Nuestro rol ante la crisis

Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. —2 Timoteo 2:1-2

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. —Mateo 5:44-45

Primero, antes que cualquier otra cosa, orar, para que vivamos quieta y reposadamente.

En nuestro país han venido sucediendo una serie de acontecimientos que me llevó hacer una pausa en el plan de enseñanzas regular de nuestra iglesia y traer ayer el tema desde la perspectiva de Dios revelada en la Escrituras. Nuestro país no está bien. La percepción de injusticia e ilegalidad es generalizada, la carga tributaria es cada vez más pesada —pesa más porque se entiende que el objetivo de la misma es llenar el hoyo de la corrupción—; y se vislumbra que la temporada de navidad (que para el mundo significa fiesta y compras) sea la más deprimida de los últimos tiempos. Hay cierta atmósfera de revuelta, de crisis, de estar a punto de un desbordamiento. Como ciudadanos de este país tenemos razones para quejarnos y el derecho a protestar, pero como ciudadanos del reino se espera de nosotros una respuesta distinta: orar por las autoridades: ya sea porque están en eminencia o porque nos ultrajan —últimamente más por la segunda razón—, pero primero, antes que cualquier otra cosa, orar, para que vivamos quieta y reposadamente.

Pregunta:
¿Cómo deberíamos manifestarnos los cristianos?

La oración es una herramienta discreta, pero poderosa, y al mismo tiempo la herramienta más apropiada para la iglesia, la que más contribuye con la gloria de Dios.

Muchos hermanos me han preguntado sobre mi posición al respecto de las protestas contra la reforma fiscal o la forma en que deberíamos manifestarnos los cristianos y han recibido por respuesta lo que afirmé arriba: oración, en especial por las autoridades. Algunos se han reído, otros me han tomado por ingenuo y —sospecho— que otros piensan que mi posición es un «tente ahí», una posición «políticamente correcta», que recomiendo la oración para salir del asunto sin tomar parte. ¡No! Yo también pago impuestos, yo también vivo en este país y su situación me afecta. Realmente creo en lo que afirmo: la oración es una herramienta discreta, pero poderosa, y al mismo tiempo la herramienta más apropiada para la iglesia, la que más contribuye con la gloria de Dios. Muchas opciones están a nuestro alcance para manifestarnos y entre ellas tenemos que elegir las que más nos representen según nuestros valores y nuestra posición. La tentación es echar mano de la alternativa más visible, que a la vez es la que más contribuye a nuestra vanagloria, pero la sabiduría nos lleva a buscar primero la más apropiada.

Y procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz. —Jeremías 29:7

Nuestro rol

Ante una crisis todos nos manifestamos y desempeñamos así algún rol en favor de la ciudad usando alguna herramienta: Un grupo desempeña su rol levantando pancartas (activistas) y ejerce así su derecho, otro grupo permanece cerca y desempeña su rol asegurándose de que los que levantan pancartas no violen los derechos de los demás (fuerzas del orden), otros leen las pancartas (gobernantes), y si son sabios, entienden el mensaje y actúan en consecuencia; otros (iglesia) oramos por todos los grupos anteriores: para que el activista emita su mensaje de protesta en paz, para que las fuerzas que deben mantener el orden público no lo alteren y para que el gobernante que debe recibir el mensaje, sea sabio, y no necio, que flexibilice en un ejercicio de prudencia. Cada rol es importante, cada rol tiene sus actores, cuando se altera el orden viene la anarquía, y todos perdemos. La paradoja de esta crisis es que quienes deberían leer las pancartas se mezclan entre los que las levantan —muchos de los responsables directos de esta crisis se manifiestan como si fueran víctimas—, los que deberían orar quieren tirar las piedras y las fuerzas que deberían mantener el orden dan el mal ejemplo.

Que el mensaje se emita y se reciba claramente (con poco ruido) nos conviene a todos.

No podemos ser indiferentes ante la situación del país, te invito a jugar el rol con el que te sientas más identificado —si eres un siervo de Dios: el rol en el que mejor puedas glorificar a tu Señor—: puedes levantar pancartas, puedes evitar que quienes levanten las pancartas se excedan, puedes leer las pancartas o puedes orar para que el mensaje emitido sea recibido, pero por favor, juega tu papel, no el ajeno: no pretendas pasar por activista cuando deberías estar leyendo las pancartas ni tires las piedras cuando deberías levantar plegarias. Que el mensaje se emita y se reciba claramente (con poco ruido) nos conviene a todos. El caos, la anarquía y el desorden no deberían de ser nunca la aspiración de ninguno de los actores, en especial, no debería ser nunca la aspiración de la iglesia.

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
—Mateo 5:9

La revolución viene por dentro

El hombre natural quiere ser reconocido como un activista, alguien que tiene valor para manifestarse; el hombre de Dios quiere que Dios sea reconocido.

Después de orar podríamos salir a manifestarnos en otras maneras, pero hasta en eso tendríamos que asegurarnos de estar buscando la gloria de Dios y no la nuestra: yo sondearía mi corazón para asegurarme que mi deseo sea algo más relevante que «ser reconocido» por los hombres como un activista o sentir que «participo de algo». Comúnmente en las protestas se da rienda suelta a la lengua y a las manos para participar en cosas que deshonran el nombre de Dios: el que usa un lenguaje soez aquí se esmera y quien gusta de la violencia encuentra su oportunidad. Quiera Dios que si después de orar tenemos también que salir a las calles no sea ese nuestro caso. Si llegáramos a este punto, recordemos que a diferencia del impío, que protesta para que prevalezca su opinión ante la de su contrario, un cristiano protestará para que prevalezca la voluntad de Dios. El hombre natural quiere ser reconocido como un activista, alguien que tiene valor para manifestarse; el hombre de Dios quiere que Dios sea reconocido. Nuestra principal crisis no es la crisis económica, sino la crisis moral, el pecado está en los gobernantes, en los activistas, en las fuerzas del orden y también en la iglesia. La revolución viene por dentro.

¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: no hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
—Romanos 3:9-12

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