No es lo mismo mover ovejas que mover cajas, o camiones, o dirigir los operarios de una línea de producción.
Aquí el Apóstol Pedro (1) describe el amor como algo prioritario, alcanzable y que debería ser ferviente; (2) muestra una buena razón para buscar que así sea y (3) presenta dos ejemplos prácticos de la expresión del amor: la hospitalidad y el servir a los demás con nuestros dones.
En palabras sencillas, un manso es aquel hombre que con la ayuda del Espíritu Santo ha logrado dominar su hombre interior, de forma tal que ya no tiene sed de venganza o retaliación ni vive para defender sus propios intereses.
Jesús, desde un banquete real en el que ocupaba un lugar de importancia, comparte una parábola sobre un banquete imaginario en el que entrarán invitados sin mérito alguno y en la que todos los presentes (los convidados, los siervos del anfitrión y el anfitrión) se sentirán representados.
El hecho de ser cristianos no nos exonera la tribulación, tanto los justos como los injustos seremos atribulados. Nuestra única diferencia está en que para nosotros, la tribulación tiene sentido y provecho, un propósito predestinado desde antes para nuestro bien. A eso se le llama santificación: Dios formando en nosotros la imagen de Cristo.
El llamado de Cristo a sus discípulos no fue finánciame,…
El jueves pasado concluimos en PezMundial (Comunidad) la serie de…
La forma en que comienza una relación determina la forma en que se desarrolla. Cristo no invitó a Pedro a seguirle para dar un paseo o recibir un estudio bíblico, sino a seguirle con un propósito claramente definido, que no terminaba en Pedro, sino que lo trascendía, llegando mucho más allá. Le dijo que eventualmente lo convertiría ―por medio de la enseñanza y la práctica― en un pescador de hombres. Quizás la particularidad de su llamado, orientado la acción y no a la reflexión, fue lo que hizo de Pedro un discípulo mucho más proactivo que sus iguales.