El jueves pasado, en PezMundial, estuvimos conversando acerca de la importancia de ayudar al extranjero, de forma más precisa, sobre cómo remplazar la xenofobia (rechazo, prejuicios y temores irracionales) con la philoxenia (amor, afecto y hospitalidad). Este es uno de los temas tabú en nuestro país —dentro y fuera de la iglesia—, pues por prejuicios históricos, culturales o religiosos, nuestros vecinos haitianos, quienes comparten con nosotros esta pequeña isla, comúnmente son víctimas de nuestro rechazo, son ellos nuestros samaritanos. Les dejo una slide de la presentación que ilustra perfectamente la situación.
Descargar la presentación (Ayudando al extranjero) en formato PDF.
Para los judíos, los samaritanos eran perros, literalmente hablando. Su xenofobia ante ellos era tal, que al imaginar el momento en que Cristo les narró la parábola del buen samaritano —para los dominicanos: la parábola del buen haitiano—, puedo sentir la tensión y el silencio incomodo que la misma debe de haber causado. Entendiéndolo en este contexto, cobra un nuevo sentido la necesidad de estar revestidos de un poder sobrenatural, fruto de la acción del Espíritu Santo en ellos, pada poder testificar de Cristo (de su amor y su verdad) antes sus vecinos samaritanos. Y así es también en este tiempo, se requiere estar revestido del Espíritu Santo para lograr vencer años de prejuicios, el racismo y el etnocentrismo.
Sep 13, 2008Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria [Haití], y hasta los confines de la tierra. (Hechos1:8)