Aunque escribí de esto mismo el mes pasado, permítanme repetir. Mantener abierto este blog es hoy una gran satisfacción para mí, aunque hace cerca de un año, cuando comencé la iglesia, estuve jugando con la posibilidad de cerrarlo o por lo menos convertirlo en un espacio privado. Lo que pensaba en aquel momento era que tener un registro público de mis pensamientos y su evolución podía confundir a mucha gente, pues este es un espacio experimental y aquí no sólo afirmo mis ideas, valores y posiciones, sino que también menciono y referencio cosas que no necesariamente comparto. Y de las cosas que antes afirmaba, al sacarlas al aire compartiéndolas aquí con ustedes, muchas ya no las afirmo. Si alguien quiere conocerme, aquí tiene un libro abierto. Esto produce en mí dos cosas: me mantiene humilde y me obliga a ser sincero.
Fortalezas y debilidades
Una buena práctica en el liderazgo es compartir tanto tus fortalezas como tus debilidades para mantenerte saludable, permitiéndote ser útil (fortalezas) sin envanecerte. Existe mucha literatura sobre la transparencia en cuanto a nuestros errores, nuestras luchas y debilidades, pero he encontrado que la mayor transparencia es la del pensamiento. Este es el espacio más íntimo, el más peligroso, el que guardamos con mayor recelo. Una acción incorrecta cualquiera confiesa sin problemas, pero confesar un cambio, contradicción o incongruencia del pensamiento requiere un esfuerzo de humildad más grande. Es vencernos a nosotros mismos al nivel más profundo.
Mirándome en el espejo
Cuando releo lo que escribía entre el 2003 y el 2008 regularmente me digo a mí mismo «antes pensaba, ahora pienso», ¡y me lleno de felicidad! Salto de alegría al saber que no soy un producto terminado, que el orgullo no me ha convertido en un monumento, que aún sigo cambiando. Después de cinco años de rayar mucho papel sobre el estado de la iglesia y uno intentando poner esas ideas sobre el terreno, me reprendo a mí mismo por haber sido tan orgulloso. Me sentaba con tranquilidad a beber café y soltar tinta sobre los errores de la iglesia contemporánea y a cargar el dado sobre sus obreros sin saber que lo que tenía ante mí no era una visión, sino un espejo. Me estaba reflejando, quizás por eso me molestaba tanto.
Hola Amigo,
Considero lo mismo, creo que hoy la humanidad a querido barnizar la cárcel que heredamos de nuestros primeros padres, para así mitigar el olor a muerte que adquirimos en este mundo.
Que el Señor te bendiga y haga resplandecer su rostro sobre ti.
Jhon Alexander G.O.