Un hombre no regenerado podría convenientemente apartarse aunque sea temporalmente de pecados particulares al constatar sus destructivas consecuencias, pero solamente aquel en el que habita el Espíritu Santo puede llegar a ver el pecado como Dios lo ve.
Orar es más que pedir cosas, es también manifestar una actitud ante nuestro Señor, ¡y rendir cuentas! Cuando venimos a su presencia, aún antes de abrir los labios con nuestra actitud ya estamos hablando.
Distraernos en cosas secundarias aunque no necesariamente sean pecaminosas es la tentación más común: el abuso del trabajo —incluido el trabajo ministerial— o el abuso del reposo son distracciones populares que por no tener la connotación negativa de la borrachera, el adulterio o la idolatría se pasan por alto.
Como perro que vuelve a su vómito, así es el…
El jueves pasado estuve compartiendo en PezMundial (Comunidad) una enseñanza…