Porque vosotros sabéis perfectamente que el dÃa del Señor vendrá asà como ladrón en la noche; que cuando digan: paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel dÃa os sorprenda como ladrón. 1 Tesalonicenses 5:2-4 RVR
Mientras estudiaba el tema de nuestra salvación para unos sermones que predicaré próximamente, me topé con la siguiente paradoja: hemos sido salvados por el Señor del dÃa grande y espantoso del Señor. ¡Sorprendente! Estamos acostumbrados a la historia de la ciudad que es tomada por el enemigo destructor hasta que en el último momento llega el héroe que vence al enemigo y pone la ciudad a salvo, pero la historia de la salvación es la historia inversa. Nuestro enemigo el diablo trabaja por nuestra destrucción ahora mismo de forma velada1 y nos hace creer que nos protege, nos anima a pensar que estamos a salvo, que el mundo nunca será totalmente destruido, que no seamos fatalistas, que dejemos de pensar en el final, que vivamos el aquà y el ahora, que no necesitamos un salvador sino solamente una mejor economÃa, una mejor actitud, un mejor gobierno, un mejor sistema educativo; pequeños ajustes. Al final de los tiempos, nuestro adversario el diablo le hará creer a los perdidos que Dios es su enemigo, pues en el dÃa del Señor, el Señor mismo vendrá a destruir con fuego todo ese sistema de cosas tergiversadas2 que ellos, por engaño, han llegado a amar3 y llamar bueno4: Satanás pretenderá salvar al mundo de su verdadero salvador. ¡Qué gran paradoja!