En realidad el hombre natural no tiene tanta hambre y sed de justicia como dice tener, pues si verdaderamente fuera así, no solamente se quejara del delincuente que sale por televisión, sino también por aquellos delitos privados que cometen a diario contra sí mismos, contra el prójimo y contra Dios y le tienen sin cuidado.
Cuando oramos, no lo hacemos contando solamente con que podemos recibir la respuesta de un padre amoroso, sino también con la expectativa de que el Espíritu Santo puede persuadirnos en la intimidad de la oración acerca de un camino mejor, un deseo más alto y un anhelo más cercano al corazón de Dios, que es el mayor deleite en la vida hombre.
Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá…
De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo,…