Para practicar la vida en comunidad, en vez de insistir e insistir en la necesidad de congregarnos, hagamos conciencia de los peligros de la soledad y los múltiples beneficios de la vida en compañía.
A diferencia de lo que enseña la cultura popular y muchos cristianos repiten por ignorancia, trabajar no es un castigo, sino un privilegio dado al hombre —desde antes de la caída— para que expresara la imagen de Dios (creatividad, orden, prudencia, sentido de propósito y concreción) puesta en él, trabajando.