Quienes por años hemos estado leyendo la Biblia podemos dar por sentado que todo el que tiene una sabe usarla, y quienes comienzan a leerla piensan que algunos tienen una capacidad especial que les permite llegar instantáneamente a cualquier versículo de la misma, para ellos, es buscar la aguja en un pajar y una labor estresante.
Jesús, desde un banquete real en el que ocupaba un lugar de importancia, comparte una parábola sobre un banquete imaginario en el que entrarán invitados sin mérito alguno y en la que todos los presentes (los convidados, los siervos del anfitrión y el anfitrión) se sentirán representados.
El hecho de ser cristianos no nos exonera la tribulación, tanto los justos como los injustos seremos atribulados. Nuestra única diferencia está en que para nosotros, la tribulación tiene sentido y provecho, un propósito predestinado desde antes para nuestro bien. A eso se le llama santificación: Dios formando en nosotros la imagen de Cristo.