Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. (Lucas 10:27)
Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (Mateo 5:44-45)
Nuestra condición de amor no debería de ser la afinidad, sino la proximidad.
El mandamiento de amar al prójimo y al enemigo es radical en muchos sentidos, pero especialmente lo es en el sentido de que tenemos que amar a personas con las que no estamos especialmente conectados o a aquellas con las que no necesariamente estamos de acuerdo. El hombre natural ama a aquellos con quienes guarda una especial vinculación, ya sea por compartir los mismos intereses, por pertenecer al mismo pueblo, a la misma familia o hasta a la misma religión, en cambio, nuestra condición de amor no debería de ser la afinidad, sino la proximidad: amar a cualquier persona —sin distinción— que nos quede cerca. (Prójimo significa próximo.) Para practicar esta radical forma de amor necesitamos dos cosas: aprender a amar como ama el Padre, con un amor totalmente desprendido que en griego se define como Ágape y entender a qué se refería Cristo cuando nos mandaba a «amar».
- Ágape: El amor ágape no requiere una vinculación (a diferencia del amor Filial) ni un interés personal (a diferencia del amor Eros), para darlo no hace falta establecer una relación especial en dos direcciones, puede ser dado cuando no es correspondido y en algunos casos hasta sin sentir una emoción especial al hacerlo. Es un amor que no está basado en sentimientos y emociones, sino en convicciones y acciones. Siendo así, podemos amar con un amor ágape no solamente a los desconocidos, sino también a nuestros enemigos, aunque ellos no nos correspondan. Es relativamente cómodo amar a quienes nos corresponden, pero el amor que indicó Cristo alcanza a quienes no nos corresponden y hasta aquellos que nos adversan (enemigos).
- Expresión: El segundo asunto tiene que ver con el sentido, significado o expresión del amor. En dos versículos de Mateo 5 Cristo expresó —hablando de amar a nuestros enemigos— que el amor debe de ser ágape (ver punto anterior) y que debe de expresarse por medio de tres «acciones» concretas: bendecirles, hacerles el bien y orar por ellos. No es el amor de contemplación platónica, sino el de la acción cristiana. Las tres cosas se pueden hacer tanto al próximo como al enemigo sin tener de ellos una correspondencia y sin establecer una relación de amistad. Son acciones concretas y van en una sola dirección, es una alimentación de amor, no una retroalimentación.
Cuando así lo hacemos, entonces nos comportamos como hijos de nuestro Padre Celestial, un Padre desprendido que generosamente y sin faltar hace que el sol y la lluvia le lleguen tanto a los justos como a los injustos. Todo lo anterior nos permite entender la hermosura de Juan 3:16, uno de los versículos más sobrecogedores del Nuevo Testamento. «De tal manera —generosa, desprendida, desinteresada, no correspondida, sacrificial— amó (Ágape) Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna». Para entonces nosotros estábamos alejados de Dios1, para entonces nosotros estábamos en enemistad con Dios2, pero Dios amó al próximo y al enemigo y lo mismo quiere que hagamos nosotros.
Relacionado: Pueden escuchar la enseñanza Cultivando amistades saludables. Allí abundo el tema con otras referencias y ejemplos.
- Efesios 2:12 «En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo». [↩]
- Romanos 5:10 «Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida». [↩]