Congregarnos en el siglo veintiuno, tres (3) grandes retos

Redimir el tiempo

La tarea de los líderes de la iglesia es lograr formas creativas de redimir el tiempo de la gente.

En una reunión en la que participé el lunes les explicaba a mis hermanos que parte de la tarea de los líderes de la iglesia es lograr formas creativas de redimir el tiempo de la gente: lograr que en vez de ocupar seis horas a la semana en actividades de valor secundario como ver actualizaciones en redes sociales, el siguiente capítulo de una serie en Netflix, videojuegos o videos en YouTube ese tiempo sea utilizado para la exaltación del Señor y la edificación de su iglesia local. El tema se me quedó en la mente y mientras medito al respecto —lo sigo haciendo— he encontrado estas tres grandes barreras. Congregarse ha sido difícil en todos los tiempos para la iglesia del Señor, por razones diferentes. Hace dos mil años los creyentes querían estar juntos y añoraban la dulce comunión de los santos, pero la persecución los había alejado; hoy necesitamos y aún queremos estar juntos, pero luchamos para conseguirlo. Sé que hay creyentes perseguidos en diferentes partes del mundo, pero lo que más frecuentemente nos persigue a nosotros en las grandes ciudades del mundo son la vida convulsa, las muchas distracciones, y las expectativas carnales.

Los tres grandes retos

Otras generaciones de creyentes no tuvieron que enfrentar asuntos como el congestionamiento del tránsito, el alto costo de la movilidad, la violencia e inseguridad de las calles y el pluriempleo.

  • El reto de vivir en grandes ciudades. El mundo tiende a las grandes ciudades, más de la mitad de la población mundial vive hoy en ellas, pero hacer la misión en medio de una gran ciudad es completamente distinto al contexto rural en qué la iglesia de Latinoamérica se había desarrollado. (Asia y Europa lo experimentaron primero que nosotros, pero nuestros países se mueven en los centros urbanos a velocidad acelerada). Soy un apasionado de las grandes ciudades, esos movimientos están abriendo grandes oportunidades al evangelio, lo que quiero es mostrar el hecho de que la realidad de nuestras iglesias cambió y seguirá cambiando. Otras generaciones de creyentes no tuvieron que enfrentar asuntos como el congestionamiento del tránsito, el alto costo de la movilidad, la violencia e inseguridad de las calles y el pluriempleo.

Si me das a elegir entre un ser humano y una app tomo la app y si al no tener otra opción tengo que tratar con otro ser humano, lo uso transaccionalmente, como una app.

  • El reto del individualismo. El contacto real, persona a persona, se evita. El paradigma de nuestros días es: si puedo lograr lo que quiero sin tener que interactuar personalmente con otro ser humano, mejor. Si me das a elegir entre un ser humano y una app tomo la app y si al no tener otra opción tengo que tratar con otro ser humano, lo uso transaccionalmente, como una app. Lo que alimenta esta actitud es muy complejo, pero incluye el temor al rechazo, el miedo, la falta de gracia en el trato a los demás, el no ver el valor de las personas y el pragmatismo (no importan los medios sino los resultados). La propuesta de Uber, por ejemplo, se trata de evitar todo lo posible la interacción con otro ser humano, algo que mi carne encuentra maravilloso, pero le hace daño a mi alma. ¡Que nuestras iglesias no sean Uber! El conductor no quiere que yo le agradezca por su buen servicio, sino sus cinco estrellas, y yo no quiero que él me ponga conversación, sino que me transporte. Esa sensación de vivir en la más densa soledad rodeados de gente, o por lo menos de una representación de lo que se supone es la gente (avatares, perfiles, últimas publicaciones), produce desesperación y un círculo vicioso. Los seres humanos necesitamos interacciones reales con otros seres humanos, es emocionalmente costoso, pero necesario, sobre todo para la edificación de nuestras almas.

La propuesta de Uber, por ejemplo, se trata de evitar todo lo posible la interacción con otro ser humano, algo que mi carne encuentra maravilloso, pero le hace daño a mi alma. ¡Que nuestras iglesias no sean Uber!

Pretender que tu iglesia local tenga lo que lo aparenta tener esa otra iglesia local que estás viendo por Internet es una ilusión.

  • El reto de la exposición superficial a otras realidades. Los medios de comunicación masivos han creado oportunidades únicas para la edificación, pero al mismo tiempo han inundado la mente de los creyentes con expectativas carnales irreales, frecuentemente inalcanzables en sus contextos particulares o insostenibles. Y esas expectativas son un estorbo para que quiera congregarse. Pretender que tu iglesia local tenga lo que lo aparenta tener esa otra iglesia local que estás viendo por Internet es una ilusión. El Señor tiene sus joyas en cada iglesia, en unas grandes maestros, en otras grandes adoradores y aún en otra hermanos tiernos inundados del amor del Señor; pero lo mejor es que toda iglesia verdadera tiene al Señor, y su sola presencia compensa otras carencias. Así como en el reto anterior el problema no está en la ciudad, sino en nosotros, aplica también con relación a los medios. Ellos pueden ser usados para edificación si tenemos control de nuestras expectativas carnales. Pero si un hermano ocupa su semana siguiendo carnalmente —sin discernimiento— lo que Dios aparentemente está haciendo en otras partes tendrá una gran decepción al experimentar la realidad de la vida de su iglesia local. Tenemos que cultivar la gratitud al Señor por los instrumentos que le ha dado a su pueblo en todas partes, reconocer que lo que nuestros ojos ven no es la realidad completa de lo que está sucediendo allí (con sus fortalezas y debilidades, abundancias y necesidades) y ser edificados por ellos en la medida de lo prudente, cultivando el entendimiento y el contentamiento. El Apóstol Pablo nunca pretendió que sus cartas remplazaran la vida de la iglesia, sino que usó sus cartas para avivar el fuego de la comunión, y lo mismo deberíamos hacer nosotros. El mejor uso que podemos darle a los medios masivos de comunicación es lograr por medio de ellos enviar a nuestros hermanos a su iglesia local, a donde pueda tener real comunión. Lo virtual puede avivar lo real, pero nunca remplazarlo.

El mejor uso que podemos darle a los medios masivos de comunicación es lograr por medio de ellos enviar a nuestros hermanos a su iglesia local, a donde pueda tener comunión real. Lo virtual puede avivar lo real, pero nunca remplazarlo.

Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración. Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.

1 Pedro 4:7-9

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *