¡Bienaventurados los que lloran! Pues tienen evidencia de la obra del EspÃritu Santo en sus corazones, de forma tal que se han vuelto tiernos, significa que realmente están vivos. No sucede naturalmente, pero hay motivos puntuales por los que un hombre sensibilizado por el EspÃritu Santo tiene que llorar.
Cuando oramos, no lo hacemos contando solamente con que podemos recibir la respuesta de un padre amoroso, sino también con la expectativa de que el EspÃritu Santo puede persuadirnos en la intimidad de la oración acerca de un camino mejor, un deseo más alto y un anhelo más cercano al corazón de Dios, que es el mayor deleite en la vida hombre.