Y al sacar el dinero que habÃa sido traÃdo a la casa de Jehová, el sacerdote HilcÃas halló el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés. Y dando cuenta HilcÃas, dijo al escriba Safán: yo he hallado el libro de la ley en la casa de Jehová. Y dio HilcÃas el libro a Safán. Y Safán lo llevó al rey, y le contó el asunto, diciendo: tus siervos han cumplido todo lo que les fue encomendado. Han reunido el dinero que se halló en la casa de Jehová, y lo han entregado en mano de los encargados, y en mano de los que hacen la obra. Además de esto, declaró el escriba Safán al rey, diciendo: el sacerdote HilcÃas me dio un libro. Y leyó Safán en él delante del rey. Luego que el rey oyó las palabras de la ley, rasgó sus vestidos. 2 Crónicas 34:14-19
No se nos dice cómo sucedió, pero durante décadas la ley de Dios se habÃa dado por perdida en Israel.
Esta es una porción del Antiguo Testamento relativamente bien conocida, se trata del hallazgo del libro de la ley mientras se reconstruÃa el templo en tiempos del rey JosÃas. Yo he expuesto varias veces este texto, pero no me habÃa percatado de este contrasentido que ayer, al exponerlo nuevamente llamó mi atención. No se nos dice cómo sucedió, pero durante décadas la ley de Dios se habÃa dado por perdida en Israel. Quizás durante el perÃodo de alguno de los llamados «reyes malos» alguien se encargó de destruir todos los ejemplares existentes, cosa que le hubiera resultado muy conveniente para irse por la libre, reinando como los otros reyes, quizás fue el desinterés general del pueblo por las Escrituras lo que hizo que virtualmente desaparecieran (que nadie las preservara), lo cierto es que cuando buscaba otra cosa, el sacerdote HilcÃas encontró un tesoro que se habÃa dado por perdido: «el libro de la ley de Jehová dada por medio de Moisés». La historia corta es que al encontrarlo se sorprendió tanto que inmediatamente se lo entregó al escriba Safán y este se lo leyó al Rey JosÃas. Entonces JosÃas se arrepintió, consultó a la profetiza Hulda, «y subió el rey a la casa de Jehová con todos los varones de Judá, y con todos los moradores de Jerusalén, con los sacerdotes y profetas y con todo el pueblo, desde el más chico hasta el más grande; y leyó, oyéndolo ellos, todas las palabras del libro del pacto que habÃa sido hallado en la casa de Jehová». He mencionado intencionalmente al rey, a los sacerdotes, levitas, profetas, ancianos y a todos los moradores, grandes y chicos, por lo siguiente.
HabrÃa de esperarse que alguien que trabajaba con documentos [un levita] tuviera en su biblioteca alguna copia del documento más excelso, pero no era asÃ.
Israel era una teocracia, un sistema de gobierno en el que el poder polÃtico se sujeta a la autoridad moral y normativa de Dios. Si no habÃa ley, ¿cómo habÃan estado gobernando los reyes? Se menciona un escriba. Su labor no se circunscribÃa solamente a copiar o leer la ley, también hacÃan documentos legales1) y labores secretariales2, pero habrÃa de esperarse que alguien que trabajaba con documentos tuviera en su biblioteca alguna copia del documento más excelso, pero no era asÃ. El sacerdocio era una institución completamente regulada (limitada a una familia por derecho perpetuo, con formas de vestir, vivir y ejercer meticulosamente determinadas por Dios), durante este tiempo, ¿cómo estuvieron ejerciendo? ¿Qué estuvieron haciendo los levitas?, pues una de sus principales responsabilidades era enseñar la ley de Dios3 al pueblo —habitando en el «lugar que Jehová escogiere4»— ¿qué enseñaban? Los profetas serÃan hasta cierto punto «explicables», al no tener un riguroso estatuto como tenÃan los sacerdotes, pero su profecÃa regularmente confirmaba lo que Dios ya habÃa hablado por medio de Su Palabra —como en el caso de Hulda5—, ¿qué confirmaban, a qué fuente objetiva podÃan apelar cuando reprendÃan al pueblo? El de los ancianos y el pueblo llano (grandes y pequeños) es otra gran pregunta: ¿en base a qué llegaba alguien a tener autoridad moral? ¿Cómo aprendÃan los grandes lo que era bueno y se lo enseñaban a los pequeños? ¿Qué autoridad tenÃan los padres para esperar la obediencia de los hijos? ¿Por qué deberÃan todos ellos sujetarse a un rey? No tengo cómo responder las preguntas, pero puedo hacer un intento: en el mejor de los casos: usando la costumbre, la tradición, las prácticas de otros pueblos y la memoria, un vago recuerdo de la religión verdadera. Algo mucho más probable: usando la fuerza, dando cada quién rienda suelta a los deseos egoÃstas de su corazón y procediendo en justicia según la conveniencia. Ante esta situación, los más perjudicados necesariamente eran los más débiles, pues uno de los propósitos de la ley era precisamente protegerles.
Fue posible para Israel dejar de lado la ley Dios y aún continuar por un tiempo con todo su aparato polÃtico, religioso y social.
La lección para nosotros es esta: podemos estar viviendo como creyentes totalmente alejados de la Palabra y pretender que todo está bien: fingir la pose por costumbre y usar las palabras correctas en determinados ambientes (falsa devoción), participar en determinadas actividades y vivir en nuestros propios términos como viven los cristianos (falsa adoración); podemos hasta mantener artificialmente las instituciones. Lo sabemos porque ya antes sucedió. Israel dejó de lado la ley Dios y mantuvo por un tiempo todo su aparato polÃtico, religioso y social. Sin embargo, lo único que puede preservar al pueblo de la idolatrÃa es tener Su Palabra en el centro. Si la quitamos, no hay una fuente de autoridad confiable para sostener las instituciones (gobernantes, sacerdotes, familias), el pueblo se entrega a la idolatrÃa, puede permanecer durante un tiempo, pero eventualmente colapsa.
Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros. Colosenses 3:15, 16b