Una acción centrada en Dios

Mientras enseñaba en el campamento de nuestra iglesia sobre la imperante necesidad de que Dios vuelva a ocupar su lugar como punto de referencia en nuestras vidas, en nuestras iglesias y en la sociedad, vinieron a mi mente con una claridad preocupante una serie de artículos que yo mismo escribí en este blog en otros tiempos y ahora no comparto. (Descubrir el propio desacuerdo, cuando se es sincero, es un placer.) No voy a citar los artículos uno por uno para no disgregar, pero el énfasis de todos ellos estaba en buscar los resultados y cambiar los programas (planes y proyectos) las veces que sea necesario hasta conseguirlos. Lo que descubrí mientras enseñaba fue que si Dios está ocupando en nuestras vidas el lugar que le corresponde, deberíamos hacer lo que Él quiere que hagamos aunque tal cosa no esté produciendo —desde nuestra perspectiva temporal y limitada— el resultado que entendemos debería de producir. Ya que nuestra perspectiva es muy corta y nublada1 para contener muchos de los planes y proyectos de Dios, seremos incapaces de medir su impacto y resultado a la largo de la historia.

Pragmatismo

El resultado ha llegado a funcionar como patente de corso.

El pragmatismo de la sociedad actual hace que la medida de todas las cosas sean los resultados y si alguien hace algo que no produce resultados concretos, medibles y palpables entonces es considerado un perdedor. Al mismo tiempo, si alguien produce resultados, sin importar los medios, es celebrado e imitado; el medio no amerita discusión alguna, pues el resultado ha llegado a funcionar como patente de corso. (Un caso preocupante al respecto es la membrecía de una iglesia: si en el lugar se reúne una multitud entonces se asume que Dios está en el lugar y si la multitud pasa de mil personas entonces toda opinión del «líder que genera resultados» se convierten en doctrina. Es lamentable que los libros de mayor consumo por el ministro cristiano contemporáneo —según la lista de best sellers— tengan más que ver con métodos de éxito que con doctrina. Por eso ahora mismo las estadísticas determinan más la vida de la iglesia que la soberanía de Dios.)

Pero si asumimos la perspectiva eterna, aunque nos llegue el día de la muerte sin ver resultado alguno en lo que hemos estado haciendo por convicción, deberíamos levantarnos ese último día con la mortaja puesta para volver a hacer lo mismo por última vez y morir con una sonrisa en el rostro y ningún resultado mencionable en el funeral. No se podrá decir de nosotros que logramos tal o cual cosa más allá que hacer la voluntad de Dios. Aunque pasen los años y nuestra acción centrada en Dios aparentemente no nos esté llevando a ninguna parte, deberíamos mantenerla. El mundo le llamará a eso locura, pero nosotros le llamamos fe2: una profunda convicción, no en el resultado de la acción, sino en el resultado de una acción centrada en Dios; uno que puede tardar cien o mil años en llegar, pero que como depende de un ser perfecto e infalible en el que no hay sombra de variación, tarde o temprano llegará.

Continuar / Abandonar

No deberíamos intentar agradar a Dios por medio nuestros resultados, sino por medio de nuestra obediencia.

La medida para determinar si dejamos de hacer algo o lo continuamos haciendo no es qué tanto resultado hemos obtenido hasta ahora, sino, qué tan seguros estamos de que la voluntad de Dios sea que tal cosa se haga. Celebrar los resultados no es malo, de hecho, es una actitud de adoración ante la fidelidad de Dios, pero dejar de hacer algo por falta de resultados sí lo es. No deberíamos intentar agradar a Dios por medio nuestros resultados, sino por medio de nuestra obediencia, y convertir el resultado de nuestra obediencia —sin importar que tan grande sea o cuándo llegue—, en un motivo de adoración a Él por Su fidelidad. Los héroes de la fe que aparecen en el libro de Hebreos no llegaron allí por haber logrado mucho resultado, sino, porque tuvieron la fe necesaria para emprender y mantener una acción centrada en Dios, en muchos casos, a pesar de los resultados.

Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. (Hebreros 11:13)

  1. 1 Corintios 13:12 «Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido». []
  2. Hebreos 11:1 «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve». []