La voz de Dios
Tenemos que ser muy cuidadosos para no engañarnos a nosotros mismos —confundiendo nuestros profundos deseos con la voz de Dios— o ser engañados por el diablo o un falso maestro. Una buena regla para seguir es la siguiente: la voz de Dios, hablando a nuestra conciencia por cualquier medio, siempre será coherente con su carácter y su voluntad previamente revelados en las Escrituras.