El perro y su vómito

Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad. Proverbios 26:11

Esto lo había leído muchas veces, pero hace unos días lo vi con mis ojos por primera vez y aún me revuelve el estómago. Tenemos un nuevo perro en la casa —le llamamos Tinto— al que le he tomado mucho cariño. Lo alimento correctamente, le cepillo su pelo con frecuencia, lo llevé a vacunar y de vez en cuanto juego con él; está precioso. Al parecer, impaciente porque tardé un poco en llevarle su comida, comió algo indebido en el patio que le hizo mal y terminó vomitando. Se notaba triste, apagado e indispuesto, pero al poco rato fue nuevamente a su vomito y comenzó a comer. Al verlo, fui corriendo a reprenderlo y quitarlo del lugar. Me dio tanto asco que casi lo eché de la casa, pero según leí, eso es algo normal para ellos, «cosa de perros». (Hay que retirarle pronto lo que vomitan para que no lo coman de nuevo.)

Así se siente Dios

Recordé el proverbio y pensé en la forma en que Dios nos mira cuando volvemos una y otra vez a repetir aquello que a nosotros nos hace daño y Él tanto repugna (pecado). Quizás volvemos a nuestros pecados usuales (vómito) porque Dios tarda un poco en darnos aquello que verdaderamente nos satisface y no nos daña. Pensé también en su tierno amor, que en vez de echarnos nos limpia. Tan repugnante como fue para mí ver a Tinto comerse su vómito amarrillo es para Dios verme a mí participar nuevamente en mis pecados usuales. Si te causa nauseas imaginar el vómito de mi perro, piensa en tu pecado favorito —tu pecado favorito es ese en el que te refugias cuando no tienes la paciencia para esperar la provisión de Dios—. Recuerda que así de feo se ve desde el cielo y que así mismo se siente Dios.