Un hombre no regenerado podrÃa convenientemente apartarse aunque sea temporalmente de pecados particulares al constatar sus destructivas consecuencias, pero solamente aquel en el que habita el EspÃritu Santo puede llegar a ver el pecado como Dios lo ve.
Quizás hoy al partir el pan no se haga tan evidente la carencia en unos y la abundancia en otros, pero si en la vida de la iglesia permitimos que algunos de nuestros hermanos estén en la indigencia mientras otros podemos disfrutar de lujos, estarÃamos participando indignamente de la mesa del Señor.
No está mal hacer planes y proyectos, no está mal tener una estrategia para administrar el fruto, pero la única mejora que puede ser considerada importante es llevar la iglesia cada vez más a su fundamento original: aquello ordenado por Cristo y documentado por sus apóstoles es la fuente de las mejoras; en eso, al tiempo de Dios, veremos un fruto que permanece.
Cualquiera podrÃa pensar que la iglesia del Señor es un lugar ideal, uno en el que no existen los conflictos y si acaso se presentara alguno se resolverÃa de forma rápida y sin mayores dificultades. No, eso no es asÃ. La iglesia es una familia real, una en la que las diferencias y desavenencias se presentan dÃa tras dÃa entre hermanos que no siempre logran ponerse de acuerdo, por lo menos, no en el momento.