Introducción
Guillermo Carey es uno de los personajes mejor documentados en la historia de la iglesia. Sus biografías son muchas, con distintos niveles de profundidad, y se han publicado en varios idiomas; existen instituciones que preservan su legado, su correspondencia ha sido preservada y está disponible para consulta y el hecho mismo de que tuviera una personalidad relativamente abierta facilita poner la luz en casi cualquier etapa o aspecto de su vida para tratar de estudiarlo. Siendo así, compilar los datos ya existentes o resumirlos es redundar, pero aún hay oportunidad de conocer mejor a Guillermo Carey, yendo más allá de los datos, mirándolo a la luz de su contexto histórico y las corrientes de su tiempo. Para entender a un hombre hay que entender su tiempo, no para encontrar las similitudes, sino las diferencias, pues es en esos contrastes que su causa (qué le impulsaba) y sus obras (cómo respondió) se comienzan a explicar. Carey se levantó en Inglaterra para llamar la atención hacia una causa que tenía sin cuidado a la generalidad de los hombres de su tiempo: la evangelización de los paganos. Hoy su intención no impresiona mucho, pero en su tiempo era un proyecto provocador. Por cientos de años los reformadores habían centrado su atención en reformar la iglesia existente, ahora Carey quería llevar la iglesia existente ya reformada a la periferia. Es esperable que su proyecto levantara suspicacia, sino abierto rechazo; prevalecía la idea de que apelar directamente al pueblo no cristiano siempre levantaba revueltas y que la diplomacia (apelando al príncipe) podía hacer mucho más que la evangelización personal para extender el reino. La experiencia no muy lejana había casi demostrado que cualquier intento de dar testimonio entre los paganos sin contar con el magistrado terminaba o en grupos marginales sincréticos o en desórdenes. Si se añade el hecho de que intereses comerciales que operaban allí a dónde él se pretendía dirigir veían con malos ojos la llegada de otros actores, al entender que las iniciativas de esto podrían terminar afectando la estabilidad de sus empresas, como de hecho había ocurrido en otras partes del mundo. Tenemos así la tormenta perfecta, operando aún antes de salir del puerto.
Cinco grandes barreras de su tiempo
Es reconocido como el Padre de las misiones modernas no por haber sido el pionero, de hecho otros hombres de su tiempo salieron al campo primero que él, y el tema de la evangelización de los paganos era recurrente entre los creyentes, siendo tema de discusión aún en el parlamento. Lo distinto en él fue la pasión, la iniciativa, la diligencia la perseverancia y las prácticas que estableció para el trabajo misionero. Pasemos primero a identificar cinco grandes barreras de su tiempo que Carey tuvo que superar y luego su persona, veremos primero los obstáculos y luego la persona (su trasfondo, vida familiar, ministerio pastoral y obra misionera).
-
La obra parecía titánica, imposible de concretar: persuadir a hombres completamente ignorantes de la ley de Dios con la verdad del evangelio para uno a uno llegar a convertir los pueblos.
La barrera de la tradición. Los dos tratados de la Paz de Westfalia pusieron fin a las guerras de la religión y el mundo tuvo cierta estabilidad durante un tiempo, pero más que eso, estos tratados crearon una oportunidad que nunca antes se había tenido para la expansión del cristianismo, oportunidad que los reformadores magisteriales no supieron aprovechar y el ala más radical de la reforma no comenzó a explorar abiertamente hasta el tiempo de Guillermo Carey. El cambio fue drástico y provocó el desmantelamiento en el Catolicismo Romano de las iniciativas de los jesuitas (su rama más eficiente en las misiones) y entre los protestantes una pasmosa pasividad; al parecer por el desuso ya no conocían otro modo de expansión que no fuera desde arriba, y Westfalia había desligado la fe del gobernante a la fe de sus súbditos. Por otro lado, por la falta de práctica al hacerlo, la obra que estaba ante los ojos de esta nueva generación de misioneros parecía titánica, imposible de concretar: persuadir a hombres completamente ignorantes de la ley de Dios con la verdad del evangelio para uno a uno llegar a convertir los pueblos. Ya no era posible «convertir» usando la espada o el dominio político, entonces solamente quedaba el camino a la conciencia. Lo que a gran escala estaba sucediendo en el mundo se vivía en el microcosmo de la iglesia de Inglaterra: los disidentes eran cada vez más y cada vez menos perseguidos. Ciertamente existían trabas para quienes se apartaban de la iglesia nacional, pero impresionaban menos. Predicadores itinerantes recorrían los pueblos persuadiendo conciencias y la llama era avivada por el despertamiento Wesleyano. Si en Inglaterra se habían estado formando congregaciones de creyentes convertidos, si se estaban volviendo a bautizar después de adultos y ordenando sus propios ministros, ¿qué impedía que podamos ir más allá de estas fronteras? El único impedimento estaba en superar el debate local, después de esto, el campo estaba listo para recibir a sus obreros.
El gran cambio era pasar a un enfoque en conversiones individuales y voluntarias, no colectivas y compulsivas. Quienes rechazaban la predicación abierta y personal afirmaban que era indeseable porque obligaba al conversó a aislarse de su grupo. Entendían que la única manera de asegurar el fruto de una misión era el alcance a gran escala; sin embargo, quienes estaban discutiendo el tema muy recientemente habían dado entre ellos el mismo paso al salir de la iglesia nacional. La idea de que era posible fue sostenida por muchos otros, aún antes de la Reforma, pero Carey fue el más enérgico en rescatar la idea de que al persuadir al hombre personalmente este ciertamente podía quedar aislado de su grupo social, pero al mismo tiempo entraría a formar parte de una nueva comunidad en iglesias locales, la premisa era que la semilla del evangelio podía producir ella misma sobre el terreno su propio árbol, con estructura y ramificaciones. Lo que hacía falta para asegurar el fruto no era la espada o el tratado, sino el trabajo enérgico con el fin de producir en el campo misionero comunidades de creyentes.
- La barrera teológica. No solamente el descuido de los reformadores —al estar enfocados en otras cosas— o el prejuicio hacia el esfuerzo abierto (sin pasar por los magistrados) limitaban el avance misionero, también hacía fuerza en contra el hipercalvinismo, que era predominante allí donde la pasión por las misiones podría surgir. Frecuentemente se ignora que la primera contribución de Carey, aún antes de su famoso sermón, fue precisamente el llevar a los bautistas particulares a una posición más al centro con relación a la salvación, dando parte no solamente a la soberanía de Dios, sino también a la responsabilidad del hombre. Al respecto dice Anderson que «el cambio de parecer de los “particulares” se debía principalmente a la influencia de tres nuevos elementos en su comunidad, a saber, Roberto Hall, padre (1728-1791), Andrés Fuller (1754-1815) y Guillermo Carey (1761-1834), quienes pudieron modificar paulatinamente —por medio de su ejemplo, su enseñanza y su perseverancia— el pesado calvinismo que contrarrestaba el avance de los particulares. El “fullerismo” que resultó fue un calvinismo moderado que hizo coincidir la iniciativa divina y la responsabilidad humana en la evangelización1». Sin este paso previo el proyecto de Carey hubiese sido rechazado no solamente por ser desde el punto de vista de sus opositores innecesario, sino también por ser teológicamente desviado.
-
Joven, siéntese. Cuando a Dios le plazca convertir a los impíos lo hará sin su ayuda y sin la mía.
La barrera de la pasividad. Lo que generaba más abierto rechazo para las iniciativas de Carey era su entendimiento de que los medios humanos (ir al campo misionero, crear asociaciones, emprender proyectos) podían ser utilizados para el alcance de los paganos; su enfoque no era pragmático (todo medio vale), sino funcional (algunos medios pueden ser útiles), pero chocaba de frente con el enfoque totalmente pasivo que por entendimiento o comodidad había logrado prevalecer entre los bautistas particulares. En ellos, este activismo generaba desasosiego; una actitud de incomodidad que al parecer Carey buscaba intencionalmente generar. Ese es el contexto de la famosa expresión: «Joven, siéntese. Cuando a Dios le plazca convertir a los impíos lo hará sin su ayuda y sin la mía». Carey combinaba en su carácter el ser reflexivo con el ser industrioso, no se conformó nunca con mostrar el camino, él mismo se ofrecía para recorrerlo. Un episodio que ilustra esta combinación es su famoso sermón basado en Isaías 54 de 1792, predicado ante la Asociación de Iglesias Bautistas. Allí levantó los afectos de los presentes con la retórica para que emprendieran grandes cosas para Dios y esperaran grandes cosas de Dios. El auditorio fue visiblemente conmovido, pero Carey no solamente quería conmoverlos, su intención era pasar a la acción, y cuando ya los presentes se comenzaban a dispersar se aseguró de que se acordara allí mismo preparar un plan para conformar una sociedad misionera con el fin de propagar el evangelio entre los paganos. Y cuando se reunieron para establecerla, él mismo se ofreció para embarcarse hacia cualquier parte del mundo que dispusiera la sociedad. ¡Todo esto era consistente con su personalidad! Carey era un hombre de acción y firmes resoluciones en un momento de la historia de la iglesia marcado por la pasividad; no era que él corría muy deprisa, era que los demás estaban sentados, ¡cómodamente!
- La barrera de los prejuicios. Otro de los escollos que tuvo que enfrentar Guillermo Carey era el pensamiento popular entre los europeos de que los nativos a los cuales él se dirigía no compartían iguales condiciones intelectuales, morales o espirituales que el resto de los hombres; eran tenidos como razas inferiores en forma tácita o expresa. Este prejuicio limitaba enormemente el alcance que habían podido tener las misiones, pues dependían exclusivamente de misioneros foráneos que tuvieran saliendo de sus pueblos para venir a los nativos, misioneros que por la misma razón nunca se integraban y pronto tenían la necesidad de salir. Habían llegado a fundir tanto el ser cristiano con el ser europeo que perdieron de vista la universalidad de la iglesia. La formación de los creyentes en esas latitudes con el propósito de ordenarles eventualmente al ministerio nunca fue un proyecto serio para las misiones que habían surgido, pues de hecho no veían que fuera viable. (Quizás fue esta la razón por la que al partir al campo misionero Carey nunca regresó a Inglaterra: él estaba completamente integrado, ese ya era su lugar.) Contrario a aquellos, el entendimiento suyo al respecto era el siguiente:
«La formación de nuestros hermanos nativos en las cosas útiles, promoviendo todas las formas del genio y apreciando cada don y cada gracia en ellos; en este sentido, sería difícil exagerar la atención que prestamos a su progreso. Sólo mediante los predicadores nativos podemos abrigar la esperanza de la difusión universal del Evangelio en este inmenso continente2».Cuatro cosas llaman la atención en su posición: (1) tratar a los conversos entre esos pueblos en condición de iguales (hermanos), [2] ver el potencial que tenían para ser formados en cosas útiles, [3] asumir que tenían dones y diferentes expresiones de la gracia de Dios y [4] entenderles como instrumentales para el avance del evangelio entre ellos mismos, no solamente en un rol pasivo.
- La barrera de los intereses comerciales. La East India Company (un monopolio real y el más alto poder colonial) desaprobaba la llegada de misioneros a su territorio a no ser que circunscribieran sus esfuerzos exclusivamente a alimentar a sus empleados no nativos, pues veían la evangelización como una amenaza sus intereses económicos. Para entender el tamaño de esta barrera se puede partir de que en su momento, esta empresa controló la mitad de todo el comercio mundial: las especias, las telas, el té y hasta el opio. Poderosos hombres de Inglaterra tenían sus intereses puestos en esa lucrativa empresa. Primaba la búsqueda del interés comercial, no moral, y siendo que estos intereses frecuentemente están encontrados se puede entender la motivación de su posición. La iglesia temía que luego de recaudar los recursos para la misión a los misioneros se les impidiera desembarcar y eventualmente la compañía logró impedir que los misioneros llegaran desde Inglaterra a la India, obstáculo que fue sorteado viajando desde Inglaterra a las colonias del nuevo mundo y desde allí a la India. No fue sino hasta 1813 que se permitió libremente la obra misionera en la India, debido principalmente a los esfuerzos de evangélicos en el parlamento, entre ellos William Wilberforce3).
Su persona
Guillermo Carey nació el 17 de agosto de 1761. Siendo el mayor de cinco hermanos y habiendo perdido a su madre cuando era un niño, temprano se comenzó a hacer evidente lo que iba a hacer el rasgo más distintivo en su carácter: una resolución tenaz capaz de hacerle sobreponerse a las mayores precariedades sin desistir en su propósito. Esto no sólo se infiere por la concreción de sus obras en la India en medio de las más grandes precariedades materiales y adversidades de toda índole, sino que él mismo estaba muy consiente de haber recibido esto como un don. Así se lo expresó a su sobrino: «si valiera la pena escribir mi biografía, te daré una regla por la que puedes juzgar si es correcta. Si me da crédito por ser perseverante, me hará justicia. Algo fuera de esto sería demasiado. Puedo perseverar. Puedo persistir en cualquier trabajo definido. A esto le debo todo4». Al crecer trabajó como aprendiz de zapatero. En su tiempo este era un oficio honorable y su padre vio allí una oportunidad para él, pues cierto padecimiento, al parecer en su piel, le impedía desarrollar cualquier otro oficio al aire libre, y al terminar su formación como aprendiz podría establecer su propio negocio.
La perseverancia puede ser el marco de toda su vida desde la niñez a la juventud y de la juventud hasta su vida adulta. Compensó con diligencia la carencia de una educación formal, le interesó la geografía, pero al no poder viajar se refugió en los libros de viaje del capitán James Cook y a través de ellos conoció gran parte del mundo de su tiempo. Así pudo dimensionar la enorme tarea que la iglesia tenía por delante y había desatendido. Los libros eran costosos y comprarlos no estaba a su alcance, pero trabajando como aprendiz de zapatero encontró en el lugar un comentario del Nuevo Testamento que incluía palabras en griego cuyo significado él ignoraba. Pasó a anotarlas para luego trasladarse a casa de un tejedor que conocía el idioma y se las interpretaba. Así aprendió griego y eventualmente también otros idiomas. Demostrando cierta facilidad para las lenguas.
Favoreció mucho a su formación autodidacta cierta facilidad en su persona para estar junto a otros hombres con mayor o mejor formación que él o experiencia y tomar de ellos el conocimiento. No dependía de que otro tuviera la facilidad o la motivación para enseñar, él mismo había aprendido a aprender. Hay hombres que necesitan ser enseñados y aún hay otros que necesitan estar en un ambiente apropiado para el aprendizaje, Carey era de un tercer tipo, muy poco común: en cuanto al conocimiento él (figuradamente) hacía que el agua saliera de las piedras.
Creció en la iglesia anglicana, habiendo ocupado tanto su abuelo como su padre posiciones en la misma, pero en su juventud llegó a ser un disidente y comenzó a reunirse en una pequeña iglesia, proceso en el que fue influido por un compañero mientras trabajaba como zapatero. Por este tiempo comienza su transición no solamente desde la iglesia oficial sino también en sus posiciones sobre el significado de la iglesia local y el bautismo de creyentes. En 1783 fue bautizado en las aguas. Era el tiempo de un gran avivamiento, de predicadores itinerantes, de mucha efervescencia. Lo que sucedió con su formación teológica fue lo mismo qué sucedió con su formación académica: no vino en forma ordenada ni de una sola fuente, sino que formó su sistema de creencias persuadiéndose él mismo, diligentemente, por contacto con otros creyentes y directamente desde las Sagradas Escrituras, tarea en la que le fue de utilidad el conocimiento de los idiomas. Esto, que aparentemente debió constituir una debilidad en su futuro ministerio, demostró ser la providencia del Señor, pues le permitió eventualmente estar más atento a las carencias de las posiciones teológicas prevalecientes. No se sentía comprometido a decantarse a la una o a la otra sin más, como quienes son expuestos a una sola escuela de pensamiento, sino que consideraba cada cosa a la luz de las Escrituras y allí donde veía la inconsistencia se apartaba. Lo que otros hombres de su generación aceptaban sin más Carey se sentía obligado a confirmar por sus propios medios antes de recibirlo. Esta predisposición intelectual posiblemente le permitió identificar las limitaciones que el hipercalvinismo había creado para el avance de la misión.
Su ministerio pastoral
Su ministerio pastoral en Inglaterra fue relativamente corto (cuatro años) y al parecer no se sentía allí completamente en su elemento, sino que seguía buscando cuál era realmente su llamado. Y cuando encontró su llamado en las misiones respondió con resolución para no volver a mirar atrás; a pesar de la resistencia de sus feligreses que se negaban a dejar ir a su querido pastor. Según ellos, «a pesar de estar de acuerdo con él, no nos parece bien que nos deje aquel a quien amamos más que a nuestra propia alma5». No hay evidencia de que sintiera un llamado del Señor a este ministerio: era más bien un hermano con dones que se encontró atendiendo una necesidad de forma coyuntural. Fue recibido como miembro y predicador en la Iglesia Bautista de Olney en 1785, ordenado al ministerio pastoral en la Iglesia Bautista de Harvey Lane en 1789 y en 1793 renunció para ir a las misiones. La manera expedita en que sucedió todo esto debe ser atribuida más a la clara conciencia de un llamado —algo que al parecer nunca llegó a tener como ministro— que a la insensatez. Su iglesia local se negaba a dejarle ir, pero Carey no se detenía; su esposa se negaba a acompañarle, pero eso tampoco podía detenerle. La transición sucedió en pocos meses: en 1792 publicó su librito “Una investigación con respecto a la obligación de los cristianos en usar medios para la conversión de los paganos”, meses después predica su sermón sobre Isaías 54, el mismo día de ese sermón persuade al grupo de planificar la creación de una asociación misionera, meses después se forma la asociación y al año siguiente 1793 ya había renunciado a sus funciones en la iglesia local y estaba embarcado rumbo a la India. Ni por un momento miró hacia atrás con tristeza, y en ningún momento de su vida aceptó otra ordenación. Su llamado eran las misiones, al respecto de esto nunca abrigó duda alguna en su corazón. Su perspectiva del avance del evangelio siempre fue más global que local. Lo que sí evidenció su tiempo como ministro fue su vocación de servicio y entrega a la gente y la firme disposición de su carácter para permanecer en las circunstancias más difíciles: al no poder la iglesia sostener dignamente a su ministro trabajó paralelamente como zapatero para obtener el sustento de su familia, experiencia que pronto tendría que repetir en el campo misionero.
Su vida familiar
Uno de los más grandes retos de su vida estuvo en el aspecto familiar y allí también demostró gran entereza de carácter y perseverancia. Se casó en 1781 con Dorotea Plackett y pronto afloraron las dificultades. Al parecer una combinación entre su resuelto carácter, su pasión por servir al Señor y las diferencias en los intereses de él y de su esposa le llevaron a ser descuidado en esta área, ya sea al elegir esposa o al atender su casa. Ella se negó inicialmente a acompañarle al campo misionero, y si se toma en cuenta que su transición desde el ministerio pastoral a este nuevo campo ocurrió en pocos meses parece entendible su resistencia. Al respecto de esto Carey no intentó esperar o persuadir, sino que manifestó nuevamente su estoica resolución. Le dijo a su esposa: «si yo poseyese el mundo entero, lo daría alegremente todo por el privilegio de llevarte a ti y a nuestros queridos hijos conmigo: pero el sentido de mi deber sobrepasa cualquier otra consideración. No puedo volver atrás sin sentir culpa en mi alma5». Estando ya él en el barco, listo para partir sin su familia, otro misionero visitó a la esposa en su casa y le convenció de que se uniera a su marido. Le acompañó físicamente, aunque su corazón no estaba allí. Según Santiago Culross, al embarcarse, fue como la mujer de Lot hasta llegar al Cabo, y al llegar, su estadía estuvo llena de reproches al tener que soportar la miseria4. Las carencias materiales que les apremiaban y la pérdida en 1794 de uno de sus hijos a la edad de cinco años pudieron haber dado al traste con su estabilidad mental, con episodios en los que agredió a su esposo y una etapa final en su vida totalmente fuera de sí. Carey permaneció con ella y esto no disminuyó su laboriosidad y el Señor le dio hijos que eventualmente también rindieron sus frutos para la causa de Cristo, murió en 1807 sin ver gran avance en la tarea de su marido. Carey volvió a casarse el año siguiente (1808) con Carlota Emilia Rhumohr, con quien convivió durante trece años hasta que volvió a enviudar, siendo esta al parecer la etapa más feliz de su vida matrimonial, coincidiendo con el tramo más fructífero de su labor misionera. Era una mujer con inquietudes intelectuales, formación académica, facilidad para los idiomas y sobre todo, que compartía su ímpetu por el avance de las misiones, quizás por ser ella misma parte de sus frutos. Al enviudar nuevamente, en la última etapa de su vida, se volvió a casar en 1822, esta vez con la señora Hughes, también viuda, quien permaneció junto a él hasta el final de sus días.
Su obra misionera (1793-1834)
Primera Etapa:
Abundantes precariedades
Los intereses en la vida de Carey se pueden resumir en tres grandes áreas: las ciencias naturales, la traducción de las Escrituras y las misiones. (Se podría mencionar la geografía, pero su interés en ese cambo estaba circunscrito a las misiones; lo mismo puede afirmarse del ministerio pastoral: un paso transitorio, previo a las misiones, pero nunca algo permanente). En algunos momentos con más disponibilidad que en otros, pero en todos los tramos de la vida de Carey estos tres intereses estuvieron presentes. Y entre ellos, sobresalen las misiones, estando los otros al servicio de ellas. Al llegar a la India se desempeñó como predicador itinerante, y asumió distintos trabajos para sostenerse sin lograr salir con ninguno de ellos de las precariedades en que vivía. Su esposa Dorotea nunca tuvo sosiego en cuanto a esto, y lo mismo podría decirte de sus hijos en la temprana edad. Durante casi dos años no recibió correspondencia desde Inglaterra y tuvo que involucrarse en una gran cantidad de emprendimientos para mantenerse a flote; con el agravante de que llegó a percibirse esto en la sociedad misionera como cierta negligencia suya para atender su misión principal; ignorando que lo hacía por necesidad —sobre todo ante sus compromisos familiares—, no por vocación. Fueron unos primeros años muy duros, con una esposa que no le respaldaba, niños pequeños y poco fruto, pues tuvo que esperar siete años para ver bautizarse al primer converso (1800). Que en medio de tales tenciones no renunciara evidencia lo firme que era su conciencia del llamado de Dios para esa tarea. Como misionero fue pionero en la investigación de campo (lenguaje, demografía, condición intelectual, moral y espiritual, geografía del lugar, costumbres). Era la práctica de quienes le antecedieron ignorar la situación existente antes de presentar el evangelio —no lo entendían necesario—, él, por el contrario, se preparó antes de llegar y al llegar lo continúo haciendo, hoy se habla de contextualización y se entiende el valor de las organizaciones paraeclesiásticas, pero en ambas cosas Carey fue pionero. Es posible que conociera la India mucho mejor que muchos de sus pobladores aún antes de desembarcar en el territorio. También fue pionero en su entendimiento del impulso indirecto que las iniciativas sociales podían tener en la misión al crear un ambiente favorable para la predicación del evangelio o dotar al pueblo de los medios para entender la verdad (escuelas) y profundizar en ella (traducción de las Escrituras). Carey emprendió proyectos en agricultura, botánica, trabajos académicos en lenguas como los diccionarios y gramáticas y sirvió al gobierno como traductor. Si su llamado a emprender grandes cosas para Dios fue visto con recelo, su capacidad de emprender en áreas no directamente relacionadas con la iglesia debió haber provocado lo mismo.
Al conseguir trabajo administrando una fábrica escribió una carta a los hermanos de Inglaterra en la que en vez de solicitar recursos para la misión, obreros o literatura, les solicitaba que le envíen semillas, instrumentos para la agricultura y prescindía del salario que había estado recibiendo de ellos, carta que al parecer no fue bien recibida, pues confirmaba sus sospechas de que su primer misionero estaba distraído en otros negocios. Nada más alejado de la realidad, Carey veía todo esto como oportunidades estratégicas para el avance de la misión en la India. Recibió como respuesta una carta con cierto tono admonitorio que le llevó a escribir en su diario: «si somos indolentes o laboriosos, o si el espíritu del misionero es absorbido por las ocupaciones del comerciante, no me conviene a mí decir; pero nuestros trabajos hablarán por nosotros. Sólo digo que después de que mi familia ha tenido sólo lo suficiente, todo mi sueldo (y unos meses mucho más) se dedica a los propósitos del evangelio4». El tiempo confirmó su buen juicio, más allá del sustento, este nuevo trabajo le permitía cierta libertad para desarrollar su principal tarea y le «imponía» la necesidad de ir a diferentes aldeas con frecuencia, una excelente oportunidad que aprovechó para llevarles el evangelio.
El primer converso fue bautizado en el río junto a Félix, hijo de Carey. Las lágrimas afloraron en los presentes y ante la multitud congregada el misionero tuvo que explicar que ese río no era más especial que ningún otro y en palabras sencillas transmitió el significado del bautismo —mencionando la resolución a apartarse de los ídolos— previniendo que los paganos no vinieran ahora a tener ese lugar como un lugar de idolatría. Así de cuidadoso había que ser al predicar el evangelio en esas tierras. No está completo el relato de esta primera etapa en el ministerio de Carey sin mencionar la persona de John Thomas, un médico creyente en extremo apasionado por las misiones pero con un carácter más bien díscolo. La colaboración entre ambos fue más estrecha o más distante por temporadas pero permaneció a través del tiempo. En su diario Carey le describió como un santo muy proclive al desvío. Aun así es esperable que la pasión de Thomas por las misiones haya sido de gran aliento para él, a pesar de las diferencias en sus personalidades y las dificultades que las debilidades en el carácter y testimonio de Thomas pudieran acarrearle. Esperaron ambos pacientemente hasta que llegaron los primeros conversos y en el primer bautismo la emoción embargó sus corazones. El hecho mismo de que pudiera relacionarse con otros de diferentes temperamentos y a pesar de sus limitaciones habla muy bien de la madurez del misionero y de su capacidad para perseverar también en las relaciones hasta alcanzar su propósito. No se debe ignorar que cuando las misiones eran solamente una pasión para Carey y al parecer no existían los medios para que la tarea fuera llevada a cabo la llegada de Thomas a Inglaterra fue vista como la provisión del Señor y la confirmación de que la tarea debía ser llevada a cabo. Así mismo, al ser este un médico, parecía idóneo para formar parte del equipo.
Cual Pablo6 entre los atenienses esta primera etapa en la India fue muy exploratoria y aunque menos fructífera, muy necesaria para el eventual desarrollo de las misiones, Carey llegó a entender la idea de Dios que tenía el pueblo y pudo dimensionar las dificultades que tendría para explicar conceptos como el pecado. Esto casi dio la razón a quienes se oponían a la misión con el argumento de que los paganos necesitan ser primero refinados y después predicados. Lo más relevante era que el sentido de la responsabilidad personal estaba ausente en sus mentes, reconocían que incurrían en determinadas faltas pero las mismas eran atribuidas a Dios y se veían ellos mismos como sus instrumentos. Con relación a su compromiso, era mínimo, asistían al culto como una actividad pasajera y aunque multitudes se congregaran virtualmente ninguno de los presentes aspiraba algo más que a satisfacer una curiosidad. Estos fueron los cimientos, muy poco atractivos, pero muy necesarios.
Segunda Etapa:
El trío Serampore
La obra tomó tracción con la llegada de dos nuevos misioneros: Joshua Marshman y Guillermo Ward. Junto a Carey, formaron el que llegó a conocerse como el Trío de Serampore, nombre de la ciudad en la que tuvieron su base de operaciones. La comunión entre ellos y la unidad de propósito en las misiones fue fuerte y constante: resolvieron tener todas las cosas en común, no solamente las aportaciones que pudieran recibir como misioneros, sino también el fruto de cualquier otro trabajo que pudieran desempeñar, intención que fue bendecida por el Señor permitiéndoles generar de forma autóctona los recursos necesarios para el desarrollo de la misión. Solamente apelaron a la ayuda foránea en momentos de crisis, prevaleciendo siempre la idea de que el misionero tenía que buscar su propio sustento, que fue parte de la filosofía de Carey.
La forma de trabajo del trio se ha llegado a denominar —aunque no necesariamente en relación con aquellos— como Misión Integral: la predicación del evangelio con el fin de establecer iglesias sin abandonar el proyecto de renovación social, moviéndose en un amplio espectro de iniciativas desde la iglesia pero no solamente para la iglesia: el sistema educativo, la justicia, la salud y el desarrollo cultural. Marshman y Ward fueron más fructíferos que Carey al establecer nuevas iglesias, y Carey pudo enfocarse en sus proyectos de traducción y en la coordinación a gran escala. En la opinión de Mark Shaw, para Carey, la tarea de la gran comisión era «levantar una iglesia que tomara la posesión de la cultura para Cristo». Una meta final de la misión tan completa e integral requería de medios misioneros globales y multifacéticos. Carey proporciona un correctivo para la estrategia liberal unidimensional de la misión con su enfoque esencialmente material y cultural, y también para el enfoque pietista igualmente unidimensional de la evangelización y el establecimiento de iglesias7». Para una tarea como esta, el trío estaba bien equipado. Solamente quien considera la misión en la India con los lentes del desarrollo de las instituciones cristianas ya existentes en otras partes del mundo supone innecesario el esfuerzo desarrollado por Carey por crear instituciones y herramientas para el avance del evangelio. Las condiciones que en Inglaterra ya estaban dadas, luego de una larga historia de presencia cristiana, aquí eran inexistentes.
Se estima que ya para 1813 había en Bengala once iglesias, veinte evangelistas nativos y quinientos creyentes bautizados. A lo largo de su relación ministerial, 25 iglesias, más de cien escuelas, iniciativas de salud, traducciones de las Escrituras a casi cualquier dialecto, una imprenta (que perdieron eventualmente a consecuencia de un incendio pero que luego pudieron relanzar y otras tantas) iniciativas sociales.
Tercera Etapa:
Consolidación y aún más crisis
Parece que el sufrimiento estaba llamado a ser, junto a la tenacidad, lo que describiría la vida de Guillermo Carey. Luego de años de esfuerzo misionero junto al Trío Serampore, cuando la semilla plantada ya había creado su estructura y comenzaba a ramificarse para producir aún más fruto, las enfermedades, los conflictos en la transición del equipo de trabajo y hasta las crisis financieras volvieron a quitarle el sosiego. La filosofía de trabajo que pudo desarrollar junto a Ward y Marshman (tener todas las cosas en común, vivir al nivel del pueblo y aportar a la misión cualquier ingreso adicional) no siempre era compartida por los nuevos integrantes, las luchas por el control de la obra y las propiedades debieron ser un aguijón en su carne, aún más, por haber sido el contento desprendimiento el ejemplo que dio él mismo durante toda su vida. Ya era un hombre viejo, con décadas de experiencia en el campo, pero el relevo ministerial no era halagüeño. ¡Pero estas nuevas dificultades tampoco le detendrían! Dios había provisto nuevos alientos para esta última etapa. En 1829 pudo ver con sus ojos la publicación de un nuevo reglamento por el cual había luchado que prohibía el ritual Satí entre los hindúes, que consistía en quemar a la viuda junto al marido muerto, una práctica pagana degradante. Él mismo tuvo el privilegio de traducirlo para que se difundiera entre el pueblo. Terminó sus días en cama, revisando los manuscritos de las últimas traducciones realizadas por su equipo y partió a la presencia del Señor el 9 de Junio de 1834.
Cronología
- 1761 Nace en el 17 de Agosto, en Inglaterra.
- 1781 Contrae matrimonio con Dorotea Plackett.
- 1783 Fue bautizado en Aguas.
- 1785 Es recibido como miembro y predicador en la Iglesia Bautista de Olney.
- 1789 Es ordenado al ministerio pastoral en la Iglesia Bautista de Harvey Lane.
- 1792 Es publicado su ensayo Enquiry. Predica su famoso sermón basado en Isaías.
Impulsa la formación de la Sociedad Misionera. - 1793 Sale en misión rumbo a la India.
- 1794 Mure su hijo Peter a la edad de 5 años.
- 1800 El primer converso en la India es bautizado.
- 1801 Es publicado el Nuevo Testamento en Bengalí.
- 1807 Muere su esposa Dorotea.
- 1808 Contrae matrimonio con Carlota Emilia Rhumohr.
- 1809 Completa la traducción de la Biblia al Bengalí.
- 1812 Un incendio destruye la imprenta de la misión y parte de su trabajo.
- 1813 Se permite la libre llegada de Misioneros a la India.
- 1818 Establece un colegio en Serampore.
- 1820 Establece una Sociedad para la Agricultura y Horticultura en la India.
- 1821 Muere su esposa Carlota.
- 1822 Contrae matrimonio con Grace Hughes.
- 1829 Reglamento contra la el Ritual Satí.
- 1834 Muere el 9 de Junio.