Que se conviertan a Cristo

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. (Juan 17:3)

Un problema del 2008

En PezMundial trabajamos para que las personas se conviertan a Cristo y no a nosotros; para que conozcan a Cristo mucho mejor de lo que conocen nuestra iglesia. Esto es algo que se dice con facilidad y hasta parece no tener una importancia mayor, pero les aseguro que es muy difícil de lograr y requiere que seamos muy intencionales, que no nos descuidemos en ese asunto; de lo contrario sucederá que llamaremos la atención hacia nosotros mismos y traeremos mucho daño. En un momento del 2008 me di cuenta que las personas que asistían a nuestras reuniones estaban comenzando a convertirse y me preocupé mucho. Me preocupé, porque no se estaban convirtiendo a Cristo, ¡sino a nosotros! Muchos no sabían aún con certeza quién era Cristo, pero sabían que había una nueva iglesia en la ciudad cuyas reuniones eran muy dinámicas y «donde el pastor lograba que uno se mantuviera despierto». La identificación era con nosotros y no con Cristo. Desde entonces trabajamos para evitarlo.

Aún no teníamos una iglesia muy firme, pero teníamos una marca fuerte. ¡Tristemente!

Cuando alguien nos visitaba le regalábamos un botón con el logo del pez y todo el mundo portaba el suyo con orgullo, en ese entonces pocos entendían que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios y su Salvador —significado del pez (ichthys)— y que nos había enviado a predicar el evangelio por todo el mundo, pero nadie llegaba sin su botón de PezMundial en el pecho y algunos comenzaban a pedir camisetas, stickers y material promocional; aún no teníamos una iglesia muy firme, pero teníamos una marca fuerte. ¡Tristemente! (No había nada malo en regalar botones, de hecho lo seguimos haciendo, no había nada malo en que hasta cierto punto se identificaran con nosotros, pues se siguen identificando, el asunto está en el orden, en la prioridad: primero Cristo.)

Maestro principal / Maestro auxiliar

Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay. (Hechos 14:15)

El mejor maestro es aquel que puede mostrarnos a Cristo más claramente, un instrumento de un fin más allá de él mismo y que cuando mejor hace su trabajo es cuando menos logra verse.

El mismo caso lo he observado en otras iglesias dentro y fuera de Santo Domingo cuya congregación se siente más atraída al maestro que allí enseña que a Cristo. Por regla general el mejor maestro es aquel que puede mostrarnos a Cristo más claramente, un instrumento de un fin más allá de él mismo y que cuando mejor hace su trabajo es cuando menos logra verse. Por mi parte, me siento complacido cuando mi iglesia puede recordar más a Cristo sobre cualquier otro asunto secundario de mi sermón, incluidas mis experiencias personales. La forma de enseñar de cada maestro tiene que ver mucho con su personalidad: unos son más prácticos y otros más teóricos, unos más joviales y otros menos; cada instrumento de Dios produce una forma única de enseñar pero todo los instrumentos de Dios deberían buscar con todas sus fuerzas que al final del sermón el auditorio piense más en Cristo que en ellos mismos. Cuando muestra gente viene a nosotros en busca de nuestros chistes (si el maestro es jovial) o de nuestras profundas cavilaciones y vueltas retoricas (si el maestro es teórico) en vez de venir para que le guiemos hasta Cristo, es una mala señal.

A diferencia de un maestro de cualquier otra rama, en la nuestra, todos somos maestros auxiliares: simples ayudantes de un Maestro más grande. No trabajamos para que la gente aprenda nuestras enseñanzas o tome nuestras formas, sino, para que aprenda las del Maestro Principal y se parezca más a Él. Así como un buen maestro en música clásica trata de ayudar a sus alumnos a interpretar las obras de los grandes con una exactitud cada vez mayor, lo hacemos nosotros, sin agregar ni una sola nota a la pieza original. Ningún maestro cristiano compone sinfonías, somos simples intérpretes y nuestra fuente no está en nosotros.

La prueba de Juan el Bautista

Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. (Juan 1:26-27)

Juan el bautista se preocupó por ayudar a sus discípulos a identificar claramente a Cristo para que pudieran seguirle. Su intención no era ser un fin para ellos, sino, ser un medio a través del cuál ellos puedan llegar a un fin que era más grande que él y estaba primero que él: Cristo. Por eso apunto hacia allá y dijo a sus discípulos «He aquí el Cordero de Dios1». Sus discípulos no lo pensaron dos veces, tomando la palabra de Juan, el maestro auxiliar, fueron directamente hacia Cristo, el maestro principal: «ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?2» Esa es la labor de un gran maestro, esa es la labor de una gran iglesia, eso es hacer discípulos: no atraer las personas a nosotros mismos como si tuviéramos algo más valioso para darles que el mapa o retenerlas como si fueran nuestra posesión, sino, ayudarles a indentificar y seguir a Cristo.

Quien no pueda seguir a Cristo más allá de nuestra iglesia local ha perdido el rumbo.

Cuando alguien se muestra más interesado en nuestra cultura de iglesia, en nuestra tradición o cualquier otro asunto secundario deberíamos cuestionarnos: ¿estamos atrayendo las personas hacia Cristo o hacia nosotros mismos? ¿Seguimos siendo simples instrumentos o nos convertimos en el centro de atención? ¿Somos fines o somos medios? Si no podemos responder como esperaría aquel que no comparte su gloria con nadie3 volvamos a Felipe y como le dijo él a Natanael digámosle nosotros a nuestra gente: «Ven y ve»4. Con relación a la iglesia, una buena prueba para saber si alguien se convirtió a Cristo o a nosotros es la siguiente, le llamo la prueba de Juan el Baustista y consiste en responder una simple pregunta: ¿podrían seguir a Cristo en cualquier otra iglesia saludable que no sea la nuestra sin mayores traumas? Quien no pueda seguir a Cristo más allá de nuestra iglesia local ha perdido el rumbo.

  1. Juan 1:36 []
  2. Juan 1:38 []
  3. Isaías 42:8 []
  4. Juan 1:45-46 []

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *