La seguridad de nuestra identidad

Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.Gálatas 3:27-28

¿Qué es eso que te define, que te hace único, relevante, importante, eso que si lo perdieras entrarías en crisis, con lo que llamas la atención, eso que constantemente emerge en tus conversaciones y de lo que si tienes oportunidad no dejas de mencionar? ¡Esa es tu identidad!

Mas allá de nosotros mismos

Nuestra identidad nunca está atada a la tarea que desarrollamos, sino que está resguardada en Cristo, un lugar seguro más allá de nosotros mismos.

Los creyentes tenemos una ventaja enorme al asumir cualquier tarea sobre esta tierra en comparación a quienes no están en Cristo, y es que nuestra identidad nunca está atada a la tarea que desarrollamos, sino que está resguardada en Cristo, un lugar seguro más allá de nosotros mismos, cualquier posición, pertenencia o signo distintivo que los hombres nos puedan dar o quitar. Si eres un hombre de negocios sabes que en Cristo ya ganaste, aún antes de ver el estado de resultados, y si el estado de resultados es positivo celebras con la satisfacción de poder hacer más trabajo para la gloria de Dios. Y es ese donaire al hacer tus negocios —sin hambre de poder o dinero— lo que hace que frecuentemente los comerciantes cristianos prosperen. Si eres un hombre de ciencia tu mérito está unido al autor de la vida antes de poner tu ojo en el microscopio, y te deleitas en explorar la creación, aunque no tengas nunca el reconocimiento de los hombres. Y es frecuentemente esa actitud expectante (una forma de adoración) a causa de haber conocido al creador lo que te permitirá ver en la creación lo que quedó oculto para los otros. Si tienes una familia, quizás no llegues a ser un conferencista o escritor reconocido en temas de matrimonio o la paternidad, pero el hecho de conocer y servir a aquel que diseñó estos roles y tener tu identidad en Él ya es suficiente satisfacción para desarrollarlos con diligencia y dependencia (siendo padre, hijo, esposo o esposa). ¡Y al hacerlo quedarás en posición de ayudar a otros que luchan con la presión de no fracasar en el matrimonio o la crianza! También aplica si eres un obrero del Señor: tu identidad debería estar más en el Señor que en la obra misma, sabes que te tuvo por fiel1 al ponerte en el ministerio, y aún más allá, que primero eres hijo, no obrero. El triunfo indudable de Cristo y de su iglesia es el tuyo, sin importar cómo se vea ahora mismo tu ministerio.

Primero eres hijo, no obrero. El triunfo indudable de Cristo y de su iglesia es el tuyo, sin importar cómo se vea ahora mismo tu ministerio.

Mucha ansiedad y un círculo vicioso

La seguridad de tener en Cristo nuestra identidad nos da mucha paz, nos evita vivir para la vanagloria.

Si tu identidad está en las posesiones materiales tu afán será primero adquirirlas y luego protegerlas, y esa ansiedad podría ser tu principal estorbo para lograrlo. Lo mismo aplica al reconocimiento de los hombres, la apariencia física, el matrimonio, los hijos o cualquier otra fuente temporal de identidad: un gran esfuerzo poseerla y otro aún mayor protegerla; y mucha ansiedad en el camino que te envuelve en un círculo vicioso donde o nunca consigues lo que quiere o si lo consigues pronto lo pierdes. Es el ejecutivo de edad avanzada que lucha con el fantasma de la jubilación pues la posición que desempeña en la organización es la cosa que le define; es el empresario que sacrifica hasta su dignidad para conseguir un contrato o no perderlo, pues sin ese cliente en su cartera habrá perdido la cosa que le distingue; es el político que se aferra al poder, pues sin esa investidura quedaría desprovisto, son los padres que se preparan para ver partir a sus hijos y ahora no saben qué hacer con el resto de sus vidas o los que luchan porque sus hijos no van por el camino recto que les permitirá ostentarlos ante los hombres. Todos encontraron su identidad en asuntos temporales, y todos terminarán insatisfechos. La seguridad de tener en Cristo nuestra identidad nos da mucha paz, nos evita vivir para la vanagloria y nos impulsa a vivir nuestras vidas para la gloria de Dios.

Revestidos de Cristo

¿Qué es eso que te define, que te hace único, relevante, importante, eso que si lo perdieras entrarías en crisis, con lo que llamas la atención, eso que constantemente emerge en tus conversaciones y de lo que si tienes oportunidad no dejas de mencionar? ¡Esa es tu identidad! La mayor parte de la humanidad gasta la mitad de su vida creándose una y la otra mitad tratando de preservarla; nosotros recibimos una identidad en el momento que vinimos a Cristo y en lo adelante tenemos toda una vida de libertad para vivir para Su gloria. Imagina el potencial que tiene para glorificar a Dios alguien que encontró su identidad en Cristo en los primeros años de su vida: podrían ser hasta sesenta años de paz y tranquilidad invirtiendo su vida en aquello que tiene valor eterno. ¡Una vida bien vivida! Creo que en esto pensaba Pablo cuando les Escribió a los Gálatas. Los hombres judíos se regodeaban con su triple identidad: eran judíos y no griegos, eran libres y no esclavos, eran varones y no mujeres. ¡Todo eso es insignificante con relación a estar revestidos de Cristo! Él llega a cubrir cualquier cosa que antes llegó a identificarnos para convertirse en lo más notorio y distintivo en nosotros.

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. Filipenses 3:7-8

La mayor parte de la humanidad gasta la mitad de su vida creándose una y la otra mitad tratando de preservarla; nosotros recibimos una identidad en el momento que vinimos a Cristo y en lo adelante tenemos toda una vida de libertad para vivir para Su gloria.


Imagina el potencial que tiene para glorificar a Dios alguien que encontró su identidad en Cristo en los primeros años de su vida: podrían ser hasta sesenta años de paz y tranquilidad invirtiendo su vida en aquello que tiene valor eterno.

  1. 1 Timoteo 1:12 «Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio. []

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