Lo que el creador ha establecido para sus creaturas no es el retiro, un ajetreo constante durante sesenta años esperando poder entrar al final en un período de ocio —pausa sin acción durante quizás diez años—, sino, un conjunto de ciclos consecutivos y saludablemente cortos de trabajo y descanso.
A diferencia de lo que enseña la cultura popular y muchos cristianos repiten por ignorancia, trabajar no es un castigo, sino un privilegio dado al hombre —desde antes de la caída— para que expresara la imagen de Dios (creatividad, orden, prudencia, sentido de propósito y concreción) puesta en él, trabajando.