El sentido histórico es una parte ineludible de la fe cristiana, y mirar hacia atrás (a lo que Dios ya ha estado haciendo) es la manera de ir hacia adelante.
Así como cada cristiano es un teólogo, debería ser también un historiador; y de hecho, no será un buen teólogo si ignorara la historia. Nuestra fe es viva, razonable e histórica, despojarla de este elemento sería igualarla al mito.