprovechar prudentemente para acogernos a sus misericordias, pues lo que viene después es el día del Señor, el cuál «vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas16». Celebremos este tiempo especial de benevolencia, pero actuemos en consecuencia para acogernos a su llamado.

  • Que celebren todos los pecadores en navidad, pero que celebren aún más aquellos cuya transgresión ha sido perdonada.

    El gozo del encuentro. Saber que ha llegado el año del jubileo de Dios ya es motivo de gran gozo, pero ver cómo las cadenas propias son rotas hace que el gozo aumente aún más. Todos los hombres tienen razones para celebrar la natividad de un salvador, pero aquellos cuyas deudas han sido perdonadas, cuyas cadenas han sido rotas y cuya transgresión ha sido borrada celebran aún más. Cuando no solamente vemos a Cristo desde lejos, sino que hemos experimentado de primera mano su poder libertador, purificador, su gracia suficiente, entonces el gozo se incrementa. Es Jacob caminando hacia Esaú, él sabía que le había engañado y temía al resultado de ese encuentro. Esaú corrió hacia él y le abrazó, se echó sobre su cuello y le besó, razones suficientes para que Jacob pasara del temor y el desasosiego al gran gozo, pero Esaú no se detuvo allí, su muestra de amor fue más lejos y pudo decirle «hermano mío17». ¡El gran gozo había llegado ya, pero ahora se incrementa! No solamente sé que aquel al que engañé ha elegido no destruirme, sino que también me entero de que ha decidido perdonar mi deuda y restablecerme en mi condición de hermano. ¡Hermano mío escucharon mis oídos! ¡El gran gozo en mi corazón aumenta! Esa voz que desde hace años yo no escuchaba, voz a la que yo antes le temía, ha pronunciado ahora esas benditas palabras. Ahora podemos decir con el salmista: «bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado»18. Que celebren todos los pecadores en navidad, pero que celebren aún más aquellos cuya transgresión ha sido perdonada. Navidad es motivo de gran gozo no solamente por la actitud del Señor hacia todos los hombres, sino también por el Señor ahora (después de habernos santificados) nos llama hermanos: «porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos»19. No solamente vemos de lejos un salvador, sino que su gracia ha operado en nosotros de forma eficaz. Antes nuestra conciencia pecaminosa nos acusaba constantemente y vivíamos ante el temor de un eventual encuentro con Dios, ahora el Espíritu Santo da testimonio a nuestro corazón: «pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios»20.

  • El gran gozo nuestro aumenta más y más en la experiencia de santificación, pues vemos la amorosa mano de Dios obrando continuamente en nuestro carácter para que nos parezcamos más a Él.

    El gozo de la experiencia. Después de conocer la buena actitud de Dios hacia los pecadores y haber probado su gracia personalmente en la salvación, ¿se puede experimentar un gozo aún mayor? ¡Claro que sí! A diferencia del limitado gozo que ofrece el pecado, uno que alcanza pronto toda su intensidad para luego dejarnos consumidos, este gran gozo aumenta y aumenta progresivamente. Comienza muy alto, pero no se queda en ese tono, sino que incrementa constantemente desde aquí y hasta la eternidad. Gozo en el anuncio, gozo en la primera experiencia y gozo en la experiencia diaria. El gran gozo nuestro aumenta más y más en la experiencia de santificación, pues vemos la amorosa mano de Dios obrando continuamente en nuestro carácter para que nos parezcamos más a Él. Vemos lo que éramos ayer y lo que por la gracia de Dios somos hoy, el balance aumenta el gozo. Junto al apóstol Pablo podemos decir «por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo»21. Con John Newton diremos: «No soy el hombre que debería ser, no soy el hombre que desearía ser, no soy el hombre que espero ser, pero por la gracia de Dios, no soy el hombre que solía ser. Por la gracia de Dios soy lo que soy». Dijo también él mismo que conocía dos cosas: que él era un gran pecador y que Cristo era un gran salvador. Nuestro estado presente, en regeneración progresiva, es un motivo de gran gozo.

  • Al ver no solamente lo que Dios puede hacer (salvarnos), sino también lo que Dios ha hecho y sus resultados y lo que hará en nosotros, encontramos motivo de gran gozo desde aquí y hasta la eternidad.

    El gozo de la victoria. Ya he explicado el motivo de gran gozo es recibir el anuncio, la forma en que este aumenta con el encuentro personal y aún más con la experiencia continua. ¿Podemos esperar aún más gozo después de todo esto? ¡Sí! ¡Aún nos falta! El gran gozo no se detiene en nuestro estado presente, sino que se incrementa al considerar nuestro estado futuro. A esto le llamo el gozo de la victoria. Aquí el gozo del pecado no puede competir con el gran gozo que encontramos en nuestro salvador, pues aquel que participa de los deleites temporales del pecado vive ante el temor constante de que todo su deleite puede terminar en un momento y sabe que no hay forma alguna de que eso que tanto le agrada sea sostenible en el futuro. Gran gozo tenemos nosotros que miramos hacia el futuro con esperanza de gloria, como la mujer virtuosa que atendió temprano los asuntos de su casa, sonreímos al futuro. ¿Qué es lo próximo para aquellos que conocemos de primera mano al salvador? Que responsa Pablo: «en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley22». Al ver no solamente lo que Dios puede hacer (salvarnos), sino también lo que Dios ha hecho y sus resultados y lo que hará en nosotros, encontramos motivo de gran gozo desde aquí y hasta la eternidad.

¡Para todo el pueblo!

La noticia de esta salvador sería celebrada en un lado y en el otro, sería buena noticia para el oprimido, y será también para el opresor.

Hermanos míos, hasta aquí he hecho un esfuerzo de transmitirles a ustedes la alegría no de la época, sino de la noticia, de recordarles qué razones tienen para celebrar con entendimiento eternamente. He expuesto las primeras partes de mi texto y del anuncio: «no temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo». Este versículo de Lucas 2 es un texto corto, pero cargado de significado, y aún nos falta más. Dice también que esta noticia de gran gozo «será para todo el pueblo». Los pueblos desde la antigüedad habían tenido sus libertadores locales, que quitaban el yugo de un lado ponerlo sobre el otro, que es la dinámica en un mundo injusto, pero la noticia de esta salvador sería celebrada en un lado y en el otro, sería buena noticia para el oprimido, y será también para el opresor, será para los más piadosos y será también para los más corruptos, ¡Cristo es para todo el pueblo!

Conversaba de noche con Nicodemo (miembro del sanedrín), compartía la sobremesa con un gobernante, era «amigo de publicanos y de pecadores». Todos necesitan ver a Cristo, el salvador nació, que lo sepa y se alegre todo el pueblo.

Entre los judíos había diferentes grupos. Estaban los fariseos, que observaban estrictamente la ley, los esenios, que vivían apartados del pueblo para vivir en una limpieza ritual total, estaban los zelotes, radicales nacionalistas que buscaban la liberación del pueblo por medio de la fuerza. A todos ellos les ha nacido un salvador. Podemos decirle a Simeón y Ana (personas piadosas): ¡miren a Cristo!; a Simón el zelote: ¡Cristo puede liberarte!; a Mateo el publicano (recaudador de impuesto para los romanos): ¡Mateo, sigue a Cristo! Esta era la gran paradoja, Cristo, el libertador que esperaba Israel, reunió en un solo cuerpo al zelote que pretendía libertar por la fuerza y al recaudador que ayudaba a financiar la opresión. Los sabios de oriente encontraron la señal en el cielo y los humildes pastores recibieron la visita de un ángel. ¡Cristo es para todo el mundo! Conversaba de noche con Nicodemo (miembro del sanedrín), compartía la sobremesa con un gobernante, era «amigo de publicanos y de pecadores23». Todos necesitan ver a Cristo, el salvador nació, que lo sepa y se alegre todo el pueblo.

Punto #2: El contenido del anuncio: Salvación
(«Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador»).

Una advertencia

Este es el gran absurdo de la celebración del mundo en esta época: Paradoja navideña: los esclavos celebran que ha nacido un salvador, pero sin reconocer que realmente lo necesitan.

Tengo que introducir este segundo punto sobre el contenido del anuncio con una advertencia: la actitud amigable de Dios hacia los hombres pecadores no ignora la evidencia, que Dios haya resuelto hacer un compás de paz y con su encarnación inaugurar el año agradable no hace que automáticamente desaparezca la deuda, que no seas destruido ahora mismo, como bien mereces, no te aleja del peligro. Cuando una amnistía fiscal es anunciada todos los contribuyentes de alegran, pero el solo anuncio no es suficiente, hace falta que pasen ante la autoridad competente a reconocer primero su deuda para recibir luego su condonación. Muchos se quedarán en la celebración inicial y al vencerse el plazo encontrarán que no solamente siguen siendo deudores, sino que los intereses han sido aumentados y ya no hay oportunidad para ellos más que enfrentar a las consecuencias de sus faltas. El anuncio del ángel infiere nuestra patente necesidad de salvación. Somos esclavos, estamos perdidos, no tenemos que ser convencidos por el ángel, podemos pasar directamente al remedio, en nuestras conciencias está el diagnóstico. Dios no visitó a su pueblo en Egipto para acompañarle en su miseria, sino para sacarlo de allí con mano fuerte, Cristo no ha venido solamente a identificarse con la humanidad perdida o para consolar, Él ha venido a salvar. Este es el gran absurdo de la celebración del mundo en esta época: Paradoja navideña: los esclavos celebran que ha nacido un salvador, pero sin reconocer que realmente lo necesitan. Le dan la bienvenida y le agasajan para más tarde despedirle y volver sus miserias. ¡El salvador vino salvar! Salvación es lo contrario a perdición, es la respuesta de Dios para el pecado del mundo.

La triple consecuencia del pecado ha sido separación de Dios, esclavitud y los conflictos con los demás. La salvación provista por Cristo resuelve puntualmente cada una de ellas:

  • No es una paz supuesta como la que el mundo piensa que tiene, sino una paz concreta, de la que Cristo afirma que da.

    Paz con Dios. «Tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo»24. Paz en nuestra relación con Dios significa no solamente que hay una disposición de Dios favorable hacia nosotros, sino que aquello que nos había separado y enemistado con Él (nuestros pecados) ya fue quitado. No es una paz supuesta como la que el mundo piensa que tiene, sino una paz concreta, de la que Cristo afirma que da25. El hombre perdido piensa que está cerca de Dios, pero si realmente Dios estuviera cerca de ellos, ellos no saldrían de allí para contar la historia. La separación de Dios es una realidad en el tiempo presente, pero puede ser cambiada, de aquí a poco será su estado permanente. Solamente cuando milagrosamente somos acercados a su presencia podemos realmente percibir cuán lejos nos habían colocado nuestros pecados de la presencia de Dios.

  • Que tengas una cadena larga no te hace un hombre libre, que los grilletes no aprieten no significa que no estén allí.

    Libertad. Sabemos que hemos sido «libertados del pecado» para que seamos «siervos de la justicia26». Cuando se habla de la esclavitud del pecado regularmente se piensa en los vicios más populares (alcohol, drogas), pero el hombre sin Dios está totalmente expuesto y puede ser esclavizado y destruido por las cosas más sencillas: placeres, trabajo, reconocimiento y aprobación de los hombres, sus propias opiniones, su «rector proceder» o una imagen de sí mismos. No hace falta un grillete muy grande: la religiosidad y la apariencia de piedad son suficientes cuando el pecado ha hecho su trabajo. «Jesús les respondió: de cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado». No soy esclavo de nada ni nadie —dicen algunos—, hago esto voluntariamente porque me gusta y puedo dejarlo en cualquier momento, pero si lo intentara constatarían su realidad. Que tengas una cadena larga no te hace un hombre libre, que los grilletes no aprieten no significa que no estén allí.

  • Nuevas relaciones (en su iglesia): pasamos de una existencia egocéntrica a una comunidad de fe, esperanza y amor, y no solamente de forma poética o a nivel de anhelos, sino que estas relaciones renovadas realmente puede ser posible, pues tenemos también una nueva naturaleza.

No pretendo ahora explicar completamente la doctrina de la salvación, me limito solamente a describirla y recordar su urgencia en navidad. Que el salvador esté entre nosotros no nos salva. Los medios anuncian que nació, los hombres se enteran del mismo modo que se enteró Herodes y toda Jerusalén con él, pero al final de la temporada navideña la generalidad del mundo quitará su árbol, apagará las luces y seguirá muerta en sus delitos y pecados.

Punto #3: La exigencia que le acompaña: Señorío
(«Que es Cristo el Señor»).

Virtualmente, cada hombre podría decir algo sobre el nacimiento del niño, casi todos pueden decir algo sobre la llegada de un salvador, pero la llegada del Señor sigue cubierta por un denso velo.

Hasta ahora he expuesto las primeras dos partes del anuncio, que son también las dos partes más conocidas y populares, las dos que utiliza la cultura popular como fuente para elaborar toda su celebración de la navidad. Sabemos que el ángel anuncio «nuevas de gran gozo» y que «os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador», pero la cultura no pasa de allí, deja el anuncio por la mitad y sube el volumen del villancico. ¡Pero falta algo! ¡El ángel dijo algo más! El heraldo también anuncia que este salvador «es Cristo el Señor». El Señorío de Cristo ha de ser proclamado en navidad si queremos dar el anuncio completo. Virtualmente, cada hombre podría decir algo sobre el nacimiento del niño, casi todos pueden decir algo sobre la llegada de un salvador, pero la llegada del Señor sigue cubierta por un denso velo. El salvador no vino a salvarte para dejarte en el lugar en el que estabas, expuesto nuevamente ante el pecado y en la ruta de tu enemigo. Abraham libertó a Lot, pero no lo sacó de Sodoma, Lot regresó al lugar en donde fue apresado para quedar expuesto nuevamente. Más tarde tuvo Abraham que interceder nuevamente a favor suyo, pues lo que antes era una batalla militar era ahora una batalla espiritual en la que casi pierde la vida. Cristo nos libertó del pecado y nos adquirió como pueblo, ahora somos pertenecía suya, «pueblo adquirido por Dios» (1 Pedro 2:9). Cristo no es el técnico que reparó la avería en tu casa y te dejó su tarjeta para que si se te ofrece algo llames, Él te compró a precio de sangre. «Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios» (1 Corintios 6:20). Le perteneces totalmente, tu espíritu, tu cuerpo y todo tu ser.

Todos pueden celebrar que ha nacido un niño, pues no cuesta nada; algunos pueden celebrar que ha nacido un salvador, pues cuesta un poco; pero muy pocos pueden celebrar que el salvador que ha nacido es su Señor, pues lo cuesta todo.

Aquí es que la navidad pierde el encanto para el mundo: todos pueden celebrar que ha nacido un niño, pues no cuesta nada; algunos pueden celebrar que ha nacido un salvador, pues cuesta un poco; pero muy pocos pueden celebrar que el salvador que ha nacido es su Señor, pues lo cuesta todo. Abundan los sermones sobre el nacimiento, son frecuentes los sermones sobre el salvador, pero escasean los sermones sobre el señorío de Cristo en navidad. ¿Qué es lo que Cristo le ofrece y le exige al mundo? Le ofrece salvación a cambio de señorío.

Resumiré rápidamente lo que significa el señorío de Cristo sobre nuestras vidas. Significa que es Él la autoridad máxima sobre nosotros, que es Él que da dirección a nuestras acciones, que en Él tenemos la fuente de nuestro sustento y al mismo tiempo nuestra protección, que recibimos su palabra no como simples sugerencias, sino como palabras autoritativas sobre nosotros, que vivimos para agradarlo a Él y no a nosotros o a los otros, que esperamos de Él nuestro reconocimiento: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís»27. Si Cristo es nuestro salvador, necesariamente será también nuestro señor. Elisabeth reconocía el señorío de Cristo aún desde el vientre de su madre: «¿por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?». Sigamos su ejemplo y dejemos de ver solamente un niño en navidad.

Terminaré mi sermón con la siguiente pregunta. ¿Cómo sé si estoy bajo el señorío de Cristo? Es sencillo, responde lo siguiente: ¿Has estado luchando últimamente para hacer la voluntad de Dios o la tuya? (Esa es una buena señal). ¿Te está siendo un poco difícil hacer Su voluntad y no la tuya? Si no estás luchando, si no estás teniendo dificultades para hacer Su voluntad, muy probablemente estás siendo tu propio señor, pues todas las relaciones que son de sujeción son un poco molestas. «Os ha nacido hoy, en la ciudad de David —primera parte del anuncio—, un salvador —segunda parte del anuncio—, que es Cristo el Señor —tercera parte del anuncio—.» ¡Este es el anuncio completo!

  1. Hechos 17:23 []
  2. Romanos 3:12 []
  3. Proverbios 5:3-4 []
  4. Lucas 2:14 []
  5. Juan 3:17 []
  6. Amós 4:12 []
  7. 2 Corintios 5:19 []
  8. Génesis 43:23 []
  9. Éxodo 20:20 []
  10. 1 Samuel 12:20 []
  11. 2 Crónicas 20:1-15 []
  12. 2 Crónicas 32:1-8 []
  13. Nehemías 4:1-14 []
  14. Isaías 35:4 []
  15. Lucas 1:48 []
  16. 2 Pedro 3:10 []
  17. Génesis 33:9 []
  18. Salmo 32:1 []
  19. Hebreos 2:11 []
  20. Romanos 8:15-16 []
  21. 1 Corintios 15:10 []
  22. 1 Corintios 15:52-56 []
  23. Mateo 11:19 []
  24. Romanos 5:1 []
  25. Juan 14:27 []
  26. Romanos 6:18 []
  27. Colosenses 3:23-24 []

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